Es hora de despertar
Gaviotas sobrevolando la ciudad turca de Estambul/ Pixabay
Desde muy pequeño aprendí que la diferencia entre los seres humanos y los demás seres vivos radica en que nosotros, los humanos, somos seres indeterminados biológicamente. Pero me estoy dando cuenta de que estamos determinados contextual o ambientalmente. No sé qué es mejor: que la genética y biología te controlen o que otras personas lo hagan.
Hablando de determinar personas, me viene a la mente el acuerdo que se ha firmado entre un continente y un país; Unión Europea y Turquía. ¿A qué se debe tanto alboroto por este acuerdo? Porque determina miles de vidas como las nuestras.
En el acuerdo hay dos partes con intereses muy diferentes. Turquía con ansias de ser parte de la UE y convertirse en una potencia mundial, con el empuje y ayuda de los miembros del viejo continente. Y la Unión Europea que busca quitarse problemas y polémicas, es decir, no ser el centro de atención, miradas y críticas.
En el tablero del acuerdo no entra la sociedad civil; ni las victimas ni los espectadores. Obviamente nosotros los ciudadanos somos los espectadores y las víctimas son las miles de vidas de migrantes y refugiados que ven como les cortan sus alas, les asesinan sus esperanzas y los devuelven a sus miedos, abandonándolos a su suerte.
En medio de este acuerdo y las personas, hay una larga lista de acontecimientos y sucesos. El más simple es la violencia en los medios de comunicación; nos está empezando a gustar ver el dolor y la violencia. Somos audiencia de ríos de sangre y muertes, aunque sean meras ficciones. Sabemos que las películas no son reales, pero el cerebro aprende a sobrellevarlas. Allí está el problema, nuestro cerebro se va haciendo cada vez más inmune a las muertes, la injusticia y la desigualdad. Esta anestesia cognitiva no es casualidad, es una estrategia para ser unos seres determinados. Determinados para no ser capaces de entrar en lo que no nos llama. Decir sí a todo lo que nos digan; a ser buenos alumnos, trabajadores, ciudadanos y personas. Porque ser bueno se está convirtiendo en hacer lo que los demás quieran, y no en hacer cosas buenas como dicta el origen de la palabra. Tenemos que despertar.
Estamos siendo controlados, atacados, ultrajados, divididos, enfrentados, odiados, violentos, víctimas y agresores, pasivos… Nos están inhumanizando. Tenemos que ver lo que hay detrás de las caras y de las palabras. La apariencia nunca lo define todo. Ni de las cosas ni de las personas.
El acuerdo que hemos mencionado en líneas anteriores es un ataque a nuestra humanidad, a los valores en los que creemos, a la fraternidad, a la igualdad y a nosotros. Hay millones de personas a las que no nos define ni representa lo que se hace en los despachos. No queremos ser cómplices de matanzas y holocaustos subliminales.
El acuerdo es un holocausto, pues quiere limpiar las calles europeas de migrantes y refugiados. Limpiar, echar, tirar, expulsar, culpabilizar, señalar, odiar o como quieras llamarlo. Todo está pensado; el migrante o refugiado es el chivo expiatorio de todos los problemas, es el culpable de todo. ¿Piensas así? Pues ya formas parte de su bando. El bando del “sí a todo”, el de “pienso en mí, luego existo”… ser un alma acrítica y no pensante. No te dejes engañar.
Seamos empáticos. La empatía es una capacidad en riesgo de extinción. Es ponerte en el lugar del otro. Pero también es pensar antes de hablar o actuar; pensar en las consecuencias, emociones y sentimientos que tiene, o tendrá, el otro. ¿Pensáis que la empatía se usa en la política? La pregunta del millón es si pensáis que usamos la empatía en nuestras vidas. ¿Eres empático?
El ejercicio de la empatía es más fácil cuando piensas en términos de igualdad y justicia: la otra persona es igual de persona que tú y se merece las mismas oportunidades y derechos.
Nacemos en un mundo dibujado, planificado y montado. Nacemos y nos integran a él. Nuestro proceso de integración va acompañado con el proceso de aculturación, vamos descubriendo el conocimiento. A la misma vez, minimizamos nuestra curiosidad. Depende de la personalidad de cada uno y de su entorno, la balanza puede bajar hacia un lado u otro, o conseguir el equilibrio.
Hoy en día tenemos todo el conocimiento a mano y nos sobra tiempo para descubrirlo. Tiempo que vamos llenando con pausas publicitarias que cada vez nos dejan menos tiempo. Conozco a gente que no hace nada y nunca tiene tiempo. Bueno, estar todo el día delante de la televisión (que para mí es no hacer nada).
No hay que dejar que el mundo nos convierta en alguien más de la fila, tenemos que hacer el mundo a nuestra medida. Rociémoslo de nuestra curiosidad, bondad e inocencia antes de que sea demasiado tarde. Agarraos a las capacidades innatas con las que nacemos. Pensemos en los demás y en el mundo. Seamos guionistas de nuestra historia y no meros actores con roles que protagonizar. El mundo depende de todos, de ti, de mí y de todas las personas, seamos refugiados, migrantes o no.
Sé que no te gusta tu vida. Cierra los ojos e imagina que tu vida es un sueño.Piensa en todas las cosas que quieres cambiar de ellas y reflexiona en cómo hacerlo. Piensa en las personas que te rodean y en las que no te rodean.
Piensa en el mundo.
No tengas prisa, tómate tu tiempo.
[...] Ahora despierta.
Cumple lo que has pensado.
Ahora tienes una promesa que cumplir. Una promesa contigo mismo. Y aunque no lo sepas, con la humanidad misma.
Anónimo.
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