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La ciudad africana, a la conquista del futuro

Las urbes del mundo pueden y deben convertirse en laboratorios para la inteligencia colectiva donde se empleen creatividad, soluciones tecnológicas, material y recursos humanos locales

Ángeles Jurado
Proyecto de Koffi-Diabaté para la laguna de Abiyán.
Proyecto de Koffi-Diabaté para la laguna de Abiyán.Koffi-Diabaté architectes

Hablemos de urbanismo y demografía como oportunidades para el continente africano. De un territorio prácticamente inexplorado en el que se puede innovar, crear y mejorar la vida de millones de personas. De compromiso social. De empoderamiento y relaciones colaborativas y horizontales. De participación.

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Sobre todo eso discutieron un arquitecto marfileño, un consultor en smarts cities franco-colombiano, una representante camerunesa del proyecto 100 Resilient Cities (100 Ciudades Resilientes) de la Fundación Rockefeller y un constructor de centros comerciales francés. Sucedió en Abiyán a principios de este mes de septiembre, en una mesa denominada ¿Cómo hacer las ciudades sostenibles, resilientes e inteligentes? que se celebró en el marco de Le Débat de Le Monde, una iniciativa ambiciosa destinada a propiciar el intercambio de ideas y señalar nuevas oportunidades para el desarrollo y el crecimiento inclusivo africanos. En el centro del debate se situaron juventud emprendedora, ciudades y creatividad. En teoría, recursos que vienen a tomar el testigo de coltán, oro o diamantes y que se inscriben en una lógica vital diferente, la de la economía circular. El reciclaje, la utilización de materiales y tecnologías locales, la participación ciudadana, la implicación política y los equipos de trabajo multidisciplinares se colocaron como pilares de esta nueva forma de crear ciudad.

“La ciudad es un organismo vivo”, precisó el experto franco-colombiano Carlos Moreno durante su intervención, antes de relacionar la fisonomía de las urbes con los puntos de acupuntura china y el cuerpo humano. En una entrevista publicada la misma semana del debate en Abiyán, esta vez en Colombia, Moreno había explicado ya por qué el siglo XXI es el de las ciudades: vivimos en un mundo urbanizado, con casi el 10 % de la población mundial repartida en 25 ciudades y 150 urbes que tienen casi el PIB de Europa. El PIB de Nueva York es más importante que el de Australia y el de Chicago más importante que el de Israel. El 51 % del PIB de Israel es Tel Aviv”, precisó.

La celebración del debate de Le Monde coincidió también con la aparición de un artículo de Francis Pisani en ese mismo periódico sobre cómo “domar” las “junglas urbanas” africanas. Pisani subrayaba en su texto que la población africana va a duplicarse y alcanzar los 2.000 millones de habitantes en 2050 y que la tasa de crecimiento urbano también dobla la media mundial, situándose en 3,6 %. El 62 % de la población de África subsahariana —recordó— vive en barrios de chabolas informales, sin servicios básicos ni una mínima protección frente a posibles desastres, con frecuencia en entornos agresivos y carentes de oportunidades para sus habitantes.

Megalópolis y proyectos

El arquitecto ruandés Christian Benimana visitó Nueva York a finales de septiembre con motivo de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Agenda de Desarrollo Sostenible. Director de programa de la firma norteamericana MASS Design Group en Kigali, presenta una propuesta de arquitectura desde el compromiso comunitario: el Centro de Diseño Africano, que tiene la voluntad de formar una nueva generación de arquitectos que se acerquen al urbanismo desde la comunidad y que intenten cerrar la brecha entre el crecimiento demográfico africano y la escasez de profesionales locales sobre el terreno. “Todo el mundo, independientemente de dónde está o quién es, merece una buena arquitectura”, declaró en un reportaje que describe su trabajo etiquetándolo como nuevo Bauhaus africano. “No es sólo arquitectura, es construir comunidades y mejorar vidas. Lo que intentamos hacer es no mirar sólo hacia soluciones rápidas, sino hacia la planificación a largo plazo”.

Benimana expresaba una idea que se reforzó en la mesa de debate urbano en Abiyán: la organización urbanística africana trasciende la mera construcción de edificios, espacios comunes e infraestructuras y se fija en cuestiones como el empleo o la seguridad alimentaria. Algo que también subrayó en su intervención la camerunesa Liz Agbor-Tabi (100 Resilient Cities), centrada en la resilencia.

“La resilencia es una disciplina a largo plazo”, explicó en su turno de palabra. “Las ciudades africanas deben pensar en su futuro y en sus futuras necesidades. Deben tener una planificación urbana integral”. Y utilizó el ejemplo de la propagación de enfermedades infecciosas como el ébola o el cólera y la forma de hacerle frente desde el urbanismo.

Proyectos africanos para África y el mundo

Á. J.

Un aspecto fundamental del nuevo urbanismo africano pasa por la apropiación de la ciudad por sus habitantes y su implicación en la constante mejora de las urbes donde viven.

El caso de Lagos, en Nigeria, ilustra un artículo de opinión de Francis Pisani sobre este particular afirmando que la ciudad nigeriana —21 millones de habitantes, séptima megalópolis mundial y la más grande de África con El Cairo— ha mejorado constantemente su gobernanza durante más de una década gracias al trabajo de unos alcaldes que se sitúan sobre el terreno y que buscan la reelección, cierto, pero no a través del clientelismo fácil sino a través de esas mejoras de las vidas de sus vecinos.

La resilencia se define, en el contexto del urbanismo, como la capacidad de conseguir que una ciudad se adapte al estrés crónico provocado por catástrofes naturales y otro tipo de sobresaltos y de encararse con sus desafíos. El proyecto 100 Resilient Cities incluye terremotos y guerras entre esos desafíos, pero también menciona otros problemas que aquejan con frecuencia a las ciudades africanas como cortes de agua y electricidad, escasez de alimentos, sistemas de transporte colapsados, violencia endémica o un desempleo elevado. “La resilencia de una ciudad es mejorar una ciudad, tanto en los buenos como en los malos tiempos, para beneficio de todos sus ciudadanos, particularmente los pobres y vulnerables”, reza la teoría de este proyecto. Liz Agbor-Tabi fue rotunda al afirmar que “debemos crear ciudades que respondan a las necesidades de nuestra comunidad”.

Kigali, Abuya, Enugu o Dakar son algunas de las ciudades en esta red, de la que forman parte 67 urbes de todo el planeta. Precisamente Kigali se convirtió, por boca de Liz Agbor-Tabi, en el ejemplo perfecto de buenas prácticas de resilencia. La experta señaló que la capital ruandesa ha experimentado una recuperación increíble en 20 años de trabajo que ha transformado una ciudad devastada por el genocidio en un ejemplo urbanístico y comunitario y en la ciudad más limpia del continente.

Cohesión y participación

La cohesión social es otra de las claves de la ciudad africana de este siglo.

Xavier Desjobert, de CFA Retail, participó en el debate de Le Monde defendiendo el comercio como factor que ayuda a crear cohesión social. Según el empresario francés, los cien centros comerciales que planea abrir en África en los próximos años tienen vocación de convertirse en espacios de ocio que pertenecen al usuario y que “se viven”.

La intervención de una constructora de centros comerciales en este tipo de mesa y con este tipo de mensaje se produce en un momento en el que las clases medias africanas demandan servicios y bienes de consumo y las multinacionales extranjeras se disputan sus favores. Costa de Marfil (y el resto del continente) se abre a marcas como Carrefour o Fnac y la empresa de Desjobert (patrocinadora del debate de Le Monde) inaugura su primer centro comercial en Abiyán a finales de este año. El modelo de CFAO Retail encaja en una tendencia de la planificación urbanística en África que tiene a Dubai o Shangai como modelos y que busca dar un barniz innovador, moderno y resplandeciente a las ciudades del continente. Materiales y soluciones tecnológicas locales, aprovechamiento de los recursos ambientales y humanos sobre el terreno o minimización de la huella ecológica son aspectos que se olvidan por completo en este proyecto de ciudad.

“La arquitectura en Sudáfrica tiene una fuerte influencia occidental y está impulsada por el capitalismo”, explicó la arquitecta sudafriana Carine Smuts en una entrevista que le hicieron el año pasado con motivo de la presentación de la exposición Réenchanter le monde en Francia. “Es este momento le guía la tecnología y la etiqueta verde. La buena arquitectura parece ser la de esos rascacielos con cristal importado de México, que cuestan una fortuna y tienen 26 ó 27 pisos. Reciben cinco estrellas verdes aunque las personas no se toman en cuenta en absoluto. Aunque no tienen nada que ver con nada salvo el objeto”.

Innovadores como Sénamé Koffi Agbodjinou (WoeLab) y Karim Sy (Jokkolabs) trabajan en el desarrollo de una ciudad africana más accesible, habitable, sostenible, humana. Koffi lo hace con una simbiosis de nuevas tecnologías y tradición y proponiendo un retorno de la ciudad al “pueblo”, una conversión de la urbe en una identidad más pegada a la tierra y a la gente. Según él, la aldea se construye con ritos de iniciación, proyectos y espacios comunes y tiempo. Y propone humanizar las ciudades con barcamps como rito de iniciación, fab labs como sitio abierto para desarrollar proyectos y la utilización de la tecnología para recrear el efecto del tiempo que consolida y amalgama comunidades. Además, Koffi defiende el retorno a la arquitectura tradicional africana, soluciones locales a problemas locales y trabajo comunitario.

A su lado sobre el estrado, Karim Sy se mostró también partidario de la utilización de la tecnología como elemento de cohesión social, participación y progreso y de darle un sentido más amplio a la palabra. La cartografía de ciudades como Dakar, que llevaron a cabo voluntarios armados con las herramientas de OpenStreet Map, es una de las numerosas pruebas de que la tecnología no se limita a aire acondicionado y brillantes rascacielos de cristal y de que los africanos se apropian de ella para mejorar sus vidas y las de sus ciudades, innovando y creando nuevos modelos y soluciones para el futuro. Totalmente exportables, por cierto, a Occidente.

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Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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