El hambre que engorda o el cambio de paradigma
Urge fomentar la agricultura familiar campesina y los mercados locales para asegurar el Derecho Humano a la alimentación
Nadie pone en duda que los últimos 20 años hemos sufrido un dramático cambio en nuestro sistema alimentario generado por la aplicación de políticas neoliberales, las famosas revoluciones verdes, que han puesto nuestra alimentación en manos de multinacionales. Según las declaraciones realizadas en el marco de la II Conferencia Internacional de Nutrición organizada conjuntamente por la FAO y la OMS en Roma a finales de 2014, ellas son la principal causa de generación de pobreza, hambre, enfermedad, desigualdad y cambio climático.
Los efectos de este cambio en el sistema alimentario global son evidentes Por un lado tenemos la cifra imposible de más de 800 millones de personas que padecen hambre y, por otro lado, unos 1.400 millones de personas padecen obesidad o sobrepeso en el mundo, según la OMS. No hace falta decir que estas malas dietas se relacionan con problemas cardiovasculares, diabetes, osteoartritis y algunos cánceres.
Hasta la fecha el paradigma político y mediático se basaba en que los problemas derivados de una mala alimentación por cambios en la dieta estaban relacionados con los países ricos y el exceso de oferta. El hambre y la desnutrición eran vistas como un problema de países empobrecidos.
El 65% de la población mundial vive ya en países donde hay más muertos por comer de más que por comer de menos
Sin embargo, las cifras hablan: el 65% de la población mundial vive ya en países donde hay más muertos por comer de más que por comer de menos. Un claro informe por el Instituto de Desarrollo de Ultramar a principios de este año mostró que más de un tercio de los adultos del mundo tienen sobrepeso y que casi dos tercios de las personas con sobrepeso en el mundo se encuentran en países de bajos y medianos ingresos. El número de personas obesas o con sobrepeso en los países empobrecidos aumentó de 250 millones a casi mil millones en menos de tres décadas, y estas tasas están aumentando mucho más rápido que en los países ricos.
Así, nos encontramos datos como que, en Colombia, el 41% de la población tiene sobrepeso; en Namibia, el 21% de las mujeres tienen sobrepeso; en Zimbabwe más del 23%.
En términos económicos se traduce en que los costes de la desnutrición y las carencias de micronutrientes representan entre el 2% y el 3% del PIB mundial, lo que equivale a entre 1,4 y 2,1 mil millones de dólares por año. Aunque no se dispone de estimaciones globales de los costes económicos del sobrepeso y la obesidad, se calcula que el coste acumulativo de todas las enfermedades no transmisibles —en relación con las cuales el sobrepeso y la obesidad están entre los principales factores de riesgo— ascendió a alrededor de 1,4 mil millones de dólares en 2010.
El número de personas obesas en los países empobrecidos aumentó de 250 millones a casi mil millones en menos de tres décadas
Hasta la fecha, la mayor parte de las estrategias puestas en marcha para luchar contra la vulneración del derecho a la alimentación se dedicaron al aumento de la producción, sobre todo de granos básicos a bajo coste y globalización del mercado de alimentos. Ahora sabemos que, además de los nefastos efectos en la agricultura, estas políticas han provocado el aumento de la desnutrición proteico-energética y la desnutrición asociada. Además, no han tenido en cuenta los cambios sociales y económicos de las últimas décadas como, por ejemplo que la población es cada vez más urbana (en los años 80 era el 26% y actualmente es del 51%).
La división entre las dos poblaciones (rural y urbana) es cada vez más difusa, y cada vez hay menos población agrícola (en los ochenta, la población que producía alimentos era del 69% y actualmente es de menos de un 45%). Cabe destacar que el sistema de distribución y comercio de los alimentos también ha sufrido cambios trascendentales, entre los que destaca la reducción del consumo basado en productos que provienen de mercados locales, extendiéndose de manera creciente los sistemas de distribución de larga distancia
Se trata, por tanto, de un cambio tan transcendental que amerita el replanteamiento por parte de organizaciones internacionales y gobiernos sobre las políticas y estrategias sobre el derecho a la alimentación. El hambre y la mala alimentación tienen la misma causa y es el fracaso absoluto de las políticas actuales neoliberales y urge trabajar e invertir en un modelo basado en el fomento de la agricultura familiar campesina y los mercados alimentarios locales como pieza clave para asegurar el Derecho Humano a la alimentación.
Javier Guzmán es director de VSF Justicia Alimentaria Global
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