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"Soy el último español que puede comer de todo sin vetos"

Patricio Crooker

El auge del vegetarianismo, del veganismo, de las alergias alimentarias o de la celiaquía han convertido a Samuel en el último español vivo que puede comer ­cualquier cosa, “sin manías y sin vetos”. Este ejemplar único no conoce alimento que se le resista ni ingrediente que se le indigeste. “Soy un excéntrico, en los restaurantes me miran raro, pero como de todo porque así nací”, asegura.

¿Cuándo se hizo usted omnívoro? No fue una decisión consciente, no me apunté a ninguna moda. Le juro que antes era lo normal, los humanos éramos así. Lo que pasa es que unos pocos empezaron a poner pegas a ciertos platos, a ciertos alimentos, y la cosa se ha extendido hasta el punto de que he sido yo el que me he convertido en el raro.

No hay ninguna ideología vinculada a su hábito de comer de todo. En absoluto. Cuando tengo hambre, como lo que se me ofrece, o lo que yo mismo puedo cocinar. Sin discursos, sin teorías.

Eso denota cierta voluntad de adaptarse a las circunstancias, cierto estoicismo. Incluso cierta mirada nostálgica al origen de la especie. Insisto: no busco nada, no defiendo ninguna filosofía. Es el hambre, la necesidad fisiológica, lo que me lleva a comer cualquier cosa comestible, que no me siente mal. Y de verdad que nada suele sentarme mal. Pero no quiero demostrar nada.

Comer carne no es, pues, un tipo de provocación. Respeto que otros no coman carne, se lo juro. Pero yo no tengo problemas con este tema. Cuando leo la carta de un restaurante no me pongo a dar discursos o a hacer peticiones raras al camarero. Elijo los platos que quiero y los pido y me los sirven y me los como y punto pelota.

Cuando leo la carta de un restaurante no me pongo a dar discursos o a hacer peticiones raras al camarero.

Y la gente se sorprende. Creen que les vacilo. Me sacan el tema de los frutos secos, de las trazas de gluten, de las bebidas azucaradas… como si fuera a tirarme de un puente.

Tiene una hija celiaca y un hijo alérgico a los cacahuetes. ¿Cómo llevan el hecho de que su padre sea omnívoro? Es un tema un poco tabú. En casa procuro no comer de todo si están ellos delante. El arroz, por ejemplo, lo sustituyo por la quinua, que se supone que es más no sé qué.

Lo lleva en secreto, pues. Es que no quiero que mis hijos se avergüencen y tengan que dar explicaciones en el colegio. “Tu padre es omnívoro, tu padre come de todo…”. Los niños tienen muy mala leche, incluso los que no son intolerantes a la lactosa.

Puede que sea un adelantado a su tiempo. Es un tema que no depende de mí. Yo el tema alimentario se lo delego a mi sistema digestivo. Y el organismo no entiende de modas ni de tendencias sociológicas, va por libre.

Podríamos decir que defiende una “organismocracia”. Dejar que sea el cuerpo el que tome las riendas de su dieta. Yo a esto lo llamaría “senti­docomuncracia”, pero póngale el nombre que le dé la gana. Cómo me llamen los demás es algo que tampoco me quita el hambre.

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