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Perfil

Kostadinka Kuneva, la voz de los ignorados en la Eurocámara

oLIVER HANSEN

LANZA PALABRAS como dardos, segura, reflexiva y serena, tras unas gafas de sol. Camina despacio, con la cabeza alta y acompañada por una ayudante. Su rostro es una cicatriz viva, la huella de la intolerancia. A Kostadinka Kuneva (Silistra, Bulgaria, 1964) la vida le cambió al girar una esquina mientras volvía a su casa. Un instante de odio cruel en el siglo XXI que no ha conseguido acallarla. Kuneva ya había recibido amenazas telefónicas por su lucha para mejorar las condiciones laborales de las limpiadoras del metro y su labor como sindicalista. La madrugada del 23 de diciembre de 2008, en Atenas, un hombre le arrojó ácido sulfúrico al doblar la calle a la salida del trabajo. Un gesto que destrozó su rostro y su vista (solo tiene visión parcial de un ojo). “El ácido también atravesó mis órganos internos, causándome un gran daño en el esófago, estómago, cuerdas vocales y pulmones. Estar viva hoy, aún con una discapacidad elevada, me llevó mucho tiempo de recuperación en el hospital y 31 operaciones durante seis años”, recuerda. No se encontró a los culpables.

Como mujer, inmigrante, ex trabajadora de la limpieza y víctima de la violencia, Kostadinka Kuneva forma parte de los sectores tradicionalmente ignorados por la política. Desde hace dos años y medio, su voz, quebrada pero directa, se escucha en el Parlamento Europeo como eurodiputada de Syriza. Los trabajadores, las personas con discapacidad, los inmigrantes y las mujeres constituyen su agenda política. En 2016 presentó como ponente, en la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género, el Informe sobre las trabajadoras domésticas y las cuidadoras en la UE, aprobado en la Eurocámara el pasado abril. Páginas repletas de datos, directos y certeros, como que el 88% son mujeres, un 30% no puede ejercer sus derechos laborales y un 33% está excluido o no tiene acceso a una baja maternal.

Licenciada en Historia y Etnografía por la Universidad de Skopie, Kuneva apuesta por la adhesión de la UE al Convenio de Estambul, el marco básico para la prevención y lucha contra la violencia doméstica y contra las mujeres (vinculante en España desde agosto de 2014). “La discriminación de género no tiene cabida en el siglo XXI, es un chovinismo basado en una idea exagerada del patriarcado que no refleja la realidad social contemporánea”, sentencia desde su despacho belga.

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