Sublime discreción
AL ruido, silencio. A la masificación, originalidad. A los grandes titulares, sutilezas. Desde la discreción, un grupo de firmas independientes repartidas por todo el mundo perfila una nueva forma de consumir y vivir el lujo. Pequeños oasis de serenidad en los que sus productos invitan a reconectar con lo esencial. Comparten una estética austera, limpia, pegada a lo terrenal. Prendas sin logos y con voluntad de perdurar. Despojadas de artificios, buscan un buen corte, tejidos de primerísima calidad, acabados artesanales. Frente a la gratificación instantánea, en ellas se perfila la promesa de lo eterno. Si hay alguien que conoce este lenguaje es María Cornejo. “Atemporalidad, comodidad y una aproximación moderna están en el corazón de lo que diseño”, explica la veterana diseñadora chilena, afincada en Nueva York, que cuenta con clientas tan selectas como Tilda Swinton o Michelle Obama. Sus piezas son muy sencillas, pero están construidas a base de cortes sofisticados que despiertan el deseo de las mujeres reales. Cornejo entiende la suntuosidad como “el uso de los mejores tejidos y una producción lo más responsable posible. Diseño con el corazón, y eso es algo que nuestras clientas valoran en un momento en el que puedes comprar de todo”.
El diseñador croata Damir Doma, protegido de Raf Simons, va más allá y afirma que la palabra lujo ya no tiene ningún sentido para él: “Hoy la moda va sobre la individualidad, la exclusividad, el crear prendas muy especiales. Muchas veces la idea solo se justifica por unos precios que no se corresponden con la calidad”. Doma, conocido por sus diseños crudos, minimalistas y envolventes, considera que lo más importante, lo que hace de una prenda algo singular, es “el proceso: la búsqueda de información, la conceptualización, la producción”. “El valor real no lo da solo el precio, sino todo el proceso”, asegura. “Para mí es primordial crear algo que no esté hecho de forma rápida, sino que requiera tiempo, algo que no sea fácil de reproducir”. Consciente de no poder contentar a todo el mundo y sabedor de que estos son tiempos de cambio, reivindica “dejar espacio para los sueños y la fantasía. Para mí, lo más importante es la creatividad”. Después de un proceso de reestructuración en la empresa de la que es propietario, ha pasado de presentar diez colecciones al año a concentrarse en cuatro: “Es necesario desacelerar. Para mí, el lujo ahora es poder volver a dedicarle el tiempo necesario a las colecciones”.
Trabajar con menos presión es una reivindicación recurrente entre los creadores que comparten esta visión reposada. Desde París, Isaac Reina coincide en que la verdadera abundancia “es tener tiempo, espacio, luz, salud, buen humor”. Este diseñador de complementos barcelonés podría considerarse uno de los pioneros de esta nueva aproximación que abraza el producto y la artesanía desde la mesura. Sus bolsos para hombre y mujer, útiles y bellos, comparten la pureza de líneas y la calidez en el tacto. Con tienda propia en la capital francesa, Reina aprendió las bases del oficio en Antonio Miró, se formó en Hermès y desafió los límites de su creatividad en Margiela. Ahora, en solitario, busca transmitir con su marca una grandiosidad “íntima y personal a través del uso cotidiano de objetos. Piezas que funcionan bien y nos simplifican la vida”. Con materiales nobles y técnicas manuales, Reina atrae las miradas de clientes que percibe “cansados de los códigos clásicos, cada vez más masificados. Probablemente las copias e imitaciones han provocado una reacción negativa. Además, la expansión de las marcas en todas las ciudades está homogeneizando mucho el gusto. Quizá por ello, cada vez más personas se niegan a utilizar los mismos parámetros que usa todo el mundo. También lo podría interpretar como una reacción a la dictadura de un marketing excesivo”.
Propuesta de la firma francesa Lemaire, formada por Christophe Lemaire, exdiseñador creativo de Hermès, y Sarah-Linh Tran. Lemaire
Lejos de esta tiranía avanza con paso firme Lemaire, también en París. La aventura de Christophe Lemaire, exdiseñador creativo de Hermès, junto a su compañera Sarah-Linh Tran es una de las marcas por las que los editores suspiran sotto voce. Sus propuestas, prácticas, depuradas y sencillas, brillan en medio de la cacofonía de la moda-espectáculo. El dúo se centra en ofrecer prendas de calidad para aquellos que quieren construir un buen fondo de armario. No pretenden hacer grandes cambios temporada tras temporada, sino ofrecer una línea continua.
Con unas coordenadas parecidas, y otra vez en Nueva York, trabajan las responsables de M. Martin, recién ingresadas en este selecto club. Aunque desconocida por el gran público, esta firma creada por Jennifer Noyes y Alex Gilbert vuelve a las raíces de la moda destinada a disfrutar del tiempo libre: “Nuestra visión consiste en crear piezas atemporales con las que disfrutar de las mejores cosas que ofrece la vida”.
En la primera foto bolso del barcelonés Isaac Reina. En la segunda, sandalias de Petrucha, que produce calzado sostenible.
¿Se ha apagado entonces el brillo de la industria tradicional del lujo? “No creo que esté en crisis, pero sí que ha perdido algo de autenticidad”, explica el escritor británico con residencia en París Mark Tungate. El autor de Luxury World: The Past, Present & Future of Luxury Brands (Kogan Page) habla de un camino de ida y vuelta. Originariamente, el concepto hacía referencia a algo precioso, selecto, difícil de encontrar, caro. Y pone fecha al cambio: cuando el grupo Louis Vuitton inició su expansión y puso al frente de su firma a Marc Jacobs. El diseñador estadounidense la convirtió en una exitosa marca, ofreciendo un modelo que muchas otras seguirían. A pesar de ello, “existe la sensación de que el producto tradicional de las grandes casas tiene una factura más industrial, de que se ha difuminado la esencia. En consecuencia, los nuevos consumidores están volviendo a las raíces. Buscan productos más raros, especiales. Si quieres algo realmente único, no esperes encontrarlo a la vuelta de la esquina”, concluye Tungate.
LN-CC es una tienda que hay que conocer para dar con ella. Está situada en un sótano del barrio de Dalston, en el este de Londres. Se trata del proyecto de John Skelton, un famoso responsable de ventas entrenado en Harrods, Selfridges y Oki-ni. Ofrece una selección muy personal, que mezcla conocidas marcas de lujo contemporáneo con pequeñas firmas emergentes procedentes de ciudades fuera de radar: desde Acne Studios, Comme des Garçons o Proenza Schouler, pasando por Anne Sofie Madsen o Anntian. En sus inicios era necesario pedir cita para descubrir este peculiar local con interiorismo de Gary Card, uno de los diseñadores de espacios más reputados de la capital británica. La firma española de calzado sostenible experimental Petrucha ha sido uno de los últimos descubrimientos de Skelton. Desde su taller-laboratorio, Anaid Cano y Josep Vila trabajan para ofrecer un producto “ajeno a colecciones, temporadas o tendencias. Son piezas de continuidad que nunca pierden su valor”. Con la intención de hacer de su firma un vehículo del cambio, buscan vivir el estilo desde la responsabilidad: creen que el nuevo fasto “ya no es exclusivo de las grandes firmas y se mide en el saber hacer, en ofrecer algo duradero. Se valora el proceso, el talento, quién hay detrás y su historia”.
En Nueva York, en el efervescente barrio del Lower East Side, se encuentra el templo de la profusión moderada. Su responsable, la diseñadora Maryam Nassir Zadeh, es toda una experta en descubrir firmas de corte minimalista y con los pies posados en la tierra, pensadas para vestir a la mujer en su día a día. En medio del caos de la ciudad que nunca duerme, la propuesta de Zadeh invita a la calma. Y es que, en el frenesí de las grandes urbes, esta tendencia que celebra las siluetas relajadas, la veracidad y que apela a otros ritmos propone un estilo de vida más pausado a través de la forma de vestir. Desde la oficina, mientras el sol se cuela por la ventana, el universo que trazan parece un buen plan.
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