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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Animales como incubadora

El objetivo deseado de la ingeniería de tejidos es fabricar un órgano completo, funcional y seguro, que sea trasplantable a un enfermo

MARCOS BALFAGÓN

No hace tanto, la ingeniería de tejidos pertenecía al terreno especulativo de la ciencia-ficción. Pero como ha ocurrido en otros ámbitos de este fértil campo de la creatividad, las quimeras imaginadas están cada vez más cerca de convertirse en realidad. Eso es justamente lo que está ocurriendo con la ingeniería de tejidos. Una investigación dirigida por el español Juan Carlos Izpisúa Belmonte permite un salto importante: la posibilidad de utilizar embriones de animales como incubadora para crear tejidos humanos.

De momento es un salto importante a escala de investigación básica, pero dada la velocidad con la que se avanza en este campo, puede que sus aplicaciones prácticas no estén tan lejos como parece. Como quien no quiere la cosa, en poco tiempo hemos pasado de averiguar los complejos mecanismos del desarrollo de una célula embrionaria, a manipularla de tal modo que podemos aspirar a crear tejidos y órganos completos. Algunos de sus frutos forman ya parte del reino de lo real. Se ha creado piel y cartílago, pequeñas arterias y vejigas artificiales que ya pueden utilizarse en la práctica clínica y hasta ha sido posible implantar una tráquea completa a una paciente.

También se ha conseguido que un ratón desarrollara como una parte más de su propio organismo tejido hepático humano susceptible de ser utilizado en el futuro como banco de pruebas de medicamentos.

Pero el objetivo final, la quimera deseada, es poder fabricar un órgano completo, funcional y seguro, que sea trasplantable a un enfermo, y para eso quedan todavía importantes obstáculos que salvar. El principal es el de lograr un soporte adecuado —y que no plantee problemas éticos— en el que hacer crecer esos órganos.

El paso que ha dado Izpisúa avanza en esa dirección, y por eso lo destaca la revista Nature. Ha demostrado que si se implanta en un embrión de animal, en este caso un ratón, un tipo de células madre en el momento adecuado, las células humanas se incorporan a un proceso de diferenciación del embrión huésped y se desarrollan hasta convertirse en el tejido deseado.

El avance añade una nueva posibilidad a las dos que hasta ahora había para el cultivo de tejidos: la reprogramación celular y el uso de embriones humanos inviables.

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