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Dos son pareja, tres son multitud… si el tercero es el virus del ébola

Belén y Mario, médicos voluntarios en Sierra Leona, tratan de vivir un noviazgo normal pese a la premisa de “no tocarse” que ha impuesto la epidemia

El personal sanitario que atiende la emergencia de ébola sigue estrictas normas de seguridad en cuanto a los trajes de protección.
El personal sanitario que atiende la emergencia de ébola sigue estrictas normas de seguridad en cuanto a los trajes de protección.Médicos del Mundo

¿Te irías de luna de miel a Sierra Leona en plena epidemia de ébola? Probablemente no, ¿verdad? Pero si eres médico y has decidido vivir esta experiencia con tu pareja, quizás tengas que aceptar que vas a vivir tu amor en los tiempos del ébola.

Así lo debieron de pensar Belén Comeche y Mario Pérez, dos médicos madrileños que son pareja en la vida real y en la vida aún más real como cooperantes en un proyecto de lucha contra el ébola de Médicos del Mundo en Sierra Leona.

Esto sí que es amor en tiempos del ébola. No puedes tocarte, es la política nacional, la primera consigna para evitar la infección. Y hay que llevarlo a rajatabla, tanto, dicen Belén y Mario, que sólo se han abrazado dos veces en diez días. "Y porque teníamos el traje especial de alta protección puesto".

¿Pero qué hacen estos dos médicos juntos en Sierra Leona? Como en todas las historias de amor, empecemos por el principio. Acabamos de llegar a Kumala, una aldea remota del distrito de Koinadugu, en el noroeste de Sierra Leona, donde Médicos del Mundo tiene abierto un centro de aislamiento para personas que llegan con síntomas de haber sido infectados por el virus. Acabamos de bajar del helicóptero que nos trae desde la capital, Freetown, y nos dirigimos al campamento base de los trabajadores de la organización. Mientras pasamos por el sempiterno ritual de desinfección de manos y toma de temperatura, escuchamos un idioma y un acento conocidos. Son Belén y Mario, que vienen a darnos la bienvenida. Llegan juntos y se irán juntos, poco después, al centro médico. De hecho, siempre están juntos. No sólo en su labor clínica, sino en las pequeñas tareas domésticas del día a día, aquellas que te dan la sensación de que tu vida en pareja continúa aunque estés en un campamento donde no existe intimidad alguna y todo, absolutamente todo lo que hagas, está expuesto a las miradas y los oídos ajenos.

La intimidad de las duchas y letrinas

Belén Comeche.
Belén Comeche.
Mario Pérez.
Mario Pérez.

“Veníamos muy mentalizados”, nos dice Mario. “Pero luego, aquí, te das cuenta de que es duro”, confiesa. “Porque no sabíamos en qué circunstancias íbamos a vivir”, continúa Belén. El alojamiento en Kumala es un campamento base donde todo el personal, tanto local como expatriado, comparte todos los espacios sociales. Se duerme en grandes carpas donde se han instalado tiendas de campaña individuales. Todos comen juntos y descansan juntos. Los únicos sitios “íntimos” son las duchas y las letrinas. “De hecho”, comenta Belén con su hermosa sonrisa pícara, “como se supone que el jabón inactiva el virus, pensamos que podíamos tocarnos enjabonados, pero en seguida nos dimos cuenta de que éramos la cara visible de Médicos del Mundo y que teníamos que dar ejemplo”.

Cuando Mario y Belén llegaron a Kumala a principios de enero, el resto de compañeros no sabían que eran pareja. No ayudó mucho que Belén, médico internista de urgencias en el Hospital de Alcorcón, tuviera tanto éxito entre los locales. “Cuando empezaron a tirarle los tejos”, ríe Mario, “comenzaron a enterarse”. “Y cuando les decimos que somos pareja se sorprenden. Preguntan: ¿Mario? ¿Qué Mario? ¿El doctor?”, añade Belén entornando sus ojos verdes. Efectivamente, dirá ella. Su pareja es el doctor, médico pediatra del Hospital Infanta Leonor de Vallecas, que se encargó de hacer cumplir el tópico: profe que se fija en la estudiante y estudiante que se enamora del profe.

Belén y Mario ya se conocían desde 2010. Coincidieron como voluntarios de un proyecto de formación a inmigrantes. "Aunque no nos acordamos de eso”, confiesan ambos. La chispa saltó un tiempo después, cuando volvieron a verse en el Máster de Medicina Tropical de la Universidad Autónoma, en el que Mario imparte formación de pediatría. “Belén faltó a todas mis clases”, bromea él. “Así que le mandé un mensaje por Facebook para ver si iba a ir a las prácticas que hacemos todos los veranos en Etiopía”. Y África se convirtió en su escenario, porque aunque no fue amor a primera vista, “fue hablando y hablando en ese mes de junio en Etiopía que nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común”, relata Belén de nuevo con su pícara sonrisa.

Cita romántica sin besos ni abrazos

El resto es historia. Una de amor durante los seis meses que Belén pasó en Etiopía y las llamadas que tanta ilusión le hacía recibir de Mario. “Y al volver, quedamos”, aclara ella como si fuera una consecuencia lógica. “Y ahí empezó todo”. “Todo” es una historia común de labor profesional como sanitarios y una visión de la vida con muchos puntos en común.

La decisión de venir juntos a Sierra Leona es la extensión de un plan vital coincidente: ambos son miembros de la Junta actual de Médicos del Mundo y voluntarios de un proyecto de integración social de la entidad con gitanos rumanos en Madrid. Por eso, no extraña que la decisión de participar en la respuesta a la lucha contra el ébola de la ONG en Sierra Leona fuera una cosa de dos. “Como Mario ya tenía experiencia en emergencias –ha colaborado en tareas humanitarias en el terremoto de Pisco en Perú, en el tsunami de Indonesia y en el Huracán Stan en Centro América– y ya habíamos hablado de ir juntos, vimos en seguida que el ébola era la opción”, explica ella.

¿El ébola era la opción para una pareja que se unió hace relativamente pocos años y que les iba a obligar a cumplir a rajatabla la regla de no tocarse durante las seis semanas que dura la misión en terreno, en medio de una de las peores epidemias de la historia de la humanidad y con un virus altamente letal? Menos mal que Belén nos aclara rápido la respuesta. "Al principio nos echó para atrás el peligro, pero al final lo vimos como una elección nítida, porque no es fácil encontrar médicos dispuestos y preparados”. Si la doctora no hubiera matizado que, en algún momento, tuvieron temores, habríamos pensado que es verdad eso que dicen de que los médicos están hechos de otra pasta.

Hace unos días, esta pareja, tuvo una “cita romántica”. La experiencia, dicen, les está sirviendo para salir muy reforzados, les ayuda a generar complicidades y encontrar otros medios de comunicarse y mostrarse afecto y apoyo mutuo. Pero, reconocen que hay momentos duros. Como hace unas noches, cuando se fueron a la carpa que comparten con otros compañeros y pidieron un rato de soledad. Sin tocarse, claro, pusieron música y charlaron largo y tendido de su vida y de sus planes futuros. “Eso no sustituye un abrazo”, recuerda Belén con cierta nostalgia, “pero sube la moral”.

En el momento de escribir este artículo, los protagonistas de esta historia estaban a punto de finalizar su misión en Sierra Leona. Quizás ya estén de regreso en Madrid. Puestos a imaginar, cabe pensar que su relación ha vuelto a la “normalidad” desde el momento en que han pisado el aeropuerto. Pero no. Aún les quedan los 21 días del período especial de vigilancia que ha de seguir cualquier persona que regresa de un país afectado por el virus. Pese a que, todavía cuando estaban en el foco del virus, aseguraban que a su vuelta, lo cogerían "con gusto", tres semanas les separan del fin del último capítulo de su historia de amor en los tiempos del ébola.

María José León es técnico de prensa y comunicación de Proyecto ébola de Médicos del Mundo desde el distrito de Koinadugu, Sierra Leona.

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