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El mítico diluvio chino fue real

Los geólogos descubren evidencias de la Gran Inundación que originó la civilización china

Javier Sampedro
Varias personas son puestas a salvo en botes durante la Gran Inundación en la población de Hankou, China, en septiembre de 1931.
Varias personas son puestas a salvo en botes durante la Gran Inundación en la población de Hankou, China, en septiembre de 1931.Topical Press Agency / Hulton Archive / Getty Images

Un grupo de arqueólogos, geógrafos, geólogos y antropólogos chinos, junto a colegas norteamericanos, han hallado evidencias sólidas de la (hasta ahora) mítica Gran Inundación, o diluvio asiático, que desbordó el Río Amarillo y dio origen a la dinastía Xia, hace unos 4.000 años, y con ella al origen de la civilización china. Los Xia basaron su éxito político en su eficaz control de la catástrofe. Los científicos han reconstruido el terremoto y el corrimiento de tierras que causó uno de los mayores desbordamientos de la prehistoria, y han corregido en varios siglos las dataciones de los historiadores.

Los historiadores han situado el comienzo de la dinastía Xia en unos 4.200 años antes del presente, pero, si ese acontecimiento político coincidió con el desbordamiento catastrófico del Río Amarillo, la geología dicta que debe redatarse en 3.940 años antes del presente, más de dos siglos después de lo que se suponía. Esto es importante, porque hace coincidir la emergencia de la dinastía Xia con un hecho histórico capital: la transición del neolítico a la edad de bronce en el valle del Amarillo.

Los científicos han reconstruido el terremoto y el corrimiento de tierras que causó uno de los mayores desbordamientos de la prehistoria, y han corregido en varios siglos las dataciones de los historiadores

La Gran Inundación aparece mencionada en las obras historiográficas chinas más primitivas, como el Shujing (libro de documentos), que incluye cuatro capítulos dedicados a la dinastía Xia, y el Shiji (registros del gran historiador), escrito en el 85 antes de cristo por Sima Qian.

Un héroe legendario llamado Yu –después emperador Yu— ostenta el crédito de haber amansado el diluvio por la escasamente mitológica tecnología del dragado, y recibió de algún modo el mandato divino de fundar la dinastía Xia y la civilización china. Un potaje místico que, al final, parece contener algunos ingredientes de realidad, como todo buen cuento.

La historia del emperador Yu circuló de firma oral durante un milenio antes de aparecer en esos primitivos libros de historia. Es lógico, tal vez, que un buen número de académicos la hayan puesto en duda, conjeturando que se trata de un mito proveniente de la noche de los tiempos, mucho más viejo de los 4.000 años que se le atribuyen, y que –de un modo parecido a los mitos occidentales del diluvio universal— se revistió por entonces de cierta respetabilidad histórica con el simple objetivo de justificar un cambio de régimen. Es un escepticismo lógico: se han dado casos.

Ni el mito es exactamente un mito, ni proviene de la noche de los tiempos, sino de la época de la gran transición cultural que cambió el mundo por entonces

Pero los datos que Qinglong Wu, Shibiao Bai y sus colegas de dentro y fuera de China presentan en Science restan mucha razón a los escépticos. Ni el mito es exactamente un mito, ni proviene de la noche de los tiempos, sino de la época de la gran transición cultural que cambió el mundo por entonces –el inicio de la edad de Bronce—, y también del origen de la dinastía que centralizó y civilizó el continente, aunque con un par de siglos de error sobre la versión previa.

Los datos son duros y poco cuestionables: sedimentos característicos que se depositaron río abajo de la provincia de Qinghai, magnitudes (enormes) de las fuerzas que desataron la inundación, dataciones por radiocarbono de muestras vegetales y huesos humanos, y otras evidencias muy sólidas. Concluyen que “la inundación exhibe las principales características de la Gran Inundación que describen los textos antiguos”. La historia de la humanidad y la de la geología del planeta están más unidas de lo que acostumbramos a asumir.

 

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