El hombre que va a añadir un segundo a tu reloj esta noche
Un capitán de navío es el responsable en España de cambiar la hora para ajustarla al Sol
El marino de guerra Francisco Javier Galindo no podía imaginar su futuro cuando, un día de 1990, se bajó de la fragata Numancia en un puerto danés. El buque lanzamisiles español, que iba camino de Islandia de maniobras, dio la vuelta para participar en la recién declarada guerra del Golfo Pérsico contra el Irak de Sadam Husein. Y Galindo, nacido en Melilla en 1963, “un chicarrón del norte, del norte de África”, regresó a España para hacer un curso de formación que le salvó por casualidad de entrar en combate y de ver a Marta Sánchez y su grupo Olé Olé cantando Soldados del amor al resto de marineros en la retaguardia de la guerra. Hoy, el marino es capitán de navío, físico electrónico y jefe de la Sección Hora del Real Instituto y Observatorio de la Armada en San Fernando (Cádiz). Es el responsable nacional de añadir un segundo a los relojes a las 2 de la madrugada del próximo 1 de julio, hora peninsular española, para sincronizar nuestros relojes con el Sol.
En su laboratorio, oficialmente la base de la hora legal española, Galindo cuenta con 30 servidores informáticos, que dan la hora a clientes como empresas de telecomunicaciones y los ordenadores de la Administración española. Uno solo de sus servidores recibe hasta cuatro millones de peticiones cada día. El marino de guerra ya solo batalla contra el tiempo. “Yo ahora veo una foto de un barco y me mareo”, bromea.
“¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicárselo al que me pregunta, no lo sé”. Galindo recuerda esta frase de Agustín de Hipona, aunque hace esfuerzos hercúleos para superar al impotente filósofo del siglo IV. En 1884, rememora el marino, cuando el ferrocarril y el telégrafo obligaban al mundo a sincronizar sus relojes para poder compartir trenes y comunicaciones, los países más ricos se reunieron en Washington (EE UU) en la Conferencia Internacional del Meridiano y acordaron adoptar la hora del meridiano de Greenwich como referencia mundial. La hora dependía del paso del Sol por encima de esta localidad inglesa. Dependía, por lo tanto, de la rotación de la Tierra sobre sí misma y se denominó Tiempo Universal (UT, por sus siglas en inglés) o Tiempo Medio de Greenwich (GMT).
Así fue durante décadas, hasta que los científicos se percataron de que la rotación del planeta dejaba bastante que desear como reloj. “La Tierra actualmente tiene tendencia a frenarse, debido sobre todo a las mareas, como una peonza que está perdiendo fuerza”, explica el capitán de navío. Un día solar medio no dura 24 horas de 60 minutos de 60 segundos (86.400 segundos), sino un par de milésimas de segundo más en promedio.
Los relojes atómicos acabaron con esa chapucilla. Un átomo de cesio-133 produce 9.192.631.770 oscilaciones en un segundo si está a 273 grados bajo cero, ni más, ni menos. Así que en 1967 el segundo dejó de definirse como un día solar medio dividido entre 86.400 y pasó a describirse como la duración de 9.192.631.770 oscilaciones de un átomo de cesio-133. Había nacido una nueva escala, el Tiempo Atómico Internacional (TAI).
Llegado a este punto de la explicación, el capitán de navío, equivalente a coronel en otros ejércitos, sabe que transita por terrenos cenagosos y suda como Agustín de Hipona. “Tradicionalmente teníamos un reloj asociado a la Tierra que no era demasiado bueno, pero que nos valía para andar por casa. Ahora se basan en procesos físicos y son muy precisos”, resume. Un segundo de la escala TAI dura siempre lo mismo, pero un segundo de Greenwich depende de factores como las mareas oceánicas, la cobertura de hielo o las dinámicas del núcleo de la Tierra.
La Tierra tiene tendencia a frenarse, debido sobre todo a las mareas, como una peonza que está perdiendo fuerza”, explica el capitán de navío
Sin embargo, el mundo no puede prescindir del todo del Tiempo Universal UT, según subrayan Galindo y su colega Teodoro López en la Revista General de Marina, una publicación especializada de la Armada. Los marinos que todavía utilizan la navegación astronómica necesitan saber cómo está orientada la Tierra en cada momento —cuánto le falta al Sol para pasar por el meridiano de Greenwich— para poder situarse en el océano por medio de los astros.
Para solucionar este embrollo, se creó el Tiempo Universal Coordinado (UTC), el tiempo de referencia mundial actualmente. El UTC se cuenta en segundos atómicos y se corrige periódicamente para que no difiera en más de 0,9 segundos del Tiempo Universal UT. El retoque se lleva a cabo introduciendo un segundo extra, el llamado segundo intercalar, cuando hace falta. Y el que decide si hace falta es el astrónomo francés Daniel Gambis, con el interminable cargo de director del Centro de Orientación de la Tierra del Servicio Internacional de Rotación de la Tierra y Sistemas de Referencia (IERS) en el Observatorio de París.
El 5 de enero de este año, Gambis emitió un comunicado dirigido “a las autoridades responsables de la medida y la distribución del tiempo”. En España lo recibió el capitán de navío Galindo. En Argentina, el Observatorio Naval Buenos Aires. En México, el Centro Nacional de Metrología. Las instrucciones, que asumen todos los países del mundo, implican que a las 23 horas, 59 minutos y 59 segundos del 30 de junio seguirán las insólitas 23 horas, 59 minutos y 60 segundos; y después llegarán las 0 horas, 0 minutos y 0 segundos del 1 de julio de 2015. El cambio se producirá a la hora UTC, así que en España (UTC + 2 en la península) el segundo extra se añadirá a las dos de la mañana del 1 de julio, una de la mañana en Canarias. En México DF, a las 19:00 del 30 de junio. En Buenos Aires, a las 21:00.
Será el vigésimo sexto segundo que se añade a los relojes desde que comenzó la práctica de los segundos intercalares en 1972. “Y puede que sea el último”, según reconoce Gambis por teléfono desde el Observatorio de París. La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), el organismo dependiente de Naciones Unidas que regula la cuestión, amagó en 2012 con suprimir los segundos intercalares, pero finalmente aplazó la decisión. “Hay muchas probabilidades” de que en la Conferencia Mundial de Radiocomunicaciones que se celebrará en noviembre en Ginebra (Suiza) “se decida la supresión definitiva del actual sistema de segundos intercalares”, coinciden Galindo y López en la Revista General de Marina.
Una mayoría de países, encabezados por EE UU, apoyan que se establezca una escala de tiempo continua, que no requiera maquillajes en las manecillas cada poco tiempo, sino quizás un retoque mayor cada varios siglos. Los más críticos airean posibles consecuencias negativas del segundo extra que se añadirá el 1 de julio, como problemas en algunos navegadores de internet, retrasos en algunos vuelos por fallos informáticos y el colapso de Unix, un sistema operativo implementado por fabricantes como IBM, Hewlett-Packard y Apple.
La última vez que se añadió un segundo extra, el 30 de junio de 2012, el sistema informático de la aerolínea australiana Qantas se cayó durante horas.
El propio Gambis recuerda que la última vez que se añadió un segundo intercalar, el 30 de junio de 2012, “el sistema informático de la aerolínea australiana Qantas se cayó” durante horas. Y las dificultades de diferentes tipos de software informático para digerir el segundo extra también derribaron algunas de las páginas webs más visitadas, como el agregador de noticias Reddit y la red profesional Linkedin.
Sin embargo, los polémicos segundos intercalares cuentan con un defensor acérrimo: Reino Unido. Como explica Galindo, la referencia horaria legal de Londres no es el Tiempo Universal Coordinado (UTC), empleado por la mayoría de las naciones, sino el obsoleto Tiempo Medio de Greenwich (GMT). El de marca británica. Si se suprimen los segundos artificiales, el UTC mayoritario se alejaría cada vez más del tiempo de rotación de la Tierra y, por lo tanto, del GMT. En el año 2100, el desfase alcanzaría los tres minutos. Reino Unido tendría que renunciar al nombre de su localidad inglesa o empecinarse y asumir una diferencia de tres minutos con el resto del mundo.
Sea o no el último segundo intercalar de la historia, el capitán de navío Galindo está preparado para añadirlo esta noche. El proceso está completamente automatizado y se lleva ensayando un mes en el Real Instituto y Observatorio de la Armada en San Fernando, el observatorio astronómico más antiguo de España. Las máquinas de Galindo llevan desde el 1 de junio enviando alertas a sus clientes para que estén preparados para el segundo extra. “Trabajamos con el tiempo, no podemos permitirnos el lujo de encontrarnos con un problema”, afirma. El marino de guerra está tan seguro de que todo saldrá bien que en el momento del cambio de hora, a las dos de la mañana de esta noche, estará durmiendo. No habrá nadie en su laboratorio. “No es necesario”, confía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.