Iglesias contra Podemos
Subestimamos la capacidad de Podemos para apelar a votantes progresistas en todo el país con sus etiquetas y alianzas diferenciadas
Podemos lo tiene todo para ganar la hegemonía. Como el PSOE cuando desbancó al PCE, Podemos está a unos pasos de convertirse en la primera fuerza de izquierdas. Tiene un voto joven, visibilidad en los medios, experiencia de gobierno en grandes ciudades y astucia en la divisoria clave para la izquierda, que no es la ideología, sino la integración territorial.
Exageramos la lucha ideológica de Íñigo Errejón y Pablo Iglesias. El dilema entre atraer a los moderados o movilizar a los entusiastas es inherente a un partido. Siempre hay que ajustar el dial para encontrar la sintonía con los votantes. Y las discrepancias ideológicas son especialmente intensas antes de llegar al poder. A finales de los setenta, el PSOE parecía ideológicamente partido por la mitad cuando, en realidad, estaba a un paso del triunfo. Por lo que la actual división ideológica en Podemos indica que, como mínimo, es un partido muy dinámico.
Y subestimamos la capacidad de Podemos para apelar a votantes progresistas en todo el país con sus etiquetas y alianzas diferenciadas. La heterogeneidad territorial de Podemos no es un signo de debilidad, sino de fortaleza. Con una meticulosa ambigüedad, Podemos atrae tanto a partidarios de la reforma constitucional más cosmética como a soberanistas. Su defensa abstracta del derecho a decidir —sin precisar qué, cuándo y cómo— satisface a un espectro amplio. Por el contrario, el PSOE ha dejado de ser ese partido plural que sentían suyo quienes luchaban por las libertades colectivas ya fuera en Badalona o Badajoz. En muchos lugares, el PSOE es percibido como un apéndice de las instituciones del Estado, no como una fuerza transformadora de las mismas. Ahí, el radicalismo ideológico de Podemos asusta menos que el estatismo del PSOE.
Mientras el PSOE se desangra, Podemos se dibuja poco a poco como el partido de referencia para los votantes de izquierdas. Es cuestión de tiempo. Si no toca el timón, Podemos va rumbo a la victoria. Pero Pablo Iglesias es impaciente. Y, justo cuando toca adoptar un perfil bajo, decide hacer más ruido que nunca, espantando a unos exvotantes socialistas en lento goteo hacia Podemos. @VictorLapuente
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