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En octubre se inaugura en París la Fondation Louis Vuitton, museo de arte contemporáneo llamado a convertirse en otro símbolo
El 27 de octubre se inaugura en París la Fondation Louis Vuitton, museo de arte contemporáneo llamado a convertirse en otro símbolo de la ciudad turística por excelencia. No es la primera vez que una firma de lujo apoya el arte: en 1984, Cartier alzó su Fondation y encargó a Jean Nouvel el edificio del Boulevard Raspail.
Como el otoño reconcilia a uno con París voy al Bois de Boulogne a ver el extraordinario edificio de Frank Ghery. ¡Oh! Es una mariposa de cristal que viene del más allá y a la que parece que le dé cosa aposentarse. Temo que al abrir los ojos de nuevo haya volado a otra parte. Pero no, ahí sigue. Como la genética no falla (he visto al primo de Bilbao), conozco a un padre de la criatura. Pero: ¿y el otro? Principalmente ha sido Bernard Arnault, presidente de LVMH, gran imperio del lujo. En 2012, cuando Hollande anunció que las grandes fortunas pagarían el 70% de impuestos, solicitó (igual que Depardieu) la nacionalidad belga para evitarlo. Rectificó y continuó con su empeño de ofrecer a la ciudad un museo impactante. Obstáculos jurídicos y críticas de vecinos del selecto distrito 16 trastocaron el ritmo de las obras. No se quería ese edificio en un parque tan proverbial. Pudo recordar el París de 1887, cuando se construía la torre que celebraría el centenario de la revolución dos años más tarde con la Exposición Universal. Casi ningún artista apreciaba el gusto de Eiffel, y la población civil le dio la espalda durante años. Luego devino el emblema que todas las ciudades quisieran tener para proyectarse en el turismo.
La visita deja huella. Necesito una voz autorizada que me ayude a hacerme una mejor composición de lugar. Así que voy a ver a Juan Manuel Bonet y me explica: “La tradición del lujo asociada al arte es antigua como las vanguardias, en los años veinte y treinta hubo mucha colaboración entre moda y arte. Coco Chanel y Elsa Schiaparelli fueron emblemáticas en ese sentido junto a figuras más secretas, pero creadoras de opinión, como Misia Sert o Eugenia Errázuriz. En Vogue, grandes ilustradores y fotógrafos se pusieron al servicio de la moda”.
Casi ningún artista apreciaba el gusto de Eiffel, y la población civil le dio la espalda durante años. Luego devino el emblema que todas las ciudades quisieran
En una época en la que la brecha entre ricos y pobres se dispara, lo que produce puntos de vista controvertidos sobre el mecenazgo, parece que los artistas están cada vez más atrapados en la paralizante tela de araña de las riquezas ajenas. Arnault lleva tiempo ejerciendo de mecenas desde el Espace Culturel Louis Vuitton des Champs Elysées. “Hay programa de exposiciones, edición de libros de viajes y de guías de ciudades. El museo será, en ese sentido, la culminación de esa actividad”, añade Bonet.
Vuelvo a Madrid y, en la radio, por casualidad, me encuentro con Soledad Lorenzo, reputada galerista que ha donado su legado al Reina Sofía. “No puedo opinar sobre Arnault porque no lo conozco, sólo a la marca. Lo que sí te digo es que el arte en España necesita con urgencia una ley de mecenazgo. La tienen en todos los países menos aquí”.
Salgo del programa y me subo al metro madrileño. Como me esperan junto al teatro Häagen-Dazs me bajo en Vodafone-Sol. De camino pienso en el museo Louis Vuitton y me aborda la lógica: el mundo está cambiando muy deprisa, me parece que por fin entiendo aquella frase de Richard Serra: “El artista convertido en cucurucho de palomitas de maíz”.
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