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MIRADOR
Columna
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Aduanas

Los Derechos Humanos son, con frecuencia, pisoteados por una buena causa económica

David Trueba

Cuando escuchamos a los líderes políticos acordar excepciones a la aplicación de los Derechos Humanos para salvar el compromiso de Schengen, sería bueno enlazarlo con los votantes que tienen detrás. Ha bastado que el brote xenófobo se extienda por Europa para que los presidentes nacionales se dejen vencer por el pánico. Quizá a la gente nos falta un poco de información que nos humanice y nos sobra pánico inducido. Conviene extraer de los datos publicados esta semana por la Agencia Tributaria el síntoma de que más que un problema fronterizo, lo que tenemos es un problema aduanero. En los controles de 2015 se han incautado más de dos millones y medio de productos falsos, en su gran mayoría procedentes de los mercados asiáticos, verdaderos laberintos de esclavitud pagada a distancia. De nuevo, los Derechos Humanos pisoteados por una buena causa económica.

Lo grave es que el daño que el producto falso y pirata causa en el tejido industrial de las naciones europeas es infinitamente más grave que el daño que hacen los refugiados y migrantes. En las tiendas españolas, virtuales y físicas, se comercializan demasiados productos falsificados que generan fraude y contabilidades en dinero negro. Esos mismos productos han hundido durante la década pasada negocios prósperos que daban empleo a muchos de nuestros ahora desempleados. Sin embargo, el refuerzo de los controles aduaneros y la vigilancia de ese comercio ilegal no ha sido una prioridad social. No hay valla de Melilla con concertinas ni cierre de fronteras para los productos falsos. No hay crisis europea ni cumbre de mandatarios dedicada al problema.

Aceptar que las personas nos estorban permite que durante el próximo año le paguemos a Turquía 2.000 euros por cabeza para que nos retenga el flujo migratorio. ¿Y al año siguiente? La obsesión xenófoba ha forzado a los pocos líderes europeos con resistencia a ese discurso, y entre ellos nunca está el nuestro, a levantar fronteras del miedo y la prevención contra los refugiados que huyen de la guerra siria. Los líderes no se ven amparados por sus votantes que exigen soluciones sencillas a problemas complejos. La gente asume, en este estado de psicosis, que los inmigrantes no van a traer más que inseguridad, paro y violencia social. En cambio, ni reparan en la aduana. Si se han incautado 2,6 millones de artículos falsificados y sin control de calidad, imaginen los que han conseguido entrar y andan desbaratando un mercado justo. Esa es la inmigración que más daño económico y moral nos está haciendo. Tratar a seres humanos mejor que mercancía puede que nos devuelva una dignidad perdida.

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