Se buscan refugiados. Razón: Magdas Hotel
Un establecimiento en Viena contrata trabajadores migrantes para fomentar la integración
“¿Qué podíamos hacer?”, se preguntó Gabriela Sonnleitner, directora del hotel, y su equipo, al ver lo que estaba sucediendo con todas esas personas que huían de la guerra de Siria y a las que no se les ayudaba a encontrar una salida a su situación. La respuesta la encontraron en una antigua residencia de ancianos de los años setenta, propiedad de Cáritas, y que estaba sin usar desde el 2012. La transformaron en un hotel. Un lugar de paso en el que bajo el mismo techo cohabitan diferentes tipos de viajeros; los que lo hacen por placer (los huéspedes) y los que se ven obligados a salir por la puerta de atrás (los trabajadores) por culpa de las guerras, la intransigencia y la opresión. Todo esto está muy presente en el Magdas, donde sus empleados suman 16 nacionalidades y hablan 27 lenguas.
Es un negocio autosuficiente. A pesar de su componente social se aboga por optimizar la lógica de mercado con ciertos modelos de negocio alternativo como el Magdas, que no renuncia a tener un balance económico saneado. “Tenemos que ganar dinero”, recalca la señora Sonnleitner. El hotel se puso en marcha gracias a un préstamo de Cáritas Viena de 1,5 millones de euros (a devolver en cinco años a contar desde el 2015) y al dinero recaudado por una campaña de financiamiento colectivo (57.306 euros). La directora confiesa: “No es mucho dinero si piensas que tienes que rehabilitar el edificio, además de restaurar y amueblar las habitaciones, entre otras cosas”.
Cáritas, a través de su tienda de segunda mano, Carla, aportó algunos muebles donados por la población local. Los profesores y alumnos de la Academy of Fine Arts Vienna y el estudio AllesWirdGut Architektur (que significa todo irá bien) pusieron su grano de arena para apuntalar el edificio, tanto por fuera como por dentro. Se aplicaron los conceptos de recycling y el upcycling, cosas que ya no funcionan volverlas hacer funcionar o darles un uso que no tenían. En las habitaciones que limpia Abena (mujer de Ghana) se pueden ver sillas serradas por la mitad convertidas en mesillas y el portaequipajes de un vagón de tren transformado en un estante. En la entrada y en el bar, las tazas de café se han transformado en azucareros y unas puertas viejas en espejos que cuelgan de las paredes, que están decoradas por una serie de posters realizados por uno de los dibujantes de la revista satírica francesa Charlie Hebdo. La barra la atiende Nasir, un hombre de 26 años y natural de Bangladesh. En aquel país nació el Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus (fundador del Banco Grameen para los pobres y desarrollador de los conceptos de microcrédito y microfinanzas) y fuente de inspiración para el Magdas Hotel.
Este proyecto de negocio alternativo brinda una oportunidad, en forma de puesto de trabajo, a personas procedentes de algunos de los países más castigados del planeta
Este proyecto de negocio alternativo brinda una oportunidad, en forma de puesto de trabajo, a personas procedentes de algunos de los países más castigados del planeta. Anita, una mujer de 28 años oriunda de Damasco (Siria) y Milana, de 24 años y natural de Grozni (Chechenia), reciben y atienden a los huéspedes en la recepción. La mayoría de clientes que se alojan en el Magdas no saben nada acerca de su filosofía, la descubren al registrarse el día que llegan. Como les pasó a una pareja de mexicanos los cuales se decantaron por este hotel por “su precio (66 euros la habitación doble más económica) y su ubicación (junto al Prater)”, según sus propias palabras. Gabriela Sonnleitner cree que es mejor que los huéspedes no conozcan el concepto Magdas porque así, cuando lleguen, se envolverán en la idea de negocio. "De lo contrario, si lo supieran antes de venir, quizá, nunca harían una reserva en este hotel”, reflexiona.
Esa idea de negocio solidario y singular pivota en torno a su plantilla, de la que la dirección del hotel está convencida de que es el valor añadido del proyecto. Es por ese motivo que solo rinden cuentas a Caritas Vienna´s Social Business Group y no cuentan con un inversor privado. Les demandaría recuperar lo antes posible la inversión, lo que se traduciría en tener que contratar otro tipo de personal que nada tiene que ver con sus trabajadores.
A Sidi –mujer de 22 años de Mombassa (Kenia), trabaja en el comedor–, Abdul (hombre de 46 años de Gambia, trabaja en la cocina) y Michael (hijo de un matrimonio filipino-alemán de 26 años, en el bar), entre otros, no se les pidió experiencia laboral previa. El departamento de recursos humanos del Magdas tiene en cuenta otros criterios sensibles a la situación del candidato al puesto. “Nuestra obligación para con los refugiados (y los migrantes) no se basa en que sea, precisamente, el tipo de trabajadores que buscamos. Hay una obligación en virtud de tratados internacionales que nuestros países han firmado que nos obligan a aceptarlos, aunque sean analfabetos”, explica José Ignacio, Coordinador del voluntariado del Magdas.
La plantilla suma 16 nacionalidades diferentes y entre todos hablan 27 lenguas
Todos ellos (los trabajadores del Magdas) conocen muy bien la dificultad a la hora de buscar empleo cuando se es refugiado y/o migrante: sin papeles en regla, sin conocimiento sobre la burocracia local, sin formación adecuada para acceder a un puesto de trabajo y sin hablar alemán. José Ignacio cuenta que regularizar un trámite de este tipo de expedientes puede prolongarse entre uno y dos años (en la actualidad, en el caso de los sirios, se está agilizando el proceso), tiempo durante el cual no sabrán si podrán o no quedarse en Austria, “lo que psicológicamente les causa mucho daño”, dice José. Por otro lado, durante ese limbo legal no pueden trabajar ni formarse, por consiguiente, no atesoran experiencia, no ganan dinero y no cotizan. Una vez se les reconoce el estatus de asilado pueden trabajar de manera legal, pero se topan con los problemas derivados por su tránsito en ese limbo legal y con los prejuicios, sobre todo en las zonas rurales. En esta coyuntura es donde entra en acción el Magdas y les ofrece a este colectivo una salida laboral y académica (les enseñan alemán), así como herramientas que les sirvan para desenvolverse en la nueva realidad social que les toca vivir e integrarse.
De este modo, por ejemplo, Hassan y Fati (trabajan en la cocina), los dos de 39 años y naturales de Siria y Gambia, respectivamente, se les aplica el convenio austriaco de hostelería. Igual que el resto de sus compañeros su salario es de 1.400 euros brutos (1.100 netos) y su jornada laboral de ocho horas. Cotizan, por consiguiente cobran paro cuando se quedan en situación de desempleo, y eso que “Nosotros no despedimos”, confiesa la señora Sonnleitner. A pesar de haber tenido un trabajador muy malo en su puesto y que formaba largas filas en la recepción, pero que, sin embargo, hacía reír a los clientes, quienes al final le pedían tomarse fotos con él, recuerda José Ignacio. Aunque no todo han sido risas, también hubo un cliente de Zurich que reaccionó de manera negativa al ser atendido por una persona negra. Aún así, por el momento, las buenas críticas se imponen y el Magdas gusta a los viajeros (Mag das significa me gusta esto) e invita a preguntar a gente como Anita, Milana, Sidi, Abdul, Hassan, Fati, Abena, Michael y Nasir cual es su historia.
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