Pedro Sánchez se toma un descanso
La carta del presidente del Gobierno representa una condensación del estilo populista
En los últimos meses, Pedro Sánchez ha logrado una investidura a cambio de una controvertida ley de amnistía, ha obtenido un mal resultado en las elecciones gallegas y ni siquiera ha intentado aprobar unos Presupuestos. La economía va mejor que la de otros países europeos, pero prácticamente no puede gobernar. En un año cargado electoralmente, se ha descubierto una presunta trama de corrupción que afecta a altos cargos de su Gobierno y han salido informaciones sobre actividades empresariales poco favorecedoras de su esposa. Un juez abrió diligencias sobre ella a raíz de una denuncia del sindicato ultraderechista Manos Limpias. Ese es el contexto de la carta del presidente a la ciudadanía, que ha provocado un desconcierto general.
Una muestra son los titulares de la prensa internacional: “El presidente del Gobierno de España valora abandonar su puesto mientras su mujer afronta una investigación por corrupción”, decía el Financial Times, con una contundencia que sorprende en España. Eso indica que los medios locales no tuvieron tiempo de dar el spin a la noticia. Como todo anuncio de reflexión, puede ser un chantaje; para unos es una confesión sincera y para otros una maniobra efectista marca de la casa. Aunque la reiterada alusión a una conjura ultraderechista pretende trazar un paralelismo con casos de judicialización de la política en América Latina, muchos rasgos recuerdan al procés y a Trump: la carta es una condensación del estilo populista.
El mensaje se dirige a la ciudadanía. No lleva membrete: es una carta “personal”, y recurre a la sentimentalización (no le ruboriza admitir que está profundamente enamorado, dice) y al victimismo (sufre una persecución, se pregunta si merece la pena, rechaza la “caricatura” que lo presenta como un ser apegado al poder). Esa persecución obedece a la inquina de unos enemigos: la combinación de la “derecha y la ultraderecha”, organizada en “constelaciones” o “galaxias” con medios ultraconservadores. Esa derecha y ultraderecha no aceptan el resultado de las urnas, sostiene: una afirmación cuya única prueba es que se repite muchas veces. El medio que comenzó a publicar las noticias que afectan a Begoña Gómez es El Confidencial, que no es ultraconservador; no ha habido un desmentido. Es probable que la querella de Manos Limpias contra Gómez no tenga recorrido penal, pero para eso están los procedimientos del Estado de derecho. La relevancia penal tampoco anula el valor de las investigaciones periodísticas. El presidente no ha ofrecido una explicación de las actividades de Gómez; no ha recurrido a los cauces institucionales ni a los medios. El objetivo es polarizar: provocar la adhesión emocional. Las acusaciones obvias son a la prensa y a la oposición, culpables de generar una situación de sufrimiento personal. Pero el destinatario de la advertencia son los jueces. El marco es plebiscitario.
La carta, que seguramente responde a un malestar genuino, construye una fábula a base de falsificaciones, medias verdades y bullshit. Recurre al kitsch, busca la aclamación, practica y desea cultivar un criterio asimétrico. Fabrica una expectativa: cinco días de especulación son cinco días de distracción. Recuerda al plebiscito de Pablo Iglesias sobre el chalet de Galapagar, o al Sánchez herido de la entrevista con Évole. Personaliza el caso y a la vez lo generaliza: los problemas del presidente obedecen a una persecución injusta, y quien lo critique está atacando la propia democracia.
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