El oro negro mancha una prestigiosa fundación lisboeta
La Gulbenkian fue creada hace 60 años con dinero del petróleo, algo que ahora parece feo

El armenio Calouste Gulbenkian (Constantinopla, 1869-Lisboa, 1955) es considerado el pionero de la industria petrolífera en Oriente. Hizo tal fortuna con la Iraq Petroleum Company, creada en 1938, que la fundación que lleva su nombre tiene dinero hasta el fin de los tiempos. Sin embargo, para algunas personas ese dinero empieza a oler mal.
Gulbenkian dejó en su testamento el germen de la fundación con sede en Lisboa. Dicen las malas lenguas, que el armenio había ido años antes a España para tantear la posibilidad de instalarse en Madrid, pero Franco ni le recibió, pues eso de Gulbenkian le pareció nombre judío y no quería líos con el alemán del bigote. Cierto o no, la fundación acabó en la Lisboa de Salazar. Ha cumplido 60 años y su prestigio internacional se mantiene intacto. No es solo su colección artística, ni siquiera su espléndida programación musical. También investiga, otorga becas a estudiantes y, en general, cumple la orden de aquel visionario del oro negro: “Promover los valores universales inherentes a la condición humana, el respeto por la diversidad y la diferencia, la cultura de la tolerancia…”.
Después de 60 años, algunas personas se han dado cuenta de dónde procede el dinero que tanto bien hace a la vida cultural, social y educativa portuguesa. Políticos, poetas, cineastas y profesores, 40 en total, han escrito una carta a Gulbenkian para que deje de sacar dinero del petróleo, en su lenguaje, para que “trabaje en una estrategia de salida de sus activos relacionados con combustibles fósiles”. “La transición hacia una economía descarbonizada es ahora un imperativo inexcusable”, dicen, y recuerdan que la Fundación Rockefeller ya lo ha hecho.
La fundación, con un presupuesto anual de 100 millones de euros, de los que más de la mitad se destina a salarios, vive del rendimiento de su fondo de capital de 2.400 millones de euros. Los beneficios que le proporcionan las inversiones petrolíferas y gasísticas suponen el 20% del total. Hace cinco años eran el 38%.
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