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MIRADOR
Columna
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Capitalismo

Ante los grandes fraudes, las manipulaciones y el pillaje en general, las medidas suelen ser demasiado tibias

Jorge M. Reverte
Un avión suizo sobrevuela la sede del HSBC en Londres.
Un avión suizo sobrevuela la sede del HSBC en Londres. Peter Nicholls (REUTERS)

La canción country norteamericana cuenta con una larga tradición de protesta contra el sistema, de bronca engranada con la de los sindicatos y de muchas personas a título individual que pretendían denunciar los abusos, y apoyar las luchas individuales o colectivas contra ellos.

Una música muy diferente a la que tiene su mayor manifestación en Nashville, donde la tradición y el contenido artístico son elementos cruciales. La canción reivindicativa que encarnaban Woody Guthrie, su hijo Arlo, pero también Pete Seeger y otros hasta llegar a Bob Dylan, sigue viva en Estados Unidos. Hubo una mujer, Barbara Dane, que hizo popular una canción titulada I hate the capitalist system (Odio el sistema capitalista), que cantaba con más convicción que arte, y se hizo fugazmente famosa. Esta parte de la canción americana es tremendamente ingenua, pero no infantil.

Ahora en Europa, el capitalismo parece haber decidido darle una respuesta igualmente franca y sencilla a esta canción.

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Por ejemplo, Volkswagen, la mayor empresa capitalista de Europa, había puesto en marcha un sistema gigantesco de fraude ambiental. Europa ahora amenaza a varios países, entre ellos España, con sanciones graves si no multa de manera adecuada a ese tipo de infractores. Todos sabemos que las grandes empresas no tienen que hacer mucho para que se sepa que pueden, por ejemplo, cambiar de localización sus instalaciones en función de lo amistoso que sea el Gobierno. Mensaje sencillo.

Y sencillo es el mensaje de los grandes bancos JP Morgan, Crédit Agricole, HSBC, Deutsche Bank, Barclays, Royal Bank of Scotland y Société Générale, que han manipulado el euríbor para forrarse a costa de los ciudadanos. Bruselas, una vez más, se lo ha impedido, con otro mensaje sencillo en forma de multa.

España también ha contribuido seriamente a esta historia universal de la infamia. Los que fueron gestores de Bankia, destacadamente Miguel Blesa, Ildefonso Sánchez Barcoj y Rodrigo Rato, sostuvieron una “actitud depredadora” hacia la Caja para así llenarse —más— los bolsillos. Las palabras “rapiña” y “pillaje” figuran de forma llamativa en las conclusiones del fiscal Alejandro Luzón. En román paladino, los gestores de la Caja, que intentaron enlodar la imagen de alguien limpio como Jaime Terceiro, robaron y saquearon el banco para ponerse ciegos de dinero, como si no hubieran tenido unas remuneraciones más que generosas. Sencillo, ¿no?

Esta vez no ha tenido que intervenir Bruselas, nos ha bastado con Luzón. Todo es muy sencillo, tanto como para hacerle los coros a Barbara Dane cuando expresa las razones de su odio por lo que le hicieron a ella y sus amigos.

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