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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estrategias menguantes

Ahora en Cataluña hay dos utopías disponibles: la independentista y la del cambio que lidera Podemos

Josep Ramoneda

Artur Mas quema etapas restringiendo su campo de influencia. Empezó gobernando con el objetivo del pacto fiscal, que gozaba de gran predicamento en la sociedad catalana. En 2012, después de la gran manifestación de septiembre, bastó un portazo de Mariano Rajoy para que Artur Mas lo diera por finiquitado. Pasó pantalla: convocó las elecciones bajo el eslogan del derecho a decidir. CiU perdió una parte sensible de su cuota electoral. Pero la nueva bandera fue asumida por una amplia mayoría que, en algunos momentos, abarcó desde Unió y el PSC hasta la CUP pasando por Convergència, Esquerra e Iniciativa. Ahora Artur Mas vuelve a estrechar el terreno con una alianza que ya es solo a dos —Convergència (i Unió) y Esquerra—. Del derecho a decidir ha pasado directamente a la independencia.

El 9N marcó un punto de inflexión. El soberanismo mostró su capacidad de movilización y organización y puso en ridículo al Gobierno español. Pero al mismo tiempo se tomó conciencia de que faltaba capital político —votos— para dar el salto a la declaración de independencia. Artur Mas cambió el ritmo, intentó sin éxito la OPA sobre el entorno y estallaron los recelos naturales entre convergentes y republicanos. Por debajo, el caso Pujol late como una bomba de explosión retardada, pese a los esfuerzos de Mas para enterrarlo en silencio. Y de pronto, de la nada, irrumpió Podemos. Escribió Marina Subirats que el independentismo actuaba como utopía disponible, en tiempos escasos en proyectos políticos de futuro. Ahora en Cataluña hay dos utopías disponibles: la independentista y la del cambio que lidera Podemos. Ambas tienen un objetivo común: la redistribución del poder, aunque las partes que intentan arrancar del compacto bloque estatal no son las mismas. Podemos da refugio progresista a mucho votante contrario a la independencia, pero también puede canalizar la insatisfacción que algunos, sin ser soberanistas, expresaban a través del independentismo.

Artur Mas busca ahora el pleno del soberanismo fetén, pensando que si lo consigue, lo demás se dará por añadidura. A su vez gana tiempo para dar un respiro a sus alcaldes que temían unas municipales contaminadas por las autonómicas, para ver cómo evoluciona el escenario español y para seguir al frente del proceso. El acuerdo, con Esquerra, cargado de parafernalia simbólica, anuncia ya otro 11 de septiembre de gran movilización como inicio de la campaña electoral. La creación de “estructuras de Estado” y la remodelación del Gobierno incorporando independientes deberían servir para el rearme moral de un soberanismo que entraba en el desencanto. Pero cuesta entender una estrategia que a cada paso nuevo reduce su ámbito potencial de influencia. La política es el arte de la ocasión: captar el momento adecuado para crecer. Un amigo me decía: no tengo prisa, sé que la independencia es un proceso largo, solo pido saber cuándo empieza. Quizá Mas ha querido anunciar que empieza el 27 de septiembre. No sé si mi amigo se dará por satisfecho.

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