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MIRADOR
Columna
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El enjambre

Nuestro ‘router’ es parte del enjambre, y nuestro desinterés por la ciberseguridad un colaborador necesario

Javier Sampedro
Un hacker con capucha, ordenador, datos, informática, códigos binarios.
Un hacker con capucha, ordenador, datos, informática, códigos binarios. Getty

Oculto bajo el tráfico tupido de los tuits jocosos y del nuevo y fatigoso narcisismo de Instagram, instigado por poderes sombríos y disimulado en nuestras webcams o entre los electrodomésticos de nuestra cocina, opera el enjambre. Es el lado oscuro de la Red, donde nada es lo que parece y un ejército de informáticos a sueldo y bravos jóvenes de moralidad inmadura rastrean con voracidad las fisuras de la seguridad cibernética para abrir sus brechas en canal y empantanar nuestra plácida navegación. Presenciamos su última proeza el 21 de octubre, cuando Dynamic Network Services (Dyn), una firma estadounidense líder en la gestión de direcciones de Internet, recibió un ataque masivo que dejó tiritando a sus grandes clientes, como Twitter, PayPal y Netflix. Nadie está a salvo del enjambre.

¿De dónde proviene el ataque? Una primera respuesta es: de tu casa y de la mía, desocupado lector. A medida que la seguridad de los ordenadores y demás equipos convencionales ha ido mejorando, el enjambre ha desviado lo mejor de sus atenciones a la llamada Internet de las cosas. A estas alturas del siglo XXI no solo tu portátil y tu teléfono tienen chips (microprocesadores) conectados a Internet. También los tienen la webcam, el router de la wifi, la grabadora de vídeo y hasta la nevera de último grito. Si ya solemos ser lo bastante negligentes con nuestras contraseñas del ordenador, con esos otros aparatos ni se nos pasa por la cabeza cambiar la clave que facilita por defecto el fabricante, que puede ser 12345 o cualquier otro epítome del ingenio poético. El enjambre empieza por infectar miles o centenares de miles de esos cacharros con un software malicioso (llamado Mirai y disponible en abierto desde la semana pasada, por cierto) que permanece latente hasta recibir la señal para el ataque simultáneo. Nuestro router es parte del enjambre, y nuestro desinterés por la ciberseguridad un colaborador necesario.

Pero la pregunta ¿de dónde viene el ataque?, naturalmente, precisa también de una segunda respuesta, una que nos acerque, sin quemarnos, al instigador de los ataques y a sus objetivos inconfesables. Las autoridades norteamericanas se apresuraron el otro día a descartar que el ataque proviniera de un Gobierno extranjero, pero los expertos en ciberseguridad citados por The Economist discrepan. Sospechan de China o Rusia. Uno de ellos, Bruce Schneier, había publicado un mes antes del ataque una entrada profética en su blog: “Alguien está aprendiendo a derribar Internet”.

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