_
_
_
_
_

George Lucas, fabricante de leyendas

"Preferiría que se fueran al garete antes de tener que venderlas en un circuito", decía el cineasta sobre sus películas en 1999

George Lucas, durante el rodaje de 'Star wars'.
George Lucas, durante el rodaje de 'Star wars'.Foto de promoción

En sus películas trata temas muy futuristas, y, sin embargo, está claro que una parte suya está firmemente arraigada en el pasado. Soy esencialmente un hombre victoriano. Me encantan los objetos y el mobiliario victorianos. Me gusta coleccionar arte. Adoro la escultura. En realidad, me gusta todo tipo de objetos antiguos. Pero el calificativo que más me cuadra es el de romántico. Me gusta la estética de la época victoriana, ese ambiente cómodo e íntimo, tipo Medio Oeste americano, con su aire cálido y aterciopelado.

¿Qué quiere decir con eso de que "el calificativo que más me cuadra es el de romántico"? Por lo que se refiere a las historias que narro, creo que sugiere un enfoque humanista de ver las cosas: un punto de vista emocional.

Prefiero sentarme con un buen libro que conectarme a Internet

Pero la gente le ve, aparentemente, como alguien más interesado en la tecnología que en las emociones. Ahora, usted se describe como una persona emocional o, en sus propias palabras, como "proclive al romanticismo". Bien, la mayoría de la gente me conoce por mis trabajos con la tecnología. Pero creo que, viendo mis películas, se puede decir que tengo un punto de vista muy romántico acerca de ella. No la odio, pero al mismo tiempo soy muy consciente de sus peligros. Cualquiera que me conozca un poco sabe que no estoy precisamente loco por la tecnología punta. Quiero decir que me gusta y disfruto utilizándola, pero para mí sólo es una herramienta. No es algo que me intrigue u obsesione. Prefiero sentarme debajo de un árbol y leer un libro que hacerlo frente a un ordenador, prefiero tomar el té con alguien que conectarme a la red o una charla global.

¿Esta visión lleva implícito un optimismo respecto a la raza humana? Soy un optimista cínico. [Risas]. Soy un cínico que cree en la raza humana, aunque, cuando veo las locuras que hace, me decepciono. Desde el punto de vista intelectual, hemos avanzado mucho. Pero en lo que se refiere a los sentimientos, el hombre apenas se ha movido. Lo encuentro fascinante. Es peligroso que avancemos tan deprisa tecnológicamente, mientras no lo hagamos al mismo ritmo en el plano emocional.

Su interés por el mundo de las emociones, ¿tiene algo que ver con la mitología? Sí. Una de las razones por las que hago así mis películas, y por las que me atrae tanto la mitología, es porque me ofrece una oportunidad de hacer arqueología psicológica. Es muy interesante poder explorar las culturas, retroceder 3.000 años y descubrir que los centros neurálgicos de la emoción son los mismos entonces que ahora, que hoy se tocan los mismos acordes que ayer.

¿Cómo encaja, pues, la mitología de La guerra de las galaxias en todo esto? La mitología es algo que ya existía hace cientos de años, antes de que se plasmara en una tablilla de barro cocido, o quedara codificada para siempre en un trozo de papel. En sus orígenes fue algo dirigido a un grupo de personas de forma que la retroalimentación psicológica le diría al narrador cómo proseguir. La mitología surgió a partir de una historia que funcionaba bien desde el punto de vista emocional.

Probablemente no hay ninguna forma mejor de Gobierno en el mundo que un déspota bueno

Pero esas historias han tenido tiempo para evolucionar, mientras que usted ha creado las suyas a partir de la nada. ¿No es una distorsión del proceso? No, no lo creo. Aunque La guerra de las galaxias sea una historia completamente nueva, utiliza los motivos de siempre. Quiero decir que es todavía "el héroe de las mil caras". El héroe tiene mil rostros, y éste es uno de ellos. Obviamente, personalizo mis historias y las sitúo en el tiempo actual. Lo que digo en mis películas es: estos son los aspectos emocionales que me interesan, que son de mi época, de los cincuenta, sesenta y setenta. Pero representan temas intemporales, son la destilación de las distintas mitologías de todo el mundo. Lo más divertido es que he tenido la oportunidad de trabajar para un mercado mundial, y La guerra de las galaxias es que funciona en todas las culturas.

¿Explica eso su popularidad? Estoy sorprendido de que la gente no se haya dado cuenta. Creen que es toda esa alta tecnología y los efectos especiales lo que hace que los espectadores quieran volver a ver estas películas una y otra vez. Lo más interesante para mí es que, después de La guerra de las galaxias, se han hecho muchas películas de ciencia-ficción y con efectos especiales, pero nadie ha querido volver a verlas una vez tras otra.

¿No cree que, por extraño que parezca, muchas de ellas no producen ninguna emoción? Sí. La única película de este tipo que la gente ha visto una y otra vez ha sido Titanic. Pero Titanic es todo menos una película de ciencia-ficción. Es un filme realizado utilizando alta tecnología y con grandes efectos especiales, exactamente igual que La guerra de las galaxias; la original tenía unas 500 tomas con efectos especiales, y Titanic también. Por lo que se refiere al guión, es una historia muy romántica, en línea con la de La guerra de las galaxias.

¿De dónde proceden todos esos extraños personajes e ideas? Los tomé del folclor y traté de jugar con temas universales, excepto la violencia y el sexo (que son los otros dos temas universales que parecen funcionar en todo el mundo). Mis películas no son violentas ni eróticas. En cambio, me gusta tratar con la necesidad humana de amistad, de cariño, de agruparse para ayudarse y de unirse contra algo negativo.

Sus palabras me parecen tremendamente budistas. A mi hija le preguntaron en el colegio: "¿Vosotros qué sois?". Respondió que budistas metodistas. Le dije: "Bien, creo que es una forma de describirnos" [risas]. Siempre he tenido un enorme interés por la educación, por cómo y por qué aprende la gente. Creo que estamos en una carrera por la supervivencia y lo único que tenemos adaptable es el cerebro. Sólo podemos intercambiar información. Y la prueba de cuán precisa es la información la tendremos en si morimos todos o no. Si lo hacemos, entonces no era correcta. Prefiero vernos como una fuerza positiva en el universo que como un cáncer. Tenemos la capacidad para ser cualquiera de las dos cosas. Eso, en esencia, es de lo que trata La guerra de las galaxias. Somos el bien y el mal, tenemos alternativa.

Los enemigos son personajes muy destacados en sus películas. ¿En su forma de ver el mundo, el lado oscuro actual tiene algo que ver con la cultura de los negocios, representada de una forma u otra? Hay un peligro enorme en las empresas para el que nadie tiene una respuesta, excepto el imperativo de hacer dinero. Encierran un gran peligro al que sólo estamos empezando a enfrentarnos. No quiero parecer moralista, pero, si creas un animal y le dejas que se alimente de todo lo que quiera, tendrás un problema. La clave está en el equilibrio.

¿Cómo lo consigue? Quiero decir que usted es un magnate, tiene un imperio y dirige a mucha gente. ¿Cómo se enfrenta a la amenaza empresarial a la que acaba de referirse? Afortunadamente, tengo accionistas compasivos. [Se ríe].

¿Quiénes son sus accionistas? ¡Yo! Yo soy el único [risas]. Y esta organización, afortunadamente, trata, a través de mí, de mirar con cariño a sus empleados y a lo que hacemos. Si nos convertimos en una gran empresa, ese aspecto singular desaparecería. Como presidente y director, tengo que hacer dinero para sobrevivir, por supuesto. Pero como accionista puedo decir: "Sí, pero hay que tener un poco de consideración y buenas maneras para con los demás". Sin embargo, vivimos en un mundo en el que tienes que ser razonablemente duro para que te tomen en serio. A veces te conviertes en un tiburón para sobrevivir. No puedes rehuir la situación. Tienes que mantener el tipo y gritar en el mismo lenguaje para conseguir que te respeten. Esta actitud forma parte de la jungla en la que nos ha tocado vivir. Pero también creo sinceramente que con la gente que trabaja a nuestras órdenes, que constituye la masa, hay que ser afectuoso y, de algún modo, protector.

¿Diría usted que ahora vive bien? Diría que soy feliz. Lo interesante de esto es que -y aborrezco decirlo, porque es tópico— la felicidad nada tiene que ver con el dinero o con la fortuna.

A veces te tienes que convertir en un tiburón para sobrevivir: así te respetan

Desde el momento en que usted es una persona con dinero, seguramente no sea el más adecuado para decir tal cosa. No estoy de acuerdo. Al contrario, ¡soy la persona idónea! ¡Lo he hecho! Y quiero decirles lo siguiente a los estudiantes de cinematografía: "Si te metes en el cine para hacer dinero, fama y fortuna, ¡olvídalo! Tienes todas las de perder. Opta por la bolsa o por cualquier otra cosa. Nunca vas a hacer dinero en el mundo del cine, es demasiado duro". Si tienes suerte, tal vez consigas la fama. Pero igual podrías convertirte en un asesino en serie, ¡así te harías famoso mucho más rápidamente! Ahora tengo todo el dinero del mundo y, sin embargo, era igual de feliz hace 30 años. Era feliz mientras pudiera hacer una película. Y lo seguiré siendo mientras pueda seguir haciéndolas. Lo único que me hace desgraciado es que alguien me diga lo que tengo que hacer.

El hecho de que ahora no tenga que pedir permiso a nadie debe suponer una gran diferencia, y esa libertad deriva en no poca medida del grueso colchón del que se ha rodeado para protegerse. Seguro, la necesidad de independencia nace de la frustración a la que cualquier artista se enfrenta: querer hacerte con un sitio desde el que la gente no pueda distorsionar ni destruir tu visión. Cuando te metes en la ópera, la arquitectura o el cine, estás tratando con formas de arte que son inmensas y que requieren tantos recursos que no puedes evitar entrar en una situación más comunitaria. Y dominar una situación así con tu propia visión es mucho más difícil. Saber cómo lograr que la gente coopere y construya una pirámide del modo en que tú quieres que se haga es una empresa social de mayor envergadura que, pongamos por caso, ser un Picasso y pintar en tu estudio. No soy un gran defensor del Arte con mayúscula. Para mí, el arte no es más que una manera de comunicarse. Desde el momento en que dices: "Espero que a alguien le guste mi pintura", ya estás pintando para alguien. No importa lo esotérico que seas como artista, sigues actuando para el público. Si sólo lo haces para 10 personas, entonces probablemente seas un gran artista.

También está la cuestión de cuándo el artista, el escritor o el cineasta tiene que convertirse en algo más que un simple artista; tiene que convertirse en portavoz del espectáculo de cada día. A lo que me refiero aquí es a lo que significa la vida pública para el artista. Bien, no es ningún secreto que no me gusta la vida pública. Pero, por supuesto, quiero que a la gente le guste lo que hago. Actualmente vivimos en un mundo en el que nos vemos obligados a formar parte de esa gran entidad corporativa que son los medios, que están devorando toda la información que pueden obtener para poder seguir adelante. Aparecer en los medios se convierte en una especie de obligación social. Sin duda, algunas personas lo utilizan porque quieren o desean promocionar sus productos o lo que sea. Y en algunos casos, cuando hago una película, a mí también me gusta promocionar mi producto. Consigues que la gente invierta dinero en lo que haces, y luego te sientes obligado a hacer todo lo que puedas para ayudarla a recuperarlo. Desde el momento en que hago mis propias películas, no estoy atado por esa obligación. Preferiría que se fueran al garete antes de tener que venderlas en un circuito. Procuro, por tanto, sentirme lo menos obligado posible. Entonces, ¿por qué hago publicidad? La hago porque es una obligación social. No la hago para mí, sino para los medios. Se sentirían traicionados si no lo hiciera. Daría la impresión de que los estaba rehuyendo, o abusando de ellos. No necesito hacerla por dinero. Pero los medios sí tienen que ganar dinero, y creen que yo tengo la obligación de hacer que sus revistas y sus programas de televisión se vendan como parte del trato. Me siento parte de la sociedad, he llegado a la conclusión de que formar parte de la estructura social conlleva una serie de obligaciones.

¿No cree que una de las razones de que La guerra de las galaxias funcione es que, estando tan desprovisto de héroes nuestro mundo real, necesitamos proyectar nuestros anhelos de heroísmo en un mundo irreal? Las películas tienen mucha repercusión, y lo que los cineastas tenemos que hacer es dar buen ejemplo. No hay nada de malo en ello. La historia que se cuenta en La guerra de las galaxias trata de héroes que tienen los ideales que a nosotros nos gustaría tener. Es terrible, pero hay una parte de esa sociedad a la que le gustaría que todo el mundo fuera cínico. Sin embargo, al mismo tiempo hay otro sector que necesita tener héroes.

¿Y dónde vamos a conseguir tales modelos? La sociedad los crea. Por eso construye las estatuas.

Pero entonces, si sigo bien su razonamiento, usted afirma que ahora somos incapaces de resistir a la tentación de poner pies de barro a esas estatuas. Estados Unidos, y especialmente los medios estadounidenses, se están devorando a sí mismos. Tienen una forma de medirlo todo por el mismo rasero que no es nada buena para una sociedad. No hay ningún respeto hacia la Oficina del Presidente. No es que necesitemos un rey, pero hay una razón para que los monarcas construyeran grandes palacios, se sentaran en tronos y se cubrieran de piedras preciosas. Es toda una necesidad social; no hay que oprimir a las masas, pero sí impresionarlas y hacer que se sientan orgullosas de su cultura, de su Gobierno y de sus dirigentes, para que puedan creer que tienen derecho a mandar sobre ellas y lo acepten de buen grado. Los medios trabajaban básicamente para el Gobierno, y su misión era crear cultura. Ahora, en algunos casos, obviamente, han utilizado su poder de forma equivocada y han acabado con el equilibrio existente. Probablemente no hay ninguna forma mejor de gobierno que un déspota bueno.

¿No es eso, en cierto sentido, lo que está haciendo usted en Lucasfilm? Posiblemente. Por lo menos en mi pequeño reino. Pero yo gobierno sometido a la voluntad de la gente que trabaja para mí.

Pero digamos que usted tiene un líder que es medianamente bueno y que ha hecho cosas un poco turbias. ¿Cree que los medios deberían ser más discretos a la hora de investigar? ¿Cree usted que ciertas cosas deberían quedar fuerza de su alcance con objeto de mantener el carácter heroico de un líder? Sí, claro que lo creo. Creo que los medios deberían contemplar la situación con amplitud de miras; estudiar lo que es necesario para la cultura como un todo, en lugar de sacar a la luz los trapos sucios. Eso no presagia nada bueno para que la gente tenga confianza en las instituciones. Después de todo, una sociedad sólo funciona sobre la base de la fe. Si ésta se pierde, la sociedad se desmorona, y resultará muy difícil lograr el consenso sobre cualquier cosa.

¿Pero no es peligroso el camino que han tomado la antigua URSS o China, donde, en nombre de modelos a imitar, acaba siendo inaceptable criticar a los líderes? De algún modo, esa es la razón por la que digo que el dirigente ideal es un déspota benevolente. Él puede conseguir que se hagan las cosas. Sin embargo, la idea de que el poder corrompe es muy cierta.

Confucio dijo que el buen gobernante debería mandar de modo que los ciudadanos se plieguen ante su persuasión como los tallos con la brisa. Tratas de evitar que utilicen a la gente o abusen de ella y escuchas sus quejas. Procuras hacer lo correcto. Hay algunos que se sienten incómodos porque lo desean todo, aunque no haya justificación para ello. Piensan que tienen derecho. Este es uno de los problemas de la democracia. Las voces de estos individuos se oyen mucho y son muy disfuncionales. Si las escuchas, acabas teniendo una sociedad muy disfuncional.

Con la edad, ¿se ha convertido usted en mejor gestor? Sí. Antes tenía una mezcla de inseguridad y prepotencia, que quizá servía para compensar esa inseguridad. Pero, a medida que te haces mayor, creo que ganas en seguridad y, por tanto, tienes menos necesidad de dominar.

Las películas que ha hecho, ¿no han inculcado un sutil conjunto de valores unificadores en la empresa? Así lo espero. Es como si "la película" fuera el héroe de esta empresa. Por supuesto, los empleados tienen otros héroes. Pero La guerra de las galaxias es una especie de héroe global.

¿Y qué opina de sí como héroe? Diría que estoy incluido en esa globalidad. Eso ayuda a la empresa. Una empresa, o lo que sea, tiene que tener algún tipo de lealtad a alguien o algo.

Usted no sólo ha forjado una fantasía casi increíble, sino que, si nuestro fin de siglo posee algún tipo de magia, ésta debe de radicar en los gráficos por ordenador y en ese tipo de trucos tecnológicos en los que es usted un maestro. Estoy de acuerdo. Tenemos un montón de personas sumamente creativas en distintas disciplinas. El resultado es bastante alucinante para todos, no sólo para los que ven el resultado final. Somos los primeros asombrados al conseguirlo. Eso es lo divertido del asunto, de ahí surge la alegría que produce lo que hacemos, la alegría de la creatividad. Lo juntamos todo, damos un paso atrás, lo contemplamos, y decimos: "¡Fantástico, qué maravilla!". Por trillado que pueda parecer, en última instancia, esa es nuestra principal fuerza motriz.

elpaissemanal@elpais.es

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_