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Moda: ¿Más abogados que diseñadores?

Los consumidores debemos adaptar nuestra demanda al respeto de los derechos humanos, no al revés

Exoperarios de los talleres textiles del Rana Plaza de Bangladesh trabajan en otro taller.
Exoperarios de los talleres textiles del Rana Plaza de Bangladesh trabajan en otro taller. A.M. Ahad (AP)
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Cuando se derrumbó el edificio de talleres textiles de Rana Plaza en Bangladesh, la muerte demás de un millar de personas generó un gran movimiento global de preocupación sobre cómo se produce la ropa que vestimos a diario. Y esa preocupación dio lugar muchos debates. De hecho, sacó a la palestra un aspecto oscuro del proceso de globalización: el modo en que se producen en países en desarrollo los bienes que consumimos en los países desarrollados.

En medio de aquella polvareda, me llamó mucho la atención descubrir que algunas marcas de ropa que lucen tan espléndidas en revistas y escaparates, confesaban no saber quiénes forman su cadena de aprovisionamiento. ¿Cómo podía ser? En Oxfam Intermón llevamos muchos años desarrollando una colección de textil de Comercio Justo hecha en India y que compite en el mercado con la marca Veraluna. Y les aseguro que para producir una colección es inconcebible no estar encima de los pedidos, de los plazos, de los controles de calidad…

En fin, que sabemos de lo que hablamos en referencia a la producción textil. Parece ser que la fórmula para hacerlo sin tener que estar tan encima, tan presentes, tan conscientes de cómo se está produciendo, tiene que ver con los contratos y sus infinitas cláusulas. Según estas, los fabricantes saben lo que les ocurrirá si no consiguen producir en las condiciones de calidad, tiempo y costes acordados. Uno diría que para tener una colección de moda en los países desarrollados haya que tener más abogados que diseñadores. Y la paradoja aparece cuando, habiendo pasado por las manos de tantos entendidos en derechos y obligaciones, se detecta que precisamente los derechos más elementales no han sido incluidos en ninguna cláusula.

Es una paradoja que tras pasar por las manos de tantos entendidos en derechos, los más fundamentales no aparezcan recogidos en los contratos de suministro textil

Los consumidores y consumidoras también tenemos contratos y acuerdos con quienes nos venden buena parte de los productos textiles. Y por escrito. Son tickets y etiquetas. Los tickets hablan del precio, la fecha, los impuestos (los de aquí, claro) y los derechos que tenemos. Las etiquetas hablan de la calidad del producto y de las recomendaciones sobre su lavado. También suelen poner en pequeño “Made in Bangladesh". Y ya está. Nada dicen sobre quién está detrás de su producción. De si se han respetado las normas laborales y medioambientales correspondientes. De si hay gente jugándose la vida por respetar esos contratos con nosotros.

La demanda lo es todo. Para las fábricas de los países del Sur y el Este de Asia. Para sus gobiernos, que tratan de atraer y retener inversiones. Para las marcas, que tratan de satisfacerla a toda costa. Y para los consumidores y consumidoras que también saciamos, al menos momentáneamente, nuestras demandas.

Oxfam Intermón lleva 23 años trabajando en Comercio Justo y siempre hemos identificado la demanda como una oportunidad para el desarrollo. Pero esa oportunidad se concreta cuando los contratos contemplan los derechos de todos, no solo de quienes consumimos. También de los productores. “No les rebajes” es el lema de nuestra campaña. Cuando finalice esta iniciativa queremos contabilizar el número de personas que demuestran con su compra su preocupación por cómo está hecha la ropa. Nuestra intención es que el sector textil convencional vea en el aumento de esas ventas una reclamación por parte de quienes formamos la demanda. Porque nos corresponde, como consumidores y consumidoras, adaptar nuestra demanda al respeto de los derechos humanos y no permitir que estos se adapten para respetar nuestra demanda.

Juanjo Martínez es responsable de las Tiendas Ciudadanas de Comercio Justo de Oxfam Intermón.

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