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Rafael Amargo y la Coneja, duende de pata negra

Ambos artistas se profesan una gran admiración.
Pablo León

CUANDO RAFAEL Amargo nació, María la Coneja ya estaba ahí. “Siempre he sido muy amiga del papa Florencio”, apunta la artista, de 74 años, en referencia al padre de Amargo, aficionado al flamenco. Acaba de actuar con Amargo en Tiempo muerto 2, el último montaje del bailarín en clave contemporánea con el que este otoño se irán de gira por España. “El flamenco ha evolucionado mucho y la gente más joven baila muy bien, pero les falta algo: transportación, duende…”, opina ella. “Si no te han parido salvaje, no se puede hacer nada”, añade. Lo demuestra lanzándose a dar palmas. Amargo la sigue. Ella entona y se arranca por bulerías. Además de un vínculo emocional, Amargo y La Coneja comparten profesión. Se conocieron hace años con el espectáculo de Poeta en Nueva York del bailaor: “Ese día dije: ‘La quiero para mí, pero para toda la vida”. Con ella ha tenido vivencias tan extravagantes como actuar para el dictador libio Gadafi, depuesto y asesinado en 2011. “Nos cerró el teatro en Barcelona, donde teníamos función, y nos llevó una noche a Madrid para actuar en su jaima. Cuando salió La Coneja se quedó muerto”, recuerda Amargo. “Se enamoró de ella”.

“No sabía que estaba actuando para un demonio maldito”, apunta. Al salir a escena, la bailaora creyó que Gadafi estaba adormilado: “¡Que te duermes!”, le dijo intentando acercarse a él para zarandearle y espabilarle. En ese momento, dos guardaespaldas la pararon. “Es una mujer muy valiente”, dice el granadino. Ella reconoce que le admira y que le tiene cierta envidia: “Me quedaría de él ese color aceituna que tiene. Porque esto no es un baño violeta [en referencia a los rayos UVA], es auténtico. Un pata negra pura”.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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