Jared Leto: el misterio es la mitad de la belleza
Si alguien intenta explicarle quién es realmente Jared Leto, huya. No por lo complicada que pueda resultar la escurridiza figura de este actor impredecible, ídolo rock imparable, embajador de Carrera y, ahora, Joker para milénicos. Es que usar la lógica con él rompería la magia
Jared Leto tiene un problema de imagen, alegaría algún gurú del márketing. Y no tiene la menor intención de remediarlo. Cuando más listo parece para acabar en esos compartimentos etiquetados en los que se suele encajonar a las celebridades, más disfruta haciendo exactamente lo opuesto a lo esperado. Si resulta que lo toman por un actor conocido y respetado en Hollywood, va, abandona el negocio durante seis años y gana un Oscar a su regreso (ocurrió en 2014 con Dallas buyers club).
Si le tienen por una estrella del post grunge al frente de Thirty Seconds To Mars, la banda con la que embelesa estadios atestados de adolescentes con eyeliner que lo veneran como a un dios, coge el chico y pasa un fin de semana de acampada en un bosque de Malibú en comunión espiritual con un millar de esos mismos seguidores (echelons, escalones, los llama; odia la palabra fan); meditan alrededor de una hoguera, hacen karaoke y se dedican, en resumen, a todo aquello que nunca haría un músico que ha despachado diez millones de copias de sus discos.
Sigue habiendo gente tanto en Venezuela como en Ucrania luchando legítimamente por sus derechos, arriesgándose a perderlo todo
Tiene fama de artista intenso, pero luego es capaz de asociarse a obras comerciales como Escuadrón suicida, la cinta de superhéroes que estrena este 5 de agosto y en la que interpreta al Joker, algo así como el Hamlet del género por lo codiciado del papel. Para complicar más las cosas, tiene unos inexplicables 44 años y cara de acabar de llegar a los 30. Jared Leto es, en suma, alguien conocido por millones de personas a quien, gracias a estas maniobras, no conoce casi nadie.
Yo mismo, sentado frente a él junto a la piscina de su casa en Hollywood Hills, tampoco consigo aclararme. Estoy hablando con un tipo amable, introvertido, intrigante, meditabundo, que me ha saludado chocando el puño y que está engullendo un plato vegano. Pero hace media hora el equipo de ICON estaba fotografiando a un roquero que se movía ante la cámara como una pantera, carismático, visceral e hipnótico. Parece más cómodo ante 20.000 fans que ante mi triste grabadora.
¿Es esta la división entre el Jared actor y el cantante? “Bueno, hacer películas es como… escalar el Everest”, razona, enigmático. “Puede ser algo realmente doloroso y brutal. Te congelas, estás al borde de la muerte y cuando llegas a la cima, ¡oh, Dios!, apenas disfrutas esos cinco minutos de premio porque estás preocupado por tener que bajar. Una película puede conmover a la gente de la misma manera que su rodaje puede cambiarle la vida a un actor”.
Escalar el Everest requiere un proceso de adaptación: la respiración se acelera por la falta de oxígeno, el ritmo cardíaco se dispara. Escuchar cómo Jared Leto responde a una pregunta también requiere una adaptación. Será que es tímido, será que está completamente entregado al impenetrable personaje que quiere mostrarle a los medios. Al fin y al cabo, Leto es famoso por el compromiso salvaje con el que se entrega a su trabajo. En Escuadrón suicida, los siete supervillanos más peligrosos del universo DC Comics acceden, tras ser encarcelados, a colaborar con el gobierno en arriesgadas misiones secretas para limpiar su expediente: algunos de sus compañeros de reparto aseguran que ni tras semanas de rodaje conocen a Jared, solo a su Joker, la verdadera estrella de todo esto.
Para perfilar el papel, el intérprete se entrevistó hasta con psicópatas y, según la rumorología hollywoodiense, el papel no le abandonó durante meses. “Creo que el Joker vive en otro plano de la realidad, como un chamán”, ha explicado. “Es un papel muy tóxico. Al principio empecé a investigar todo acerca de él, pero tuve que parar porque ha sido redefinido y reinventado multitud de veces. Tuve que educarme a mí mismo y experimentar una transformación física. Además, el Joker encuentra placer en la violencia, por lo que me reuní con psiquiatras y personas que llevaban encerradas mucho tiempo”.
Hacer cine es como escalar el Everest, puede ser doloroso y brutal. Una película puede conmover a la gente de la misma manera que su rodaje puede cambiarle la vida a un actor
Le pregunto si siente una presión especial por tener que dar la talla ante un personaje que bordaron Jack Nicholson y Heath Ledger. Asiente con la cabeza. “Hice el mejor trabajo del que fui capaz. He tratado de hacer algo muy diferente, no podía ser de otra forma. Tuve que investigar nuevos territorios, aunque fuera a fracasar. Y en este punto, el resto depende de la audiencia. Hice lo que buenamente pude. Ya no puedo cambiarlo”.
La soledad del escritor de fondo
“He estado más horas subido a un escenario que ante una cámara. Me he sentido realizado con ambas cosas, pero el proceso es… diferente”, reflexiona, elevado, visual, abstracto, como debe sonar un artista cuando se le pilla sentado junto a la piscina de su casa de Hollywood. “Hacer películas es un proceso exageradamente colaborativo, hay mucha gente implicada. Hasta en la sesión de fotos de hoy: mira cuántos éramos. Para hacer una canción bastan dos personas, o menos: en mi caso, mi hermano, Shannon, y yo. Es algo íntimo que te permite ser tremendamente egoísta, y a veces serlo es importante porque te ayuda a escuchar tu propia voz. No lo recomiendo para todo, pero para la música puede ser maravilloso. Da igual si compones para que nadie te escuche o si eres Mozart. El proceso puede ser tan poderoso como el resultado”.
Tiene muchísimo sentido , pero ya no me acuerdo de mi pregunta. Podría parecer que Jared Leto le está gastando una broma larguísima a la humanidad, pero la realidad aconseja tomarlo como a un ser único que viene de un lugar tremendamente inusual.
El lado bueno de las cosas
Poco después de nacer Leto en Bossier City, Luisiana, en 1971, su padre abandonó el nido familiar y el muchacho nunca volvió a verlo. Se suicidó cuando él tenía ocho años. Jared se crio con su hermano y su madre, Constance, una acróbata de circo que educó a sus hijos en el nomadismo y en los valores del movimiento jipi. Vivieron en infinidad de sitios, incluido Haití, donde la familia trabajó en una clínica gratuita.
Cuando ganó el Oscar, en su sentido discurso de aceptación –unos dos minutos virales en los que se acordó de Venezuela, Ucrania y los 36 millones de personas que murieron por culpa del sida– le dedicó el premio a su familia. “Hoy daría exactamente el mismo discurso”, reflexiona.
“Sigue habiendo gente tanto en Venezuela como en Ucrania luchando legítimamente por sus derechos, arriesgándose a perderlo todo. Y volvería a dedicárselo a mi hermano y a mi madre. Volvería a decir algo que valiera la pena. Te dan un momento en el escenario en el que puedes compartir con el mundo lo que quieras y yo quise redirigir los focos que estaban sobre mí hacia cosas que valieran la pena”, comenta.
¿Y qué valdría la pena cambiar en el mundo ahora mismo? Ese es un juego peligroso: cambiar cosas antes de que deban ser cambiadas. Hay que ser cauto. Supongo que cambiaría la ignorancia. Que nuestros deseos no nublen nuestros juicios. Desearía que tuviéramos la capacidad de ver a la gente y el planeta sin prejuicios.
A Obama le dieron el peor trabajo del país. Y creo que ha hecho una labor fantástica. No soy de esos que creen que un presidente es un superhéroe
El mensaje no debería sorprender; en su boca funciona. En marzo de 2014, Leto aseguró que uno de sus referentes de estilo era Jesucristo, alguien con quien comparte la larga melena, la mirada iluminada y el discurso certero. Claro que el estilismo de Leto siempre es digno de mención. Sus atuendos para los Oscar han sido descritos como “perfectos para un baile de graduación de 1974” (The New Yorker, sobre la gala de 2015), pero el actor no es ajeno en absoluto a la moda.
En la última edición de la gala, estaba acompañado de Alessandro Michele, amigo y diseñador de Gucci, y hace unos meses firmó como imagen de la firma de gafas Carrera. Con los lentes de esta marca comparte un vínculo infantil. “Mi hermano y yo teníamos un par de Carrera y lo compartíamos, unas Porsche Carrera que se doblaban y que venían en la pequeña bolsa, así que mis recuerdos de la casa me retrotraen a una época muy especial de mi vida”.
Hay un destello de sinceridad en sus palabras. Como si esa sencillez fuera posible en la época de Donald Trump. “No sé cómo a la gente le sorprende que esté recibiendo atención. ¿Por qué no iba a recibirla con todo lo que dice? Lo que nos brinda es una gran oportunidad para quitarnos la máscara y ver cómo están las cosas en realidad: estamos muy lejos de la perfección, y lo que está ocurriendo es un reflejo de ello”.
Esa es otra particularidad de Leto: es un hombre capaz de verle el lado positivo a Trump. “Está haciendo que la gente le preste atención a la política, y eso no es necesariamente malo. Nos está haciendo hablar sobre inmigración. Ha fomentado una conversación, no solo entre la extrema derecha, también en el centro y la izquierda. Adoro a gente de todo el mundo, pero en Los Ángeles tenemos una conexión especial con México. Somos vecinos. No hace tanto que Los Ángeles fue territorio mexicano. Y culturalmente somos muy parecidos. No hay tanta diferencia entre el norte y el sur de la frontera. Creo que la cultura es algo precioso. Y la cultura mexicana hace que California sea más rica en todas las facetas. Que las culturas se enriquezcan mutuamente hace del mundo un lugar más interesante. ¿Se imagina que tuviéramos que comer exactamente la misma comida cada noche? ¿Consumir siempre el mismo estilo de arte, de diseño, de arquitectura, de música, hablar el mismo idioma? Estoy totalmente entregado a esa diversidad. Es extraño cómo esto asusta tanto a la gente. Pero lo superaremos, porque las cosas están mejor ahora de lo que nunca han estado. Hay quienes quieren hacernos pensar que esto no es así, pero nunca han estado mejor. La calidad de vida. Los niveles de mortalidad infantil. La seguridad social. Hay demasiada gente viviendo en la pobreza en el mundo, pero creo que eso mejorará, soy un optimista”.
Es casi cómico lo tentador que resulta darle la vuelta a la pregunta: pedirle que busque el lado negativo del presidente al que él apoyó con entusiasmo, Barack Obama. “Le dieron el peor trabajo del país”, lamenta. “La economía estaba hecha añicos. La confianza estaba por los suelos. Oriente Medio estaba en una situación desastrosa. Y creo que ha hecho un trabajo fantástico. Somos muy afortunados en este país de tener la estabilidad de la que disfrutamos ahora. No soy de esas personas que creen que un presidente es un superhéroe. Existe una cosa llamada Congreso, y tiene el poder para permitir que hagas o que no hagas cosas. La historia le reservará un buen lugar”.
Fotografías realizadas por Van Mossevelde + N en exclusiva para el número de junio 2016 de ICON, ya en los quioscos. Realización de David St. John-James.
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