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La papilla que alimenta a Camerún

Tanty nació gracias al esfuerzo de un vendedor ambulante por cambiar el mercado laboral de su país. Sin discriminación por etnia o género, la empresa dirigida por Thierry Niamen emplea a decenas de jóvenes y nutre a millones de personas

La empresa emplea a decenas de jóvenes, sin discriminación por etnia o género.
La empresa emplea a decenas de jóvenes, sin discriminación por etnia o género.Alberto G. Palomo
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Sus años de estudio en Ucrania le generaron dos sentimientos contrapuestos. Al menos, para lo que la educación soviética planteaba. Por un lado, la idea de futuro de Thierry Niamen estaba ligada al bien común de su país, Camerún. Por otro, le apetecía emprender, hacer algo privado. De esta forma empezó con una mezcla de ambas posturas: crearía un negocio propio, pero que ayudara al resto de la gente. Así nació Tanty, unas bolsas de frutos secos o cereales molidos que facilitan la preparación de papillas, típicas en la gastronomía de Camerún. Ahora, con una compañía estructurada y una extensión comercial deslumbrante, alimenta a su país cada mañana. De forma barata, sencilla y empleando a jóvenes sin discriminación de etnias o género.

Pero no lo ha tenido fácil. Aunque en estos momentos se pueda decir que Niamen es, usando esas expresiones tan de moda en el lenguaje empresarial, un self-made man, empezó siendo un buscavidas. El hombre hecho a sí mismo de 47 años, ingeniero agroquímico, emprendedor y líder de una compañía en expansión, tuvo altibajos. Como cualquiera. Su vuelta de Ucrania a Camerún cuando acabó la carrera, hace una década, le sacudió la ilusión del regreso con un gran jarro de fría realidad. Su país de residencia no era ese erial en el que los sueños de mejora se cumplan de un día para otro. Ni siquiera con una formación privilegiada. Venía con ganas de internarse en el mundo laboral, de aportar los conocimientos adquiridos, pero no había hueco para él. En un país de PIB minúsculo, inferior a 30.000 millones de euros (España tiene 1,37 billones), situado en el puesto 94 de la clasificación mundial, ninguno de los más de 700 currículos que envió obtuvieron respuesta.

La solución: agarrar el potencial de la mano. Con un molinillo casero, salió por las calles a vender el grano que compraba en el mercado (maíz, soja, cacahuetes). Lo envasó en bolsitas del tamaño de una ración de la papilla que solían preparar las madres a sus bebés. Les ahorraba tiempo y apenas costaba unos francos más. A cambio, eliminaba el proceso de separar las partes en mal estado y de dejarlo homogéneo, sin grumos, apto para tomar. Una furgoneta, una habitación para sacos y el día por delante. Así estuvo una temporada, hasta que el producto alcanzó cierta notoriedad y necesitó algo más grande, más mecanizado.

El lugar lo encontró a las afueras de Yaoundé, la capital, de unos 2,5 millones de habitantes. Alejado del caos urbano, entre dos descampados con plantaciones domésticas de cacahuetes, un edificio bajo aloja en la actualidad a 73 trabajadores. La media de edad, 25 años. "No hay nadie que supere los 40", dice Clarisse Fondzewong, directora de comunicación, en la recepción. Las materias primas proceden de todo el país. Y se empaquetan unos 1.000 kilos al día. Las medidas de seguridad son exquisitas. Imposible pasar sin protección en zapatillas, pelo y ropa. Nada puede contaminar los valores del producto, que presume de tener hierro, calcio y 15 vitaminas de manera natural.

Quizás no ha cambiado el mundo, se puede pensar, pero sí ha dado un paso adelante para espabilar a sus compatriotas

"Lo pensé a los 27 años, hace dos décadas", cuenta poco después Niamen, que en los últimos tiempos ha copado varias páginas de los diarios nacionales y ha recibido menciones por su labor. "Me llevó cinco ampliarlo y comprometerme a algo tan serio", dice mientras factura una media de 10 millones de francos centroafricanos (CFA) libres al mes –15.245 euros, aproximadamente— y tiene sucursales de la compañía repartidos por seis regiones y otros dos países: Gabón y Congo. "La política que tenemos es que todo camerunés tenga opciones a un trabajo. Esto no se hace por dinero sino por dar empleo".

Su preocupación llegó también viendo las cifras de paro de su país. En Camerún —con cerca de 24 millones de habitantes, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)— la tasa de desempleo se calcula en un 4,4%, pero el empleo existente es especialmente precario. La gente suele trabajar por cuenta propia, en el campo o en la ciudad, y se ciñe a la supervivencia del día a día. "El trabajo en Camerún es inexistente. El mercado está devastado. Hay un 27% de jóvenes sin empleo", apunta Niamen, "y hemos llegado a este punto porque ni el Gobierno lo favorece ni los habitantes encuentran más allá del sector público: Ejército, ministerios…".

"La gente de este sector vive mano a mano de la corrupción y no avanza", incide desde la posición de quien cree firmemente en un cambio de mentalidad, incluso si se alejan de los postulados que asimiló en Ucrania. "El camino para mejorarlo es ayudar a las empresas para que se desarrollen ellas mismas", señala. Es lo que él hizo. Sin subvenciones ni patrocinios. Con el tesón de quien empieza moliendo unos cacahuetes en casa para venderlos en polvo y la ambición de quien ve en ese ejercicio costumbrista la vaca del cuento de la lechera.

En su caso, el final fue favorable. Varios miembros de la empresa manejan con soltura los elementos en la cadena de montaje, por ponerle —de nuevo— un término empresarial. En realidad, el edificio se divide en dos plantas. El sótano almacena el pan para rallarse que va en las salsas y la soja o los cacahuetes que están por pasar por la máquina. Arriba, un experto analiza cada grano que sale de la trituradora (industrial, no como fue la primera) y varias personas controlan el resto del proceso. Se contabilizan todos sus nutrientes, se identifican posibles alérgenos y se empaquetan en bolsas pequeñas o en cubos de hasta cinco kilos.

Thierry Niamen, fundador de la empresa.
Thierry Niamen, fundador de la empresa.Alberto G. Palomo

Niamen sigue defendiendo su negocio: "Solo el sector privado puede proporcionar puestos de trabajo y motivos para que la gente piense en desarrollarse, en mejorar sus condiciones".

El sector de la agricultura aglutina a más de 85% de la población. Eso significa que si quieres cambiar la situación tienes que modificar, ante todo, la forma de pensar. Y los cameruneses creen que necesitan trabajos, no vivir de salarios bajos", aduce. “Lo que pasa muchas veces es que no quieren trabajar para ellos mismos. Estamos educados para recibir un salario pésimo. Y no tenemos esa pedagogía de inventar, de tener competencias para hacer algo por nuestra cuenta. Y eso que el futuro depende de esa franja que crea trabajo y empuja a una especie de clase media".

Cuando él salió de casa con su furgoneta por primera vez no pensó que el empeño le llevaría a crear esa parcela de progreso que sugiere necesaria. Entonces, su sustento eran unos polvos metidos en bolsas transparentes. Sin personalidad ni marca y con la aún arraigada costumbre de comprar en el mercado los granos y hacer todo en casa. Luego introdujo el nombre de Tanty, que alude al apodo cariñoso de "tía" (aunty, en inglés), con solo una variante. Ahora tiene una gama de 14 productos, habiendo superado el escollo de la costumbre y luchando contra algunos de sus competidores como el grupo Nestlé, que la gente prefiere porque “se cree que es mejor al ser de fuera”.

Quizás no ha cambiado el mundo, se puede pensar, pero sí ha dado un paso adelante para espabilar a sus compatriotas. El ritmo del mundo moderno, a pesar de sentirse más detenido en estas latitudes, apremia a la velocidad. Así como a la inclusión femenina al trabajo. Y ambas cosas son incompatibles con la manera tradicional de cocinar. Por eso Tanty tiene una labor social: sin ser exclusivo, con precios de unos 150 CFA (algo más de dos euros), permite que mucha gente se nutra a diario, aunque Camerún se sitúe en el puesto 150 del Índice de Calidad de Vida de la ONU con un 40% de la población por debajo del umbral de pobreza.

"Nuestro motor es satisfacer a los clientes y mejorar el empleo", subraya Niamen. Su compañera Clarisse lo repite con datos: "Si los costes de nuestras materias primas fluctúan, nosotros llevamos a cabo dos acciones: si suben, lo vendemos al mismo precio; si bajan, lo bajamos", sonríe. Tomando la cita del libro de Alex Perry La grieta. El despertar de África que dice "la naturaleza crea la sequía, pero solo la mano del hombre crea hambrunas", se puede enfrentar el caso de Tanty. Aquí la mano de un hombre también ha modificado los hábitos alimenticios de la población de Camerún. Para mejor, aunque todavía quede camino por recorrer.

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