La peor Europa
Italia ha lanzado su enésimo grito de alerta sobre la inmigración, pero el resto de los socios insisten en desoírlo
Italia ha lanzado el enésimo grito de alarma, pero el resto de Europa persiste en mirar hacia otro lado. El drama que sufren miles de personas (africanas en su mayoría) en su intento de migrar al Viejo Continente recae casi en exclusiva en este país y los llamamientos de Roma a la solidaridad de sus socios son desoídos. El Gobierno italiano ha levantado el tono amenazando con restringir el atraque de barcos con inmigrantes.
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La política migratoria europea es una imperdonable asignatura pendiente. Europa limita al sur con el continente africano y mientras tal realidad geográfica no pese más en sus estrategias, la inmigración seguirá amenazando con romper las costuras de la Unión Europea. La crisis de refugiados nos ha mostrado en ocasiones la peor cara de Europa, la insolidaria. La Comisión ha abierto un procedimiento contra Polonia, Hungría y la República Checa por negarse a aplicar el reparto establecido, pero es evidente que solo ha señalado a los más recalcitrantes. Pocos cumplen realmente lo pactado.
El rechazo al inmigrante es uno de los elementos que está conduciendo al Brexit. El proceso ha cohesionado inesperadamente al club frente a Londres. Las tensiones con Moscú y Washington también están funcionando como argamasa, pero todo puede saltar por los aires si no se gestionan adecuada y conjuntamente los flujos migratorios que genera la profunda brecha económica que separa a Europa de su vecina África.
Tal vez no es casualidad que Italia, uno de los tres grandes fundadores de la Unión, sea hoy uno de los países más euroescépticos. Europa confía sabiamente en la cooperación a largo plazo, lo que seguramente necesita un enorme refuerzo. Mientras tanto, Italia no puede asumir todo el flujo migratorio por el simple hecho de estar más al sur. Ello contraviene toda la filosofía en la que se basa la construcción europea.
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