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La resistencia del VIH a los fármacos retrasa la erradicación de la epidemia

La OMS calcula que la propagación de cepas resistentes generará 420.000 muertes en los próximos cinco años

Representación del virus del VIHFoto: reuters_live
Jessica Mouzo

El camino que se había enfilado en la lucha contra la epidemia del VIH ha comenzado a torcerse. Pese a los avances logrados en acceso al tratamiento antiviral —unos 18,2 millones de personas, casi la mitad de los infectados, tienen acceso a las terapias antirretrovirales, mientras que en 2001 apenas accedían un millón de infectados—, el virus ha desarrollado resistencias a los fármacos que amenazan con desandar el camino andado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que las resistencias del VIH a los tratamientos antirretrovirales ha pasado del 5% al 15% en cinco años en los países de rentas medias y bajas. Si no se ataja el problema, advierte, unas 420.000 personas fallecerán por esta causa en el África subsahariana de aquí a 2021.

La expansión de los fármacos antirretrovirales en países de rentas medias y bajas, donde la incidencia del VIH es mucho mayor, ha traído una consecuencia inesperada. Si bien se ha conseguido tratar a mucha gente con fármacos de primera línea (una combinación de tratamientos más baratos, potentes y en una pastilla única), los recursos de esos países siguen siendo limitados para monitorizar el éxito de los tratamientos y la adherencia de los pacientes a los fármacos. “Cuando el tratamiento funciona, el virus deja de replicarse y baja la carga viral en el organismo del paciente. Sin embargo, cuando el virus no responde al tratamiento, sube la carga viral y, aunque el paciente no note nada, el virus acumula mutaciones”, explica el doctor Roger Paredes, del centro de investigación IrsiCaixa y miembro del comité de la OMS de resistencias del VIH a los medicamentos. Según Paredes, la carga viral puede subir porque el paciente se olvide de tomar el fármaco o porque haya escasez de stock en las farmacias. “Los fármacos de primera línea son susceptibles a desarrollar resistencias más rápido porque una sola mutación en el virus ya puede generarlas”, reconoce el médico. En cualquier caso, añade, el gran problema al que se enfrentan los facultativos es que los hospitales de los países con pocos recursos no disponen de máquinas para detectar la carga viral, esto es, los equipos que ayuden a los sanitarios a comprobar si el tratamiento está funcionando o se han generado resistencias. Cuanto más tarden en detectar que el tratamiento no ha funcionado, mayor será la probabilidad de contagio y la acumulación de resistencias. En caso de que el virus se siga replicando, el paciente tendría que tomar los fármacos de segunda línea, mucho más complejos, tóxicos y caros.

Según la OMS, el 37% de los infectados en países de renta baja o media han desarrollado resistencias a los tratamientos

“Las resistencias del VIH son un poco alarmantes. Hay bastantes signos que indican que el porcentaje de personas con virus resistentes a los fármacos han aumentado. En algunas zonas, han crecido hasta el 20%”, advirtió la responsable del programa de la OMS de resistencias del VIH a los medicamentos, Silvia Bertagnolio, durante unas jornadas sobre el fin del VIH en África celebradas el pasado martes en el Cosmocaixa de Barcelona. Según la OMS, el 37% de los infectados en países de renta baja o media han desarrollado resistencias a los tratamientos y un 15% de las nuevas infecciones lo hacen directamente con un virus resistente.

Los expertos achacan a estos virus resistentes el estancamiento en el número de nuevas infecciones, que se sitúa alrededor de los dos millones de personas cada año. Hasta 2010 la cifra seguía una tendencia decreciente pero, desde entonces, ronda los dos millones. Si el tratamiento funciona, la carga viral en el organismo es indetectable y el paciente no puede transmitir el virus. Sin embargo, si el virus se escapa a la acción de los fármacos y el tratamiento fracasa, la carga viral sube y se abre una ventana donde el paciente puede infectar a otras personas. La falta de un control periódico de la carga viral, amplía este período de ventana. “Nos estamos encontrando que, en países de ingresos reducidos, hasta el 80% de los pacientes en tratamiento tienen el virus indetectable en sangre pero del otro 30%, el 90% tiene virus muy resistentes”, apunta Paredes.

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Para atajar este nuevo frente que se ha abierto en la lucha contra el VIH, los expertos proponen acercar las plataformas tecnológicas de detección de carga viral a todos los centros. “No se trata de descubrir cosas nuevas, sino de aplicar las que ya existen y sabemos que funcionan. Aquí en Europa también teníamos un problema con las resistencias del VIH en 2004, pero han ido disminuyendo porque tenemos mecanismos para ver cuando el virus se está replicando y tratamientos más fuertes para darle a los pacientes si eso sucede”, señala el médico de IrsiCaixa. En los países desarrollados, los facultativos pueden saber casi de forma instantánea la carga viral del paciente y tomar la decisión más adecuada. En África, en cambio, los médicos pueden tardar de nueve a 15 meses en tener la información necesaria para tomar esa misma decisión.

Con el objetivo 90-90-90 sobre la mesa — que en 2020, el 90% de las personas con VIH conozcan su estado serológico, que el 90% de las personas seropositivas accedan al tratamiento y que el 90% de los infectados que reciban tratamiento tenga una carga viral indetectable—, una de las líneas estratégicas que prepara Paredes, por ejemplo, es en desarrollar tecnologías de secuenciación masiva de virus para reducir costes. “Trabajamos en nevas tecnologías que permiten detectar las resistencias con más robustez y para eso, analizamos muchas muestras a la vez. Lo que tenemos que hacer es mejorar los test de resistencia, acercar los test de carga viral a los centros donde se toman las decisiones, y trabajar con la OMS para crear guías y recomendaciones de abordaje”, indica Paredes. El test de resistencias tendrá una aplicación antes de empezar el tratamiento porque los facultativos pueden conocer a ese 15% que generará resistencias y dirigirlos directamente hacia los tratamientos de segunda línea, sin perder tiempo ni dinero administrándole fármacos de primera línea que previsiblemente fracasarán con ellos. El equipo de Paredes también trabaja para simplificar los algoritmos bioinformáticos con los que funcionan esas máquinas de detección de carga viral, para que cualquier agente de salud pueda utilizarlas.

Según Bertagnolio, si no se aborda esta amenaza de las resistencias, en 2030 se contabilizarán 870.000 muertes más, 485.000 nuevas infecciones y los costes de los tratamientos aumentarán en 6.700 millones de dólares. “Si no hacemos nada, retrocederemos a los niveles de hace 10 años”, advierte Paredes.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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