Afrodescendientes en México, la verdad oculta
Autor invitado: Omer Freixa
Si 2011 fue para Naciones Unidas el “Año Internacional del Afrodescendiente”, la Unesco ha declarado 2015 inicio del Decenio de los Afrodescendientes en el mundo, con la intención de mejorar las condiciones de vida de las numerosas poblaciones producto de la diáspora africana y reivindicar sus derechos. Hay mucho por hacer. “México, en el panorama latinoamericano, la tiene mucho más difícil que el resto de los países”, lamenta Tanya Duarte, activista por los derechos humanos de las mujeres y de los afrodescendientes, fundadora y coordinadora de la organización Afrodescendencia México.
(*) Más información sobre Decenio de Afrodescendientes en España.
Al leer la Historia de México (2010), una publicación de la Academia Mexicana de la Historia (con prólogo del entonces presidente Calderón), editada con motivo del Bicentenario del inicio de la guerra de independencia (o Insurgencia) y de los 100 años de la Revolución, es claro advertir el insignificante espacio destinado a los afrodescendientes mexicanos en sus páginas. Solo se los cita como parte del orden colonial y luego desaparece toda referencia a ese colectivo. Como explica Duarte, ellos no figuran en ningún libro de texto porque en el país se niega su existencia y nunca se los ha censado. Pero la coordinadora estima que deben ser unos 5 millones, aunque dispersos y repartidos entre los 120 millones de mexicanos. En casi su totalidad, el mexicano niega el ancestro afro y prioriza la explicación de grandeza de una nación a partir del mestizaje. “La mayoría de los afromexicanos no saben que lo son”, asegura la titular de Afrodescendencia México.
La “nación azteca” olvida que es un verdadero mosaico étnico de cuatro raíces: indígena, europea, africana y asiática.
Un poco de historia
“La migración afro tiene siglos”, reflexiona la activista. Como ocurriera en toda América, a México, por medio de la conquista hispana desde el siglo XVI, llegaron primero negros, que llevaban generaciones conviviendo en la Península, junto a los colonizadores españoles y, en una segunda instancia, africanos esclavizados para suplir el faltante de mano de obra a causa de la debacle demográfica autóctona. Veracruz fue el primer punto de ingreso de españoles y sus esclavos al país, lo que hoy explica que se concentre la mayoría de población negra allí. Le siguen, en el área del Pacífico, Guerrero, Oaxaca, y, en la frontera con Guatemala, Chiapas. Serían los cuatro Estados en donde hay más presencia afro actualmente. “La tercera raíz de este país es la afro”, sentencia. Sin embargo, en todo el territorio se diluyó en el mestizaje, excepto en los Estados mencionados.
Entonces, en primer lugar están los negros de época colonial y sus descendientes, afroindígenas. Pero la inmigración afro no se detuvo luego. En un segundo grupo algo más reciente están los casos como Duarte, de padres migrantes (su padre era haitiano y su madre, de origen vasco). Por caso, Veracruz recibió una intensa migración de cubanos negros entre las décadas de 1920 y 1950.
Siempre estereotipados
Ser afro en México siempre implica un peligro. “En el caso del hombre, es ser visto como perezoso, ladrón, de baja condición. Pero en el caso de la mujer es marcada la veta sexual porque el acoso y el abuso sexual son constantes frente al estereotipo de la hipersexualidad negra”, explica la titular de Afrodescendencia México. Y ejemplifica ambas visiones a partir de dos cómics del pasado muy populares. Memín Pingüín era sobre un negrito con rasgos exacerbados que presentan os negros de las publicidades norteamericanas, como la boca roja e inflada, y la madre como Aunt Jemima, una negra muy gorda y con el pañuelo de bolitas en la cabeza. El estereotipo es el negrito grosero y miserable. La otra revista es Rarotonga, de historias de una mujer negra de belleza voluptuosa y cabello afro, una suerte de reina de la selva asociada a los estereotipos africanos que hacen creer que África es un país de cebras y elefantes. Aparecía prácticamente desnuda, portando un minibikini y los senos fuera. Es la visión constante del cuerpo de la mujer negra en el sentido de desenfreno erótico y sexual. “Así se entiende que negra sea sinónimo de prostituta”, complementa. Cuando la activista viaja a Europa los hombres le preguntan cuánto cuesta, si es africana o cubana, y, en general, se le ofrece trabajo doméstico. “Cuando les digo que soy mexicana me tratan con respeto”, repara.
Todas aquellas representaciones generan prácticas sociales de las cuales los afrodescendientes mexicanos resultan ser víctimas cotidianas. Tanya refiere que mucha gente se sorprende al hablar con ella porque resaltan su inteligencia, a pesar de ser negra. Además, siempre en la mira de las autoridades, la detienen porque el principal problema al ser parte de una minoría es el libre tránsito, además del racismo y la discriminación de todos lados. La policía de migraciones detiene constantemente a los negros y se los quiere deportar a Brasil, Cuba, donde sea, con la presunción de que en México no hay afros. Al respecto, ella lleva en su cartera varios documentos identificatorios porque si presenta solo una credencial le responden que es falsa. La gente no tiene dolo porque ellos consideran que cumplen su trabajo y en algún sentido no tienen la culpa, es el inconsciente colectivo. “En México se enseña que los negros no son mexicanos”, observa.
Amnistía Internacional tiene cientos de denuncias de afromexicanos en relación a que la Constitución nacional indica que no deben identificase. Pero, como México es un país corrupto y peligroso, al entender de la mexicana, mucha gente ha sido deportada con lo puesto y en situaciones ultra violentas. Duarte habla de muchos negros desaparecidos y, agrega, 43.000 personas extraviadas desde Peña Nieto. “Es uno de los países más graves para los migrantes”, concluye.
La organización de movimientos civiles para la reivindicación de los derechos de los afrodescendientes en México avanza a ritmo muy lento. El Estado históricamente ha hecho prácticamente hecho y el trabajo queda para las esferas de la sociedad civil. Hasta hace poco había muy pocas organizaciones. El contexto para avanzar es propicio. “Si la Unesco declaró el primer decenio de los afrodescendientes, eso significa que comienza un cambio y, por ejemplo, los afros deberían ser incluidos en los libros de texto”, razona. Al respecto, se queja de que han surgido recientemente y en forma exagerada, muchas agrupaciones afro, sobre todo en la costa oaxaqueña, donde más fuerte es la presencia negra.
Si en América Latina han sido ocho países los que tuvieron que modificar sus constituciones para reivindicar al pueblo negro, en México el Gobierno más de cuatro veces se ha negado a hacerlo. Lo mismo ocurre con el censo. “Con la Administración de Peña Nieto vamos cada vez peor, más militarización y muertes, con lo que nuestro tema a nadie le importa”, lamenta. Según su explicación, el problema de fondo reside en que existe una negación total de la agenda negra porque los políticos en México representan la supremacía de las familias blancas de origen español o, en todo caso, las que tienen cierto mestizaje indígena. Los únicos que se reivindican como negros son los oaxaqueños, mientras en el resto del país ser negro es peor que ser indígena. Se blanqueó la historia en forma exitosa. “No hay censo porque nadie quiere ser negro”, remata Duarte.
Además, hay un tema socioecónomico. “La mayoría de los negros en México son afroindígenas en una marginación absoluta”, puntualiza la activista. Entonces, su propuesta debe empezar por los más marginados. El proyecto que dirige, y cuyo principal fin es visibilizar y honrar la presencia negra en su país, nació a partir de una experiencia de maltrato exacerbado en el aeropuerto de Chiapas. La estaban asociando al cartel de droga de Colombia por su fenotipo, le quitaron todas sus pertenencias y le revisaron dinero y monedas para comprobar si tenían residuos de droga. Ese episodio traumático la llevó a actuar y comenzó por abrir una cuenta en Facebook, la que tuvo mucho éxito a partir del contacto con múltiples grupos de la diáspora africana y organizaciones en África y, para sorpresa de todos estos, descubrieron que en México hay afrodescendientes. “También hay mucho interés de académicos y de universidades con departamentos en estudios afro en América latina y los Estados Unidos”, agrega.
Su asociación es de proyección internacional y multirracial, no solo afrodescendientes integran Afrodescendencia México, que busca conformarse legalmente como organización aunque reconoce que es un momento difícil. Si bien Peña Nieto modificó la ley para intentar destruir y que no aparezcan nuevas ONG, pese a todo, Duarte continúa firme. En noviembre pasado organizó las Primeras Jornadas de Afromexicanidad y Afrodescendencia y pretende repetir este año.
Todo sea por el hallazgo de las raíces. “No venimos de esclavos, sino de gente extraordinaria que fue esclavizada, pero la gente no lo sabe”, recuerda.
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