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Columna
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Espejos

En nuestra era de milagros técnicos, sería bueno que inventasen una Polaroid de almas y así ver por fin la cara que llevamos y desconocemos

Fernando Savater
Leni Riefenstahl en 1974
Leni Riefenstahl en 1974

Sin conocerlas a todas, no me atrevo a decir que Leni Riefenstahl fue la mujer más notable del siglo XX: lo que puedo asegurar sin miedo a equivocarme es que fue tan notable como las más notables. Por supuesto no digo mejor, ni más inteligente o mas artísticamente creadora, ni la más ejemplar: sólo notable, nada más ni nada menos que notable. Fue bailarina, actriz, directora de cine (una de las mejores de la historia), exploradora, fotógrafa, submarinista (empezó a bucear con más de setenta años) y vivió activa y lúcida para presentar un libro gráfico adecuadamente titulado Cinco vidas que celebraba su primer siglo en este mundo. Misión cumplida, murió al año siguiente. Su memoria está indeleblemente marcada por la famosa infamia de su documental El triunfo de la voluntad sobre el congreso nazi de Núremberg del año 1933, estéticamente irreprochable visión de la organización criminal que cuatro años después espantaría al mundo. Le costó varios años en campos de desnazificación tras la guerra y un baldón que la acompañó toda su larga vida.

Pero los hombres de su vida no fueron nazis ni arios, sino los Nuba, una tribu en Sudán del sur: “Extraordinariamente bellos, generosos, valientes”. Ellos le descubrieron el mar y ella, con su Polaroid, les hizo descubrirse a sí mismos. A cada foto que aparecía mágicamente en el papel, se decían unos a otros sonrientes: “Mira, éste eres tú”. Como carecían de espejos, no habían visto nunca su propio rostro. En nuestra era de milagros técnicos, sería bueno que inventasen una Polaroid de almas y así ver por fin la cara que llevamos y desconocemos, señalándonosla mutuamente: “¡Mírate, eres tú!”. Cuántas sorpresas, que amargo despertar. Ni bellos, ni generosos, ni valientes, nada que ver con los felices Nuba.

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