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Los astrónomos observan la desintegración de una Tierra

El telescopio espacial Kepler descubre un sistema solar en plena destrucción a 570 años luz del nuestro

Nuño Domínguez
Reconstrucción del planeta en desintegración que orbita en torno a una estrella enana blanca
Reconstrucción del planeta en desintegración que orbita en torno a una estrella enana blancaMark A. Garlick

Cuando se le pregunta a un astrónomo qué le sucederá a la Tierra cuando el Sol se apague la respuesta es que no se sabe. Por eso es tan importante estudiar el universo en busca de otros sistemas solares que ayuden a entender cómo terminará todo.

Un equipo de astrónomos ha observado por primera vez una estrella moribunda del mismo tipo que el Sol que está devorando un planeta similar a la Tierra. Sus observaciones las han hecho con el Telescopio Espacial Kepler, que ha descubierto un gran número de exoplanetas hasta la fecha. La mayoría de ellos se ha hallado en torno a estrellas en la plenitud de su vida, como lo está nuestro Sol actualmente. Pero tras una avería mecánica en 2013, el instrumento comenzó a observar otros astros menos brillantes, entre ellos la enana blanca conocida como WD 11451+017, a unos 570 años luz. Este tipo de estrellas ya pasaron su fase de máxima expansión como gigantes rojas, su tamaño se ha reducido hasta ser similar al de la Tierra, pero conservan una enorme densidad que ejerce un potente empuje gravitatorio.

Entre junio y agosto de 2014, el Kepler detectó que el brillo de esta estrella se reducía de forma periódica, lo que normalmente indica la presencia de uno o más planetas orbitando a su alrededor. Pero los cambios de brillo eran débiles, muy frecuentes e irregulares. En marzo y abril de este año, los astrónomos norteamericanos apuntaron a la estrella con varios telescopios terrestres y también detectaron esos cambios lumínicos. En la atmósfera de la estrella detectaron rastros de carbono, hierro, silicio, aluminio y otros elementos pesados que componen los planetas rocosos como la Tierra.

El planeta se está descomponiendo como si fuera un cometa

En su estudio, publicado hoy en Nature, los expertos concluyen que esos cambios rápidos e irregulares se deben a la presencia de un planeta en descomposición. La silueta irregular de los fragmentos rocosos explicaría las observaciones de Kepler.

“Creemos que estamos ante los restos de un planeta un poco más pequeño que la Tierra y con una masa similar a Ceres [planeta enano]”, explica a Materia Andrew Vanderburg, astrónomo de la Universidad de Harvard y primer firmante del estudio. Calculan que podría haber seis o más fragmentos. Pasan por delante de la estrella más o menos cada cuatro horas, lo que implica que están a más de 800.000 kilómetros de la estrella, algo más que el doble de la distancia entre la Tierra y la Luna.

Los restos se están evaporando y dejan una cola de moléculas a su paso como si fueran cometas. Hasta ahora se habían detectado muchos exoplanetas orbitando estrellas en su juventud o en su fase de gigante roja, algunos devorados literalmente por sus astros, pero esta es la primera vez que algo similar se ve en una enana blanca. Según los cálculos de los astrónomos, a este planeta en descomposición le queda un millón de años de vida.

Los últimos pedazos

“Algo como esto es plausible en nuestro Sistema Solar”, explica Vanderberg. “El Sol se convertirá en una enana blanca y cuando esto suceda las órbitas de los planetas cambiarán y puede que sean empujados hacia el Sol, donde se descompondrán y se evaporarán como vemos aquí”, detalla.

En unos 5.000 millones de años, el Sol se convertirá en una gigante roja, aumentará unas 200 veces de tamaño y se tragará varios de sus planetas más cercanos. No se sabe si la Tierra será uno de ellos ni qué pasará después. “Si la gigante roja alcanza la Tierra estaríamos orbitando dentro del Sol, la vida quedaría totalmente achicharrada y es difícil saber cómo variaría su órbita en esas condiciones tan especiales, pero es posible que el núcleo del planeta sobreviva”, explica Ignasi Ribas, astrofísico del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC). Después, en una segunda fase, el tirón gravitatorio de la enana blanca despedazaría los restos dejando un paisaje muy parecido a lo que se observa actualmente en WD 11451+017. “Todos los trabajos de este tipo añaden una pieza más al puzle de cómo terminará todo y este aporta una bastante importante”, considera Ribas.

El misterio de las enanas blancas

El trabajo aclara además de dónde viene buena parte de los elementos pesados que se vienen observando en torno a las enanas blancas y que suponían un cierto misterio para los astrónomos, pues estos deberían haber desaparecido en el corazón del astro por el empuje gravitatorio hace mucho tiempo. El trabajo demuestra ahora que parte de la polución de elementos pesados que hay en las enanas blancas son los restos de planetas rocosos. En el futuro, este sistema planetario en descomposición permitirá conocer en más detalle el proceso de descomposición y estimar, por ejemplo, cuánto tiempo tardarían en desaparecer los últimos fragmentos de la Tierra.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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