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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Twitter o cuando el tamaño sí importa

La red nos ha dado una alegría al retirar los vídeos y fotos de la dosis de caracteres que reserva para cada una de nuestras ideas, aunque sean brillantes

Berna González Harbour
Un cartel de Twitter en la Bolsa de Nueva York.
Un cartel de Twitter en la Bolsa de Nueva York.ANDREW BURTON (AFP)

¿Cuánto mide un pensamiento? ¿Acaso se puede estirar una idea? Como el gas, las reflexiones se expanden por el máximo espacio disponible sin que sepamos si esa forma de riego por aspersión es buena, o si, por el contrario, con ello vamos a provocar una explosión. Las ideas del siguiente artículo de Opinión deben contenerse en 1.100 palabras y las del siguiente, en 750, y pobre de quien intente un Acento como el que usted está leyendo en más de 500. Todos somos prolijos y parece que necesitamos una clarísima acotación.

La métrica de la poesía sirvió a Antonio Machado para crear arte deslumbrante en el marco aparentemente inflexible del soneto, como los refranes trasladaron la sabiduría popular en frases cortas y pegadizas o los salmos bíblicos nos enseñaron maravillas.

Aforismos, pareados, haikus, tuits. Lo corto puede ser bello y lo acotado, más aún. El autor portugués Gonçalo Tavares cuenta que él pasa más tiempo cortando sus novelas que en el borrador inicial y lo hace por respeto al lector: “Yo solo abro una frase si tengo algo que decir, y si es así intento decirlo lo más rápidamente posible y callarme”. En su última novela, Una niña está perdida en el siglo XX, uno de los personajes mide la inteligencia de las personas por su capacidad de disminuir el peso de las cosas materiales que acumula.

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Y abrir la frase, decirla y callarse es algo a lo que Twitter ha conseguido acostumbrarnos por fortuna para el resto de la humanidad. El mérito de las ideas es al fin y al cabo el efecto que pueden generar en los demás después de dichas y para ello ya sabemos que lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Y sin embargo, reconozcámoslo: Twitter nos ha dado una alegría esta semana al retirar los vídeos, fotos y gifs de la dosis de caracteres que reserva para cada una de nuestras ideas, aunque sean brillantes. Desde ahora, los 140 caracteres ¡son nuestros! Nuestros y de esa humanidad que creemos que nos espera como si tuviéramos algo realmente importante que decir y a la que tan injustamente privábamos de esas palabras que había que excluir si añadíamos elementos no verbales.

El prestigioso crítico literario francés Bernard Pivot se ha convertido en voz popular en Twitter y explicaba así este domingo las razones de su éxito en El País Semanal: “Muy sencillo: porque no trato a la gente como si fuera tonta. Escribo en Twitter igual que lo haría en un periódico. Intento divertir a mis seguidores, pero también quiero que aprendan algo. Me esfuerzo por no contar estupideces. A veces estoy a punto de escribir una tontería de mal gusto, pero la acabo desestimando”.

Para explicarlo, es cierto, necesitó más de 140 caracteres, pero mereció la pena. Los demás celebraremos que Twitter aprieta pero no ahoga, y ajustaremos nuestras pequeñas ideas al espacio acotado. Por si acaso se expanden como el gas y hay explosión.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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