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La sonda ‘Philae’, casi sin batería, perfora en el suelo del cometa

Los expertos siguen sin localizar con exactitud el lugar de aterrizaje del robot

Fotografía del cometa 67P/Churyamov-Gerasimenko sobre el mapa de Madrid comparando los tamaños.
Fotografía del cometa 67P/Churyamov-Gerasimenko sobre el mapa de Madrid comparando los tamaños.ESA/Rosetta/Navcam; Map data ©2014 Google, Bluesky

Los científicos y los ingenieros de la sonda Philae estaban trabajando contra reloj para obtener todos los datos científicos tomados por el robot en el suelo del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko y, al mismo tiempo, buscar estrategias a la desesperada que puedan alargar un poco su vida en el lugar donde fue a parar tras el descenso del pasado miércoles. El principal problema, explicaron los responsables de la misión en la Agencia Europea del Espacio (ESA), seguía siendo que, al estar en sombra, los paneles solares de la Philae apenas cargan sus baterías. Pero los 10 instrumentos científicos de la Philae estan en funcionamiento.

La sonda llegó con energía suficiente para funcionar dos días y medio. El límite se debe haber cumplido en algún momento esta noche o la próxima madrugada. Para aprovechar al máximo el escaso tiempo disponible, los expertos decidieron activar el perforador de la Philae, un dispositivo para hacer un agujero en el suelo (de hasta 25 centímetros) y tomar muestras que han de analizarse a bordo, lo que proporcionaría información crucial sobre la composición del cometa. Antes de finalizar la ventana de comunicación, esta mañana, se recibieron datos de que el taladro había llegado a 22 centímetros. A primera hora de la tarde, Stefan Ulamec, jefe del equipo de la sonda, explicó que hasta la siguiente comunicación con el robot, prevista para última hora de la noche y siempre a través de la nave Rosetta, en órbita del cometa, no se podrían conocer los resultados de la perforación. “Y no estamos seguros de que las baterías de a bordo tengan suficiente energía para transmitir los datos que pueda obtener”, advirtió.

“Todavía no sabemos exactamente dónde está la Philae”, dijo Ulamec. El módulo de descenso tuvo una accidentada llegada a la superficie del cometa 67P/Churyamov-Gerasimenko, a 510 millones de kilómetros de la Tierra. Aterrizó en el punto previsto, en una maniobra espacial de gran precisión, tras desprenderse de la nave Rosetta. Pero, al llegar al suelo, no se dispararon los arpones de la Philae que debían fijarla allí y rebotó dos veces (en el primer salto se elevó hasta un kilómetro y se desplazó otro tanto). Al tercer aterrizaje se quedó en el suelo, con solo dos de sus tres patas en contacto con la superficie y junto a paredes rocosas que le dan sombra. Por eso, los paneles de la sonda no están recibiendo suficiente luz solar para cargar las baterías. En esta situación, explicó Ulamec, se decidió activar el perforador, aún con al riesgo implícito de desestabilizar la sonda.

Los expertos contemplan la posibilidad de rotar un poco la sonda para que reciba algo más de luz solar

Pese a los acontecimientos imprevistos y la frenética operación de la sonda, la enorme satisfacción no decae ni en la ESA ni entre los centros científicos participantes en la misión. “Tenemos la Philae en el cometa y funcionando”, recalcó Andrea Accomazzo, director de vuelo en el centro de control ESOC, en Alemania. También los especialistas de la NASA, que han aportado tres instrumentos científicos, se mostraron muy satisfechos. “Todos aquí estamos encantados. ¡Felicidades!”, dijeron, desde EE UU, Gordon Johnston y Jeff Grossman, especialistas de la misión OSIRIS-REx que prepara la NASA para tomar muestras en un asteroide.

Con la información que ha enviado la Philae y la de la Rosetta, los expertos intentan precisar el lugar donde fue a parar la primera. Lo que está claro es que el lugar es desfavorable por el problema de la sombra. “Tenemos muy poca iluminación”, declaró Valentina Lommats, de la agencia espacial alemana DLR. “Si tenemos comunicación con la Philae, vamos a enviar los comandos para que se eleve y reoriente hacia el Sol (puede rotar 360 grados y elevarse sin mover las patas); si esto funciona, tendríamos alguna probabilidad de usar la sonda dentro de unas semanas, cuando el cometa esté un poco más cerca de la estrella”, explicó a EL PAÍS Lawrence O’Rourke, ingeniero de sistemas de la ESA en el equipo de Philae, desde el centro de control. Se había contado con seis o siete horas de iluminación diaria, pero ahora uno de los paneles de la sonda recibe luz una hora y 20 minutos al día (el día cometario dura 12,4 horas), y otro, 20 minutos, apuntó Lommats.

¿Cómo se sabrá que ya no hay energía a bordo? Sencillamente cuando la Philae se quede muda, cuando no se reciban más datos.

En cuanto a la Rosetta, “está funcionando muy bien, es sólida como una roca y mantiene perfectamente las comunicaciones con la Philae, con un contacto muy estable”, apuntó Accomazzo.

La buena mala suerte

Los dos saltos que la sonda Philae dio en la superficie del cometa hasta quedarse en el suelo en el tercer aterrizaje han brindado a los científicos más datos de los que esperaban en la toma de contacto durante el aterrizaje. Lawrence O'Rourke, ingeniero de sistemas de la misión, lo explica: "Hemos obtenido datos científicos de múltiples sitios del cometa, en lugar de uno solo". Hay que tener en cuenta que, en el primer aterrizaje, la sonda interpretó que estaba ya definitivamente en el suelo y activó sus sistemas, aunque reemprendió el vuelo de nuevo, y siguió haciendo mediciones.

Otro factor imprevisto acabó convertido en ventaja: no se encendió el pequeño cohete que tenía que presionar la Philae contra el suelo al aterrizar y ayudar a fijarla para evitar el rebote. Pero, cuando se complicó la situación al no dispararse otro elemento de sujeción a la superficie, los arpones, ese primer fallo jugó a favor. "Al no fijarse la sonda al suelo, si hubiera funcionado ese pequeño cohete la Philae se habría puesto a girar, en lugar de caer más o menos con sus patas hacia el suelo, como hizo", comenta O'Rourke. "Así que hemos tenido suerte con la mala suerte".

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