Las aves también concilian
Las parejas de aves monógamas comparten la incubación y se turnan para que el nido esté siempre cubierto
El 90% de las aves son socialmente monógamas y comparten las tareas de incubación. Para conseguir que el nido esté siempre cubierto, las parejas deben ponerse de acuerdo y adaptar sus actividades al cuidado del nido. Un equipo de 76 investigadores de varios países ha estudiado estos periodos de incubación en aves limícolas de todo el mundo, que son aquellas que viven en zonas húmedas, y los factores que determinan la frecuencia con que el padre y la madre se intercambian el cuidado de los huevos. Los resultados, publicados en la revista Nature, indican que el motivo principal para turnarse en el nido es la estrategia que la pareja utiliza para hacer frente a los depredadores.
Los investigadores han recogido datos de los periodos de incubación de 32 especies de aves durante más de 20 años, desde 1994 hasta 2015. En total, han estudiado 34.225 episodios de incubación en 729 nidos mediante varios métodos de observación y seguimiento. Las aves limícolas hacen sus nidos en el suelo y los cubren de forma constante.
Los resultados indican que no existe un único patrón en cuanto al reparto de las tareas del cuidado del nido durante el desarrollo de los huevos. Cada pareja decide su propia estrategia de incubación y existe una gran variación tanto en el tiempo que pasa cada progenitor sobre el nido como en la frecuencia con que se intercambian los puestos. No solo hay diferencias entre especies, sino que incluso parejas de la misma especie que se reproducen en el mismo entorno también mostraron patrones de incubación distintos.
A pesar de que algunas parejas de especies parecidas o que viven en la misma zona mostraron similitudes en la forma de repartirse el tiempo de incubación, prevalecieron las diferencias. Martin Bulla, estudiante de doctorado del Instituto Max Plank de Ornitología, en Alemania, e investigador principal del estudio, señala que aunque no se han centrado en estudiar las diferencias entre machos y hembras, los resultados sobre este aspecto también son muy variables. “En algunas especies, la proporción es casi igual, pero en otras el macho incuba más incluso que la hembra”, explica Bulla.
Cada pareja decide su propia estrategia de incubación y existe una gran variación en el tiempo que pasa cada progenitor sobre el nido
“La cuestión en la que nos hemos centrado es en cómo deciden a quién le toca incubar, si al macho o a la hembra y en base a qué deciden eso. Y lo que hemos comprobado es que el factor más determinante es el riesgo de depredación de los huevos por encima de las necesidades alimenticias”, explica Jordi Figuerola, investigador de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y coautor del estudio. Las especies que responden activamente a los ataques de los depredadores y son capaces de defender su nido son las que se turnan con más frecuencia, llegando a hacer hasta 20 cambios al día. “Se turnan a menudo para que la pareja pueda comer y porque confían en su capacidad para defender el nido”, cuenta Figuerola.
En cambio, las que eluden a los atacantes mediante la cripsis, es decir, camuflándose con el entorno, pueden pasar hasta 50 horas incubando el nido sin comer y sin beber para no llamar la atención de los depredadores. “Estas especies confían mucho en el camuflaje del nido y en el suyo propio para protegerse de los ataques. Y aguantan todo lo que pueden incubando para moverse lo menos posible y evitar ser detectados”, cuenta Figuerola que señala el esfuerzo que supone para un ave tan pequeña pasar tanto tiempo sin alimento.
Además, existen casos particulares como por ejemplo, el chorlitejo patinegro. Se trata de una pequeña ave que cría en la playa y pone huevos de color marrón para que se camuflen con la arena y que los depredadores no los detecten. Tanto las hembras como los machos son de color marrón en la parte superior, pero el macho tiene unas coloraciones que lo hacen más vistoso. “Por lo que las hembras incuban de día y los machos, lo hacen de noche. Y se cambian automáticamente con el cambio de luz”, explica Figuerola.
Al estudiar los periodos de incubación de las aves, los investigadores hallaron un detalle que no esperaban. Las aves que pasan mucho tiempo incubando los nidos para evitar ser detectados por los depredadores eludieron el ritmo biológico natural, de 24 horas, que coincide con los cambios ambientales que se producen con los ciclos de luz y oscuridad, llamados ciclos circadianos. “Solo el 22% de los nidos que estudiamos siguió el ritmo de 24 horas. Esto es sorprendente porque estar en sincronía con el medio ambiente se considera una ventaja, incluso para los humanos, y no estarlo se puede asociar con un mayor riesgo de enfermedades y muerte temprana”, concluye Bulla.
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