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La cara luminosa de la ‘Big Pharma’

Miles de buenos científicos dedican su vida a investigar para las grandes firmas farmacéuticas, y las vacunas que han descubierto están en la calle

Javier Sampedro
Albert García.

La gran industria farmacéutica, o Big Pharma en su sinónimo despectivo, es seguramente uno de los sectores empresariales considerados más sospechosos por la población planetaria. Prefieren, se dice, investigar en la calvicie del mundo rico antes que en la malaria del pobre; manipulan, se dice, los ensayos clínicos de maneras sutiles para apantallar los efectos secundarios de sus moléculas estrella o amplificar sus propiedades curativas; presionan, se dice, a los gobiernos y a la OMS (Organización Mundial de la Salud) para que avalen sus fármacos nuevos y, en su caso, financien su coste para la población afectada; inventan, se dice, enfermedades inexistentes (disease mongering) para generar en la gente una necesidad superflua. Desde El tercer hombre –el primer thriller farmacéutico de la historia, con guión de Graham Greene— hasta El jardinero fiel de John le Carré, la Big Pharma se ha llevado suyo también en el arte.

Si un hada buena destruyera ahora mismo la Big Pharma, se habría cargado la mitad del avance de la medicina

Es fácil pensar así, y la historia reciente bulle con casos particulares que podrían avalar cualquiera de esos puntos. La comunidad médica y sanitaria hace bien en permanecer alerta ante cualquier abuso. Pero quedarse ahí es perderse la mitad de la historia. Porque, si un hada buena destruyera ahora mismo la Big Pharma, se habría cargado la mitad del avance de la medicina. Miles de buenos científicos dedican lo mejor de sus vidas a investigar para estos grandes laboratorios, y algún día habrá que hacer una lista de ellos y reconocerles su aportación a la ciencia. Un buen nombre para empezar puede ser el de Mariagrazia Pizza, descubridora de las vacunas contra la tos ferina y contra la meningitis B. Y sí, empleada de Glaxo (GSK), una de las grandes. Lee en Materia una interesante entrevista con ella.

El farmacéutico es un sector de alto riesgo. Una empresa puede invertir 10 años y una pasta gansa en una molécula que acaba estrellándose en el primer ensayo clínico. Un nuevo fármaco puede topar con la actitud hostil o indiferente de una agencia del medicamento o una dirección general de salud pública. Y las vacunas son el negocio más delicado de todos. Son medicina preventiva, y por tanto merecen apoyo público, pero una cosa que le pinchas al paciente una vez, o solo unas pocas, y le deja protegido toda la vida no es el modelo de negocio que tiene en mente un broker de Wall Street. Un abogado de colmillo retorcido puede convencerte a la salida del hospital de que la vacuna que le han puesto a tu hijo causa autismo. No es cierto, pero el dinero de los papeleos judiciales se lo llevará el abogado.

Pese a todo, gigantes farmacéuticos como Pasteur o Glaxo están creando vacunas innovadoras y eficaces. Tenlo en cuenta la próxima vez que veas El tercer hombre. Las cosas importantes siempre son mucho más complicadas –e interesantes— de lo que nos gustaría.

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