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Columna
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Golpe bajo

Los socios de Gobierno de Dilma Rousseff han recurrido a un elemento cuestionable para forzar su destitución

Dilma Rousseff, después de abandonar el jueves el Palacio de Planalto.
Dilma Rousseff, después de abandonar el jueves el Palacio de Planalto.ANTONIO LACERDA (EFE)

Llegan las elecciones y no hay fondos para pagar las políticas sociales. ¿Qué hace el Gobierno? Obliga a la banca pública a pagar esos programas pero no contabiliza esos créditos como déficit hasta después de las elecciones. En un sistema parlamentario como el nuestro, las Cortes pueden reprobar al Gobierno o la Comisión Europea puede sancionar a este por incumplimiento. Pero en un sistema de separación de poderes como el brasileño el Gobierno no emana del Congreso sino de las urnas, por lo que no responde ante él sino en casos excepcionales.

La Constitución brasileña incluye en su artículo 86.5 la violación de la ley presupuestaria como un motivo de juicio político al presidente. Estos juicios políticos, distintos de la separación del cargo por motivos penales, pretenden evitar que en los sistemas presidenciales el presidente sea irresponsable políticamente. Eso sí, para evitar usos indebidos, requieren supermayorías de dos tercios en ambas Cámaras y la aprobación del Tribunal Supremo.

A Dilma Rousseff se le cayó la economía justo antes de las elecciones, lo que la llevó a multiplicar exponencialmente el valor de este tipo de créditos (pedaladas les llaman allí). Con una popularidad que ha pasado del 65 al 13%, una economía cayendo más del 3% dos años consecutivos (algo inédito en 100 años), un déficit público por encima del 10% y un fenomenal escándalo de corrupción en torno a Petrobras, sus socios de Gobierno han recurrido a un elemento cuestionable, pero no inconstitucional, para forzar su destitución.

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No existen los golpes de Estado constitucionales, es un concepto imposible. Y menos cuando cuatro instituciones (Tribunal de Cuentas, Supremo, Congreso y Senado) refrendan el juicio político a Rousseff. Pero sí existen golpes políticos muy bajos por parte de socios de Gobierno corruptos y oportunistas que se aprovechan de la debilidad de alguien que, a su vez, no ha sabido atajar la corrupción ni gestionar la crisis para cambiar de bando y salvar el pellejo. Esos golpes bajos retuercen las normas y deterioran la democracia pero si son efectivos es porque se propinan a alguien a quien le han devuelto el presupuesto, ha perdido la mayoría en ambas Cámaras y ha abandonado una mayoría de la opinión pública. @jitorreblanca

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