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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Carne saludable y abundante sobre seis patas

Tras la crisis de las proteínas procesadas puede ser un buen momento para empezar a comer insectos

Javier Sampedro

Las leyes son como las salchichas, que más vale no ver cómo las hacen”, dijo el canciller Otto Von Bismarck, que siendo alemán sabría de lo que hablaba, y un siglo y medio después la Organización Mundial de la Salud ha venido en su apoyo. Las salchichas son seguramente el epítome de las carnes procesadas a las que la OMS viene poniendo en su punto de mira, que también acecha como rapaz al bacon y la panceta ahumada, el choped, los embutidos y hasta unas carnes rojas y no tan rojas de las que ni Bismarck habría osado recelar. Pero otra agencia de Naciones Unidas menos preocupada de que la gente coma sano que del mero hecho de que coma algo, la FAO (organización para la alimentación y la agricultura) lleva unos años proponiendo una carne alternativa abundante, saludable y que camina sobre seis patas: los insectos. Serán asquerosos, pero al menos no hay problema en ver cómo se hacen, pues son obra de la madre naturaleza.

Una plaga de langosta puede alimentar a un pueblo, y en el mundo hay tantas hormigas que sus huevas —el escamole, o caviar mexicano— llevarán el lujo incluso a la mesa más pobre antes de que se extingan; en el sur de África se hace un pan aceptable con larvas de polillas, lo que de paso mejora el aspecto del armarito ropero, y los gusanos del escarabajo y el saltamontes son una buena fuente de proteínas allí donde el hambre supere a los escrúpulos. Si uno mira bien a una gamba, podrá ver que los consumidores de los países ricos ya son hoy capaces de llevarse a la boca más cosas de las que podría suponer un marciano. Los biólogos agrupan a la nécora y la araña, la cigala y la escolopendra, la hormiga y el bogavante bajo el mismo y decoroso epígrafe de artrópodos. Y las cosas que la evolución ha situado juntas suelen saber muy parecido. Piénsenlo antes de descartar a los insectos y los arácnidos (que no tienen seis patas, sino ocho) como fuente de nutrientes y placeres desconocidos.

Piensen también que 100 gramos de termitas tienen el doble de proteínas que una hamburguesa del mismo peso, y también más grasas y calorías. En 2050 habrá 2.000 millones más de personas en el mundo, y a este paso, cuando lleguen a este valle de lágrimas lo más probable es que no encuentren una vaca a la que hacer filetes, una gallina ponedora ni un pez en el mar que no tenga más espinas que omega-3. En realidad, un tercio de la población mundial ya come insectos, un grupo biológico prolijo y prolífico que incluye cerca de 2.000 especies comestibles conocidas, y al que no va a resultar tan fácil extinguir ni queriendo, como sabe cualquiera que tenga cucarachas en su casa.

Así que ya saben ustedes: antes de criticar a una agencia de la ONU, escuchen lo que dice la otra. Coman menos salchichas y más escarabajos: si no logran vivir más, al menos honrarán la memoria del canciller Bismarck.

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