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Navegar al desvío
Columna
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La cuadratura del círculo

Empiezo a desconfiar por sistema cuando nos convocan a la tarea de dejar “un futuro mejor para nuestros hijos”

Manuel Rivas

En ‘Campo de retamas’, Rafael Sánchez Ferlosio incluye un aforismo acerca de la esperanza: “¿Que dónde se ha ocultado la esperanza? En la etimología de la desesperación”. La celebración de la cumbre mundial sobre el cambio climático debería representar una cierta esperanza. Escucho lo que dicen los científicos pioneros en la detección del desastre en marcha, como Wallace S. Broecker, que alertó en 1975 del “calentamiento global”, probando su vinculación a la actividad humana, y lo que transmiten es una esperanza desesperanzada. El Mago Enloquecido, al que algunos despistados todavía llaman Progreso, actúa como una fuerza mutante sin fronteras.

No me extrañaría que, camuflado de Sostenible, el disfraz de moda, lo Insostenible se infiltre en la cumbre para olvidar el presente con el señuelo del Futuro. Empiezo a desconfiar por sistema cuando nos convocan a la tarea de dejar “un futuro mejor para nuestros hijos”. Un eufemismo para aplazar las decisiones. Lo que en realidad dicen esos labios del cinismo futurista es un juego burlón: “¡A ver qué futuro dejamos a nuestros antepasados!”.

Empiezo a desconfiar por sistema cuando nos convocan a la tarea de dejar “un futuro mejor para nuestros hijos”

La naturaleza no aplaza su tarea. Nos permite respirar ahora. Todo lo regala. Hasta su belleza desnuda. Pero los océanos ya no dan abasto para depurar tanto gas nocivo. Y tiene que ser mucha la mierda para que se infarten los océanos.

Hay lugares donde se actúa, donde se toma en serio un modelo de energía y transporte alternativos, pero una parte del mundo vive dentro del hipermercado y los que están fuera se agolpan a sus puertas hipnotizados o empujados por el mago enloquecido. La devastación avanza veloz, como lo hace la incesante vanguardia de la industria de armamento, mientras la conciencia ecológica se mueve laboriosamente, salvando obstáculos poderosos e incluso represalias. Hay imaginaciones muy selectivas: perezosas para capturar las emisiones venenosas, muy ágiles para capturar a los que protestan contra ellas.

No quiero meterme en asuntos de familia, pero a estas alturas sería interesante saber si el primo catedrático del presidente del Gobierno español mantiene su opinión sobre la inconsistencia de la alarma ante el cambio climático. Lo que me preocupa no es la evolución científica del familiar, sino la opinión actual del primer gobernante. Por una vez, lo confieso, es algo que no me deja dormir.

En mi pesadilla, seguramente producto del calentamiento global, el presidente del Gobierno pide la palabra en la cumbre sobre el cambio climático y vuelve a retomar el argumento que le convirtió en un clásico involuntario del humor surrealista: “Yo sé poco de este asunto, pero mi primo supongo que sabrá. Y él me dijo: ‘He traído aquí a 10 de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?”.

La célebre declaración fue hecha en el año 2007, cuando el presidente lideraba la oposición. Lo curioso es que no tenía una intencionalidad chistosa, sino que reflejaba un estado de inconsciencia, compartido por mucha gente influyente. Una anomalía histórica en España es lo poco conservacionistas que son los conservadores. La relación con la ciencia también ha sido bastante traumática. Álvaro Cunqueiro, un conservador conservacionista, hablaba de un personaje que le pidió un prólogo para una obra titulada La cuadratura del círculo. El escritor le preguntó el porqué de semejante empeño, el cuadrar el círculo, y el genio local se sinceró: “¡Yo lo que quería era cascarle a los de la Academia de Ciencias de Viena!”.

Supongo que el presidente no quería cascarle a los de la Academia de Ciencias, pero su descreencia ha tenido consecuencias prácticas. España perdió en los últimos años su condición de referencia mundial en la investigación e implantación de energías renovables. Y lo que es peor. Mientras el Ártico y parte de la Atlántida se derriten, mientras toda la comunidad científica seria advierte de “cambios abruptos”, da la impresión de que aquí seguimos varados en el régimen de la Cuadratura del Círculo.

Supongo superada la fase del desdén. El discurso oficial, en el momento de la cumbre, se ajustará por lo menos al sentido común. Pero al sentido común hay que liberarlo del conformismo. Tal como están las cosas, yo tengo alguna esperanza puesta en el Espíritu Santo. Él, con su iconografía de alma animal, ha inspirado la encíclica Laudate si, en la que el papa Francisco llama a luchar contra el cambio climático y señala, sin eufemismos, las causas. Un papa ecologista. Eso sí que es Sentido Común.

elpaissemanal@elpais.es

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