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Una vajilla para comer con los ojos

Erick Leguay

NO SOLO LES sucede a los sinestésicos (aquellos que oyen sonidos y perciben sensaciones gustativas al tocar un objeto): hasta unas patatas fritas de bolsa saben mejor en un plato bonito. Cuando la vajilla resulta espectacular, comer en ella un sencillo huevo frito puede convertirse en un pequeño lujo. Algunas, como esta –la Rallye 24 de Hermès–, alcanzan la categoría de pequeña obra de arte doméstica. Hasta tal punto que muchos temen profanarla con un filete, aunque sea de buey de kobe. Fabricada en Limoges, la ciudad francesa célebre por sus manufacturas de porcelana, esta colección se inspira en los circuitos de automovilismo. Sus creadores –el diseñador Damian O’Sullivan y Benoît-Pierre Emery, director creativo de la división de Objetos y Mesa de Hermès– han tomado sus colores prestados de las escuderías clásicas.

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