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Qué mueve a... Gladys Kalema-Zikusoka

La veterinaria que cura a los hombres para cuidar de los gorilas

La fundadora de Conservation Through Public Health, defiende la importancia de abordar a la vez la salud humana y la conservación de los primates en Uganda

La veterinaria Gladys Kalema-Zikusoka en la sede de Conservation Through Public Health, en Entebbe (Uganda).
La veterinaria Gladys Kalema-Zikusoka en la sede de Conservation Through Public Health, en Entebbe (Uganda).T.T.
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Entre los voluminosos libros de ciencia que abarrotan las estanterías de su despacho de Entebbe (Uganda), la veterinaria Gladys Kalema-Zikusoka guarda una copia amarillenta de No profit para dummies. Se remonta a su época de estudiante, cuando empezó a esbozar la idea de que para evitar la extinción de la población de gorilas en el país había que ocuparse a la vez de la salud de los humanos que residen cerca de los parques naturales. Las nociones básicas aprendidas gracias al libro se plasmaron más tarde en la fundación de Conservation Through Public Health [Conservación a través de la salud pública], una organización que intenta paliar los aspectos negativos del impacto del turismo sobre los primates, al mismo tiempo que se ocupa del empoderamiento de los habitantes de las zonas rurales.

La experta, una de las pocas mujeres en el país que se dedican a estos simios en peligro de extinción, preside la organización desde su nacimiento en 2003. Fue otra mujer, la zoóloga estadounidense Dian Fossey, la que contribuyó a avivar en ella la pasión por los primates, aunque el interés por la fauna se despertó en ella ya durante una infancia en la que estuvo rodeada de gatos y perros. A los 17 años Kalema-Zikusoka empezó a dedicarse a actividades de voluntariado en la naturaleza y hoy que tiene 47 continúa volcada en el estudio de los simios.

La visita como acompañante de un grupo de niños al Parque Nacional de la reina Isabel marcó un antes y un después en su vida. "Siempre quise ser veterinaria, pero allí me di cuenta de que deseaba dedicarme a la fauna salvaje. En esa época aún no estaba tan desarrollado el turismo de gorilas y solo se podían ver en una zona. Deseaba mucho encontrarlos, pero no eran accesibles", recuerda con una sonrisa.

A medida que recibía formación universitaria en Inglaterra y en Estados Unidos, a ese primer trabajo como voluntaria se fueron sumando verdaderos empleos. Las propuestas llegaban casi por casualidad, a través de cartas, cuando aún no estaba tan extendido el uso de correo electrónico en el país.

La primera vez que vio a un gorila fue "increíble", asegura. "Mi tarea consistía en recoger muestras de sus heces para analizarlas. En cuanto me dieron el trabajo, tuve gripe y no me pude acercar a ellos durante los primeros días. ¿Te lo puedes creer? Me sentía tan frustrada, estando ahí, tan cerca, después de tanto tiempo deseando verles". Cuando por fin pudo hacerlo, confiesa que no fue tan fácil conseguirlo, porque los gorilas no estaban acostumbrados a la presencia de humanos. Hoy, sin embargo, el desarrollo del turismo ha contribuido a que los primates no tengan tanto miedo a los hombres.

Uganda a menudo se cita como ejemplo de éxito en la conservación de la fauna silvestre. Actualmente, unos 880 gorilas de montaña viven en el Parque Nacional de la Selva Impenetrable de Bwindi –en el suroeste del país– y el de Virunga –cuyo territorio se extiende entre Uganda, Ruanda y la República Democrática del Congo–. La población está creciendo en los últimos años, puesto que las amenazas a la especie se han reducido, así como la caza furtiva, y las comunidades rurales están cada vez más implicadas en su conservación, según explica la veterinaria. El fin del conflicto en la República Democrática del Congo también jugó a favor de la prosperidad de la especie en el parque de Virunga, una zona que además está envuelta en polémicas por las prospecciones petrolíferas que pueden poner en peligro a la especie.

El turismo representa un arma de doble filo para los gorilas, asegura la veterinaria

El turismo es otro factor crucial para la conservación de los gorilas. En 2015, Uganda acogió a unos 1,3 millones de viajeros, según datos de la Organización Mundial del Turismo. Los visitantes de Bwindi se han disparado desde los 1.300 anuales al principio de los noventa hasta los 20.000 actuales. Cada turista paga por un permiso 600 dólares –de los cuales 10 se destinan a las comunidades locales que viven en los alrededores de las zonas protegidas– además de otros 40 por acceder a las reservas. Este coste elevado, sostiene Kalema-Zikusoka, se debe también a que solo cinco de los 12 parques naturales y tres reservas del país generan beneficios económicos, que se destinan a la conservación de la fauna en todo el territorio.

El turismo se ha convertido en una de las principales fuentes de ingresos del país, empleando de manera directa a unas 200.000 personas y generando oportunidades en un país en el que la tasa de paro juvenil supera el 80%, de acuerdo con las últimas estimaciones del Banco Mundial. Sin embargo, representa un arma de doble filo para los gorilas y, en algunas ocasiones, ha llegado a levantar polémica incluso por el trato reservado a comunidades locales, como los pigmeos Batwa, que hace dos décadas fueron alejados de sus tierras para el desarrollo de esta industria.

El gorila Kanyonyi, al que se inspira el nombre del café producido por la organización.
El gorila Kanyonyi, al que se inspira el nombre del café producido por la organización.CTPH

"Los gorilas no habrían sobrevivido sin el turismo y está demostrado que donde los lugareños se benefician de esta actividad se ha reducido la caza furtiva", mantiene la fundadora de Conservation Through Public Health. La veterinaria no esconde que también hay aspectos negativos. "Los gorilas han perdido el miedo a los humanos. Piensan que todos son buenos y se acercan a ellos, inclusos a los cazadores, o salen de los parques, roban las bananas de los árboles o destrozan las propiedades". La consecuencia que más le preocupa es que se exponen a riesgos de enfermedades comunes entre los hombres como gripe, sarna, tuberculosis, diarrea. Aún así, defiende, ha sido necesario "sacrificar" a la mitad de la población de Bwindi para que se acostumbrara a los turistas por el bien de toda la especie.

Los turistas no son los únicos que pueden transmitir enfermedades a los gorilas. "Trabajando como veterinaria en los parques nacionales ugandeses, un día me topé con un brote de algo que parecía sarna y que nunca había observado en la especie. El vínculo estaba claro: se trataba también de la enfermedad de la piel más común en las aldeas cercanas, debido a la pobreza y la escasa higiene de la población", incide Kalema-Zikusoka. De ahí la idea germen de su organización. Se iniciaron así los primeros programas de higiene entre las comunidades rurales, que luego se extendieron al estudio de la interacción entre tuberculosis y fauna silvestre.

Conservation Through Public Health, una organización pionera en este tipo de enfoque, actúa a través de personal sanitario que visita las aldeas remotas para hablar de higiene, VIH y promover la planificación familiar. "Nos dimos cuenta de que era más efectivo abordarlos con estos temas y de cómo se traducirían en una mejora de sus condiciones económicas y, en paralelo, de la conservación de la fauna silvestre, antes que explicarles la importancia de salvaguardar a los animales", asegura la presidenta de la institución.

Las comunidades que se involucran en las actividades reciben también incentivos como cabras y vacas, mientras que los pequeños cultivadores pueden integrar el proyecto de una nueva marca de café, que no podía llamarse de otra manera que no fuera Gorilla Conservation Coffee.

Los programas en marcha en la región del parque de Bwindi atienden potencialmente a las necesidades de una población de 20.000 personas, al mismo tiempo que acaba de empezar un proyecto en los alrededores de Virunga, que aspira a alcanzar al mismo número de beneficiarios.

"No ha supuesto mucho esfuerzo pedirles que formen parte de nuestras actividades. Su confianza en las instituciones que nos apoyan también se ha incrementado, porque sienten que se preocupan por ellos", observa la veterinaria. Para la experta es evidente también que las comunidades en las que trabajan son más tolerantes con los animales. "Recuerdo el caso de una aldea que adoptó a un gorila mayor, que había abandonado su grupo porque ya no podía seguirles en sus desplazamientos cotidianos y se había instalado entre los hombres. Los lugareños cerraban un ojo cuando robaba plátanos o causaba algún destrozo y cuando murió, al cabo de unos meses, todos fueron a rendirle un último homenaje".

Sobre la firma

Tiziana Trotta
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, principalmente en Planeta Futuro y en la Mesa Web. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Urbino (Italia), Máster en Ciencias Históricas, Filológicas y de las Religiones por la Universidad Sorbona (Francia) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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