_
_
_
_
_

¿En qué puede sustituir una aplicación de móvil a su médico?

Aplicaciones, blogs, sms… La tecnología transforma la relación entre facultativo y paciente. "Doctor, ¿me manda un WhatsApp?"

Pablo Linde

La puerta de la consulta del médico de familia Salvador Casado está llena de símbolos QR, esa especie de códigos de barras que se pueden leer con los teléfonos móviles. A través de ellos se accede a su blog, a su perfil en Twitter, en Facebook, a su canal de vídeo en YouTube… Lleva más de cinco años incorporando las herramientas que le dan las nuevas tecnologías para interactuar con sus pacientes. Pero siempre como un complemento; según él y los demás especialistas consultados, nunca deben sustituir a los profesionales, que ven cómo materiales multimedia, redes sociales, aplicaciones en móviles y wearables, se abren paso en la relación entre los enfermos y ellos.

El triángulo que forman tecnología, médico y paciente se va ampliando. Desde una simple consulta en la red hasta sofisticados sistemas de monitorización de los parámetros corporales (como la tensión o la respiración) que sirven para la telemedición o medición a distancia de hábitos que, sumados a los de otros individuos, conforman un enorme volumen de datos (conocido como big data) que revolucionará la investigación epidemiológica. Lo más básico comienza en Google, donde una de cada 20 consultas es sobre salud. Pero no solo las hacen los enfermos; en una encuesta de iDoctus (aplicación de consulta para médicos) realizada en 2014 entre más de 7.400 facultativos de España, el 60% aseguraba que usa tres dispositivos para llegar a la información médica (ordenador, tableta y móvil) y casi el 95% accede por dos de ellos. Tres de cada cuatro encuestados afirmaban que las aplicaciones médicas le ayudan a ahorrar tiempo, y el 88% concluía que incrementan la seguridad en el diagnóstico y en la prescripción. Casi la mitad de los médicos declaraba utilizar aplicaciones médicas delante de los pacientes, y el 45% creía necesario recomendárselas, siempre que cuenten con un aval científico-médico.

Vigilar la calidad

Pero la relación con la tecnología no es, o al menos no siempre ha sido, tan idílica. En 2009, el estudio Uso de Internet por médicos de primaria y hospitales y percepción de cómo influye en su relación con los pacientes mostró que para un 30% de los médicos consultados la Red suponía una complicación en su relación con los enfermos. En las consultas, cuatro de cada cinco pacientes se referían a información que habían sacado de la web, no siempre basada en evidencias científicas.

Salvador Casado, activo en las redes sociales y convencido de la utilidad de Internet para su profesión, reconoce que la información de la red “puede distorsionar” la relación con el paciente. “Google no tiene el sello de calidad ni rigurosidad en la información. En salud los contenidos que se sitúan en lugar destacado no siempre son los mejores y hay mucha paja. Eso condiciona la consulta; cuando viene alguien que ha estado buscando en Internet yo lo sé, lo diga o no. En algunos casos puede ser útil para tranquilizarse o informarse mejor, pero según mi experiencia suele pasar lo contrario. La gente se encuentra con información que le agobia más”, explica.

Los nuevos usos tecnológicos van desde una simple consulta en la Red hasta sofisticados sistemas para seguir parámetros corporales como la tensión o la respiración

Con esta premisa, Google está trabajando con profesionales sanitarios en un sistema para que lo primero que se vea tras una búsqueda en salud sea un gráfico informativo (síntomas, recomendaciones, descripción) realizado por médicos. En esta línea, Julio Mayol, cirujano y codirector del consorcio de innovación en medicina entre la Comunidad de Madrid y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) –Madrid-MIT Consortium M+Visión–, apuesta por otorgar más poder al paciente: “Una obligación es disminuir la complejidad del conocimiento para hacerlo accesible. Si vas a la consulta es porque tienes dudas y te faltan herramientas para resolverlas. Si somos capaces de procesar el conocimiento para que los primeros interrogantes se puedan resolver sin acudir al doctor estamos empoderando a los ciudadanos. Evidentemente, para cosas más complejas hay que ir al médico, pero el paciente no debe ser totalmente dependiente”. Sergio Vañó, coordinador de Innovación en Tecnologías Médicas del Hospital Ramón y Cajal, también ve más virtudes que perjuicios en las posibilidades de Internet: “La automedicación ha existido siempre. El que era hipocondríaco se iba a la biblioteca y buscaba en un libro. Ahora lo tiene más fácil, pero no creo que la tecnología sea una barrera, sino una herramienta que se debe usar de forma adecuada”.

Los tres médicos que hablan son tres ejemplos de profesionales altamente implicados con las nuevas tecnologías. Son tuiteros que suman casi 40.000 seguidores, algo excepcional en su campo. En opinión de Mónica Moro, responsable de comunicación del grupo farmacéutico Menarini, todavía existe un gran aislamiento digital. Es decir, pacientes, profesionales de la salud e instituciones no tienen el mismo nivel de alfabetización digital, ni la misma facilidad de acceso y, mucho menos, el mismo interés por su aplicación. Menarini comenzó en 2010 a fomentar el uso de la tecnología para mejorar la atención a pacientes con sesiones por toda España en las que se mostraban ejemplos prácticos de médicos que usaban un blog, Twitter, vídeos… , pero después de tres años comprobaron que no se había avanzado lo suficiente. “Los pacientes usan la tecnología en su día a día y los médicos van a remolque, no por un problema de acceso, que casi todo el mundo tiene, sino porque no siempre están motivados, no tienen competencias o, lo más común, se topan con el aislamiento social: ‘Sé para qué sirve, pero ¿dónde están mis referentes? ¿con quién comparto?”.

Según un estudio, un 95% de los doctores usa dos dispositivos para acceder a la información y el 45% recomendaría a sus pacientes algunas aplicaciones

En un segundo acercamiento a esta realidad su empresa ha puesto en marcha el movimiento #sherpas20 contra el aislamiento digital, en el que debatieron con 10 pioneros en sus áreas dentro de todos los ámbitos de la salud (médicos, pacientes, enfermeros, gerentes de hospital…). Algunas de sus conclusiones son que la web sigue teniendo sentido si es interactiva y permite opinar. Comprobaron que los objetos multimedia (vídeos, infografías) son cruciales en este ámbito. Y que algo tan común como la mensajería instantánea está ayudando enormemente a la relación entre médicos y pacientes. “Se puede resolver una duda rápida con WhatsApp porque al otro lado está alguien de confianza”, explica Moro.

El doctor Casado comenzó intercambiándose correos electrónicos con algunos de sus pacientes para agilizar la comunicación. Después abrió un blog con asuntos generales que trataba día a día. Y fue colgando entradas cada vez más específicas y a experimentar con los vídeos y redes sociales. “Lo que siempre se ha hecho es dar documentación escrita a los pacientes que vienen a la consulta. Por mi experiencia sé que esa hoja termina en la papelera, así que llevo tiempo dando consejos en la web. Si la persona que tengo delante es un anciano que no está familiarizado con las tecnologías sigo dándole el papel, pero si no, le remito a un vídeo hecho por mí o a una entrada de mi blog. Esta temporada monté un vídeo con consejos sobre la gripe y los catarros para mis pacientes. Ellos saben que quien sale ahí es su médico, tienen confianza y resulta muy práctico”, explica.

Lo que ni Casado ni sus colegas consultados recomiendan es sustituir la consulta directa con el paciente por la virtual, en foros o redes sociales. Por eso tratan de no responder dudas concretas a través de medios on line a los que pueda acceder cualquiera: “No veo prudente que un médico esté en foros contestando preguntas específicas de cada persona. El mejor enfoque es mantener un canal unidireccional, que sea solo para proporcionar información y no tanto para conversar. Además, hay que tener en cuenta que en salud se maneja información confidencial que no siempre se puede garantizar en estos canales”. Sergio Vañó se suma a este principio de precaución: “Las redes no son una herramienta de telemedicina [prestación médica a distancia], aunque sean muy útiles para intercambiar con los pacientes información, conocimientos o hábitos de vida saludable y que estén al tanto de novedades médicas que les puedan interesar”. Julio Mayol tampoco es partidario de usar foros abiertos para tratar casos individuales: “Hay gente que no conozco y que me envía mensajes directos, pero les remito al hospital. No contesto preguntas específicas del paciente en la red, es muy peligroso para el enfermo y para mí. Quienes pudieran leerlo con una dolencia similar pueden pensar que es un consejo para ellos y cada caso puede ser distinto. Otra cosa es que quienes me siguen pueden tener información lo más segura y precisa posible”.

Proyecto de la Universidad Carlos III

De forma involuntaria, la información que se desprende de las consultas de pacientes recibidas en este entorno 2.0 puede ser muy valiosa para avanzar en medicina. Un proyecto de la Universidad Carlos III de Madrid intenta detectar los efectos adversos de los medicamentos siguiendo en tiempo real la información sobre salud que generan los pacientes en redes sociales como Twitter o blogs especializados. A través de técnicas de procesamiento del lenguaje natural analizan lo que dicen los enfermos sobre determinados medicamentos y lo convierten en datos que pueden servir tanto a las autoridades sanitarias como a las firmas farmacéuticas para detectar, por ejemplo, efectos secundarios que no se habían advertido en los ensayos clínicos.

Esta temporada colgué un vídeo en mi blog con consejos sobre la gripe y el catarro para mis pacientes y resultó muy práctico”, (Salvador Casado, médico de familia)

Todas estas prácticas se engloban en lo que se conoce como eHealth o eSalud, una variedad de servicios situados entre la medicina y los cuidados sanitarios tecnológicamente asistidos. Tres tendencias destacan en este campo, a menudo combinadas entre sí: telemedicina, el Internet de las cosas (conectar objetos a la Red) y las aplicaciones de móviles. La primera es particularmente útil en zonas remotas a las que un especialista puede tardar horas en llegar. Aunque hay que prestar atención a ciertas cuestiones, según Sergio Vañó: “Es un método de consulta que se debe realizar en determinadas circunstancias. Las condiciones básicas son contar con los datos clínicos exactos del paciente y que el envío de imágenes sea correcto. Lo más defendido hoy día es que la comunicación sea entre dos médicos, que el paciente esté con uno y otro asesore en la distancia”. En su hospital, el Ramón y Cajal, ha probado un sistema de teledermatología a través de smartphones (teléfonos inteligentes) entre atención primaria y especializada para evitar derivaciones innecesarias. El médico de familia enseña la zona de la piel en cuestión al dermatólogo, que determina si está ante algo inocuo, grave o si necesita comprobarlo en persona. En la prueba piloto con 100 pacientes se logró reducir la derivación al especialista en uno de cada tres casos, lo que repercute en el ahorro y la agilidad del sistema. Además, los casos más graves son detectados y tratados antes.

Seguimiento de pacientes con alzhéimer

La segunda tendencia, el Internet de las cosas, se basa en colocar dispositivos conectados a la Red en objetos de la vida cotidiana, desde el hogar hasta la ropa y los complementos (tecnología ponible o wearable, su versión en inglés). María Teresa Arredondo lidera el grupo de investigación LifeStech de Tecnologías de Apoyo a la Vida de la Universidad Politécnica de Madrid. Probablemente es uno de los equipos públicos más avanzados en asuntos de eSalud en España y trabaja, entre otras cosas, en sistemas encajados en objetos de la vida diaria que permiten monitorizar distintas tareas. Se usa, por ejemplo, en la rehabilitación de pacientes con deterioro neurocognitivo. “Se colocan sensores conectados en los platos, en los cepillos de dientes, y hacemos un seguimiento remoto de cómo manejan los objetos para ver su evolución. Es muy práctico para seguir la medicación de pacientes con alzhéimer, porque a partir de sus movimientos con los objetos podemos comprobar si la dosis es adecuada o cuánto dura su efecto”, precisa. Al otro lado de estos sensores suele haber una aplicación de móvil que recopila y traslada los datos a los facultativos para que puedan analizar rápidamente si hay alguna anomalía o, incluso, ser avisados con una alarma si se produce. Las aplicaciones, la tercera de las tendencias, dan mucho más de sí en medicina. Desde los depósitos de información sobre alérgenos hasta sistemas para medir datos cardíacos.

Todas estas tendencias, que en algunos casos son pruebas piloto, comienzan a generalizarse, según Arredondo: “La adopción de tecnología, como los teléfonos móviles, es prácticamente gratuita y muy sencilla. La implementación será cada vez más rápida y frecuente en el futuro, pero no en uno lejano, sino muy cercano”. En cualquier caso, el tecnológico doctor Casado relativiza: “Nunca sustituirá al médico, sería como hablar con un call center, y ahí no se va a contar los problemas de salud. Si conoces a tu profesional sanitario y él te conoce a ti, tendrá más información, más criterio y más confianza, porque nos hemos visto las caras, y eso es fundamental para los seres humanos. Está pasando lo que les sucedió a nuestros abuelos con el teléfono. Se dijo que se iba a cargar la relación médico-paciente y no fue así”.

'RECETANDO' APLICACIONES DE MÓVIL

Ya está pasando, pero en unos años será frecuente salir de la consulta del médico con una aplicación del móvil prescrita. En el mercado hay miles de ellas, aunque no todas cuentan con un aval científico que las sustente. Para evitar esta laguna, la Agencia Reguladora del Medicamento de EE UU (FDA), ha comenzado a aprobar aquellas que presentan evidencias de ser útiles, como hace con los fármacos. Y ya lleva más de un centenar avaladas. Estas son algunas experiencias que ya se están desarrollando con tecnologías móviles.

Monitorización de trasplantados

Una aplicación móvil desarrollada por la empresa Nabelia para el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona busca aumentar la adherencia terapéutica (la medida en que los pacientes siguen el tratamiento) y el autocontrol del paciente trasplantado cardíaco. Permite a los clínicos el seguimiento farmacoterapéutico del paciente y le ayuda con la introducción de datos como la de tensión arterial, frecuencia cardíaca, peso, ejercicio... Además, se puede aportar la medicación crónica para que el enfermo la consulte y disponga de alertas si lo desea. Todos los datos llegan mediante la plataforma al farmacéutico clínico para su monitorización diaria.

'Smart Glasses' para seguimiento pediátrico

Las gafas inteligentes tienen muchas posibilidades a la hora de ayudar a los médicos. En el Hospital Sanitas La Zarzuela están usándolas en la UCI pediátrica para realizar interconsultas (consultas entre médicos) a través de las gafas con otros especialistas. Si por ejemplo es necesario que un radiólogo vea una placa, el médico de urgencias puede llamarlo a través de las gafas y mandarle fotos o un vídeo en tiempo real o grabado mientras conversan. El centro tiene otros proyectos en marcha como que los enfermeros puedan ver con las gafas el código de cada paciente por medio de realidad aumentada para comprobar la medicación o sus historiales médicos. También trabajan en un programa para usar las gafas en ambulancias, poder enviar al hospital información durante el traslado y que cuando reciban al paciente ya sepan qué cuidados hay que aplicar.

Seguir el crecimiento del bebé

Hay decenas de aplicaciones para ayudar a los padres con la crianza de sus hijos. Una de ellas es eMyBaby, que permite almacenar los datos de las vacunaciones, monitorear el sueño y combinarlo todo con álbumes de fotos. También se puede simultanear con ‘gadgets’ que permiten introducir el peso del bebé y compararlo con las curvas de la OMS, de forma que los padres pueden saber si se encuentra dentro de los parámetros normales. Toda esta información puede ser impresa o enviada por e-mail al pediatra.

Sensores para detectar diabetes

Hay varios proyectos para hacer el seguimiento a los enfermos de diabetes. Se están desarrollando distintos parches con chips para medir el nivel de glucosa en sangre que se conectan a una aplicación que interpreta los datos. Google, por su parte, trabaja en unas lentillas que detectan estos niveles a través de las lágrimas. Cuentan con una luz led en miniatura que se encendería cuando sobrepasen ciertos límites para avisar al paciente. La empresa tecnológica está trabajando con la FDA para poder lanzar este producto, que todavía es un prototipo, a gran escala.

Sistema para alertar de un ataque epiléptico

Investigadores japoneses están desarrollando un sistema para avisar a las personas que padecen epilepsia antes de sufrir un ataque. Funciona con un sensor cerca de la clavícula que mide el ritmo cardíaco y envía una señal al teléfono cuando se sale de lo normal. Una aplicación analiza los datos y los compara con los parámetros normales y previos a un ataque y avisa al paciente entre 30 segundos y un minuto antes de sufrirlo. De momento está en prueba y tiene ciertas limitaciones, ya que solo es fiable en reposo. Lo están desarrollando conjuntamente las universidades de Kioto, Kumamoto y Tokio, y esperan tenerlo listo para comercializar en 2020.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_