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Nadine Heredia, o cómo se construye una primera dama del siglo XXI

El drama y el triunfo de Nadine Heredia es justamente que es una mujer con mayor manejo político que su marido, el presidente peruano Ollanta Humala

Nadine Heredia, primera dama de Perú, en una visita a Tarapoto, cerca de la selva al norte de su país, donde la mujer del presidente Ollanta Humala se dispone a visitar la población y ofrecer un discurso.
Nadine Heredia, primera dama de Perú, en una visita a Tarapoto, cerca de la selva al norte de su país, donde la mujer del presidente Ollanta Humala se dispone a visitar la población y ofrecer un discurso.Morgana Vargas Llosa

Como quien deja en la alfombra el juguete de un niño gigante, los oficiales han dejado el helicóptero al alcance de la chica que viene hacia ellos alargando sus pasos sobre la pista de aterrizaje. Ella se detiene ante los uniformados nerviosos y rígidos, junta las piernas con fuerza en un gesto cómplice, les da la mano falsamente seria y de un salto se mete en la nave. Como cualquier persona engañosamente pequeña que ejerce alguna autoridad, Nadine Heredia cuestiona la estética del poder desde los márgenes.

Días antes de subirse al helicóptero, Nadine cruzaba con el mismo dinamismo la puerta de una conocida cafetería. Todo en ella es vibración, actividad, discurso. Por eso extraña oírla decir que últimamente anda en modo “perfil bajo”. “Estoy retirada en mis aposentos”, dice sentada en un rincón de nuestra mesa y mirando fijamente el queso frito. La gente se vuelve al verla llegar sin escolta y colocar su humeante blackberry como un arma letal a la derecha de su mano. A los pocos minutos ya hay un paparazi fotografiándola desde la calle. “¿Quién es ese?”, exclama ella con sonrisa ratonil. “Ya nos han visto”.

¿Quién es Nadine Heredia? Es la primera dama de Perú, una nación que es pieza clave en la reconfiguración política y económica de América Latina, un espacio político que funciona como bisagra entre la economía liberal y el discurso “social”, entre Santiago de Chile y Caracas. Y es también la persona más poderosa del país, según las últimas encuestas: Nadine está unos puntos por encima de su propio marido, el presidente Ollanta Humala, un exmilitar que se levantó contra la dictadura de Fujimori y que para ser elegido constitucionalmente años después tuvo que firmar un acta de juramento en defensa de la democracia, que ha cumplido hasta ahora. Humala llegó en pleno “milagro económico” –durante sus dos primeros años de Gobierno la economía creció un 6,3% y un 5,9%, respectivamente–, pero se enfrenta ahora a una primera desaceleración.

Para los peor intencionados, en poco tiempo Nadine habría convertido a ese hombre en el primer caballero de la presidenta. Esta mañana, Samín, su hijo de tres años, al verla con una camisa de corte varonil, le ha preguntado por qué se pone la ropa de papá. Nadine se ha reído un buen rato. Hasta recordó las caras de algunos de sus adversarios, los que la acusan de querer suplantar a su marido, pero enseguida, me cuenta, ha vuelto en sí para explicarle al niño que esa es su camisa, la camisa de mamá, aunque tenga cierto estilo masculino. Al final, antes de salir desde su casa hasta el Palacio de Gobierno ha decidido ceder un poco y darse un toque femenino con una torera negra.

Humala, de espaldas, recibe el aplauso de su esposa durante un desfile militar en 2013 en Lima.
Humala, de espaldas, recibe el aplauso de su esposa durante un desfile militar en 2013 en Lima.Cris Bouronocle (Getty)

¿En qué espejo se mira Nadine Heredia? Una de las líderes de la oposición, la conservadora Lourdes Flores Nano, alertaba en su momento “de esta suerte de posible kirchnerismo, de primero estoy yo, después vienes tú, y ya nos acomodamos. Hay una sensación de que esta pareja es la que va a conducir el Perú”. Los casos más visibles de “parejas políticas” en el continente son, en efecto, el de los Clinton en Estados Unidos y el de los Kirchner en Argentina. La diferencia es que tanto Hillary como Cristina forjaron una carrera política propia antes de llegar al poder como consortes, mientras que Heredia carecía completamente de experiencia política hasta que en 1996 conoció a su marido. Para Fernando Rospigliosi, exministro del expresidente Alejandro Toledo, los Humala intentaron el esquema Chávez, pero como Ollanta no es un líder carismático, terminaron apostando por el de los Kirchner. “Néstor era mejor que Cristina, pero en este caso Nadine es más capaz que Ollanta, sin ser una luminaria como ella se cree. Por eso ha tenido un papel preponderante en el Gobierno”. Nadine Heredia ha sido clave en este giro del socialismo filochavista al pragmatismo liberal.

“Cuando Ollanta llegó a la presidencia”, dice ella casi susurrando, “no pensé en cómo ser una buena, bonita primera dama, sino en cómo iba a ayudarlo a cumplir con sus objetivos. Me puse a trabajar para visibilizar las cosas que él estaba haciendo bien”.

No todos leen sus labios desde la sospecha. El periodista Gustavo Gorriti, expresidente del Instituto Prensa y Sociedad, cree que la influencia de Nadine es positiva. “¿Es malo que la esposa de un presidente tenga influencia sobre él? No necesariamente. Todo presidente está rodeado por asesores y algunos de ellos pueden llegar a tener una extraordinaria influencia sobre sus decisiones. Hay ocasiones en las que la esposa es precisamente la asesora de mayor confianza”. Pero a Nadine Heredia no parece satisfacerle el simple papel de consejera de su marido.

La suya es más bien una carrera de fondo contra el modelo tradicional de primera dama, un título con el que, por otro lado, nunca estuvo de acuerdo. “Yo siempre quise ser llamada primera servidora, pero es difícil cambiar una idea una vez que está internalizada”. Se trata, pues, de reinventar un concepto y con ello, quizás, una idiosincrasia. A veces, para cambiarlo todo, hay que empezar por cambiar a un solo hombre, aunque este sea el presidente de la República.

¿Cómo se fabrica una primera dama del siglo XXI? Responde el publicista y escritor Gustavo Rodríguez: “Para naciones con raigambre machista, pero en las que la mujer ha alcanzado espacios que no tenía hace 40 años, es importante apuntar a ser más Michelle Obama que Hillary Clinton: la fantasía de mujer empoderada, pero que no corre el riesgo excesivo de hacerle sombra al esposo. El drama y el triunfo de Nadine Heredia es justamente que es una mujer con mayor manejo político que Humala y, en ese combo 2×1, mientras más ganadora se muestre más suspicacias levanta”. En este escenario no es difícil aventurar un resumen que escuece a la clase política local: Nadine se sueña Bachelet, intenta comportarse como una Michelle andina, pero actúa como Clinton.

Nadine es más capaz que Ollanta, sin ser una luminaria como ella se cree”

Antes de dejar el cargo, el expresidente Alan García eliminó el despacho de la primera dama. Humala promulgó un decreto ley para que dentro del despacho presidencial haya un espacio para Nadine Heredia y su equipo, en el ala Este del Palacio de Gobierno de Lima. En una entrevista, poco después de ganar las elecciones, una periodista le preguntó al presidente Humala si Nadine tendría un cargo y un despacho con presupuesto propio. “Ella tiene un cargo y un despacho con presupuesto propio”, contestó: “Madre de familia, con presupuesto para su hogar y un despacho en Fernando Castrat, 195, Chama, Surco, nuestra casa. Y en su tiempo libre nos ayudará en los temas sociales”. Nadie, ni siquiera Humala, siendo absolutamente sinceros, se creyó esa declaración.

La primera dama del siglo XXI es confidente, asesora, colaboradora, apoyo y cable a tierra del presidente. Es también coach, relaciones públicas, presidenta del partido de Gobierno y cómplice en la idea casi romántica de que este ejecutivo pase a la historia por sus reformas. “Todos los días hablan de mí. Si puedo hacer las cosas con perfil bajo lo hago, pero aun cuando no hago nada, no digo nada, todos los días hablan de mí”, dice con una taza de café en la mano, antes de ser interrumpida por una mujer que le pide un selfie.

Nadine Heredia reúne cualidades suficientes para alimentar por sí sola el culebrón de la política nacional. El último año ha sido durísimo. “Mi problema es que soy franca”, dice. YouTube está plagado de una serie de equívocos protocolares que no han hecho más que alimentar el recelo de muchos: vídeos de Nadine colocándose siempre a la derecha del presidente de Perú (el protocolo manda que sea el jefe de Estado el que vaya a la derecha), vídeos de Nadine hablando de “sus” ministros, vídeos de Nadine dando órdenes, pidiendo silencio. En contraparte, la imagen del presidente ha sido la de un marido apocado ante una esposa con carácter.

Hace unos meses, el ex primer ministro de Perú César Villanueva declaró haber renunciado a su cargo por la intromisión de Nadine Heredia. Hoy, se reafirma en su denuncia y añade: “La intención de colaborar con el presidente es natural en Nadine, pero hay que diferenciar su papel como primera dama de su trabajo como presidenta del Partido Nacionalista. Si no no se sabe dónde empieza uno y dónde acaba el otro. En Nadine hubo y hay ansiedad política”.

Para Juan Jiménez Mayor, otro ex primer ministro de Humala, todo tiene que ver con una campaña contra el Gobierno: “Lo de Nadine es una de esas formas que usan los adversarios para apuntar directamente a Humala y afectarlo en su conexión con la gente, usando las fibras del machismo más retrógrado”.

Nadine Heredia, entre Hillary Clinton (a la izquierda, cuando era secretaria de Estado de EE UU) y Michelle Bachelet (hoy de nuevo presidenta de Chile).
Nadine Heredia, entre Hillary Clinton (a la izquierda, cuando era secretaria de Estado de EE UU) y Michelle Bachelet (hoy de nuevo presidenta de Chile).Ernesto Benavides (Getty)

Lo cierto es que el proyecto político de Humala no brota de un partido, sino de una pareja. Heredia no lo esconde. Su alianza matrimonial está atravesada por la idea de país que ambos compartieron, el poder es solo una de las consecuencias de ese encuentro. “Los dos hemos luchado como pareja, juntos hicimos el partido, la campaña codo a codo y hemos logrado las cosas que nos propusimos”. Dice Nadine que eso no le sentó bien a la clase política. “Creyeron que yo estaba haciendo campaña para mí. El señor García se inventó lo de la reelección conyugal imagino que por celos políticos. A mí jamás se me había pasado por la cabeza. ¡Me pidieron que me deslindara de algo que nunca había dicho ni pensado! Esto que es tan fácil de decir y de sentir no lo entienden los políticos”. Nadine habla de los políticos como si ella misma no fuera de su clase. “No soy de izquierda ni de derecha. Soy una pragmática. Soy de las que han venido a este mundo a resolver”. Paradójicamente, es precisamente ese pragmatismo, esa falta de respaldo intelectual, lo que hace que las acciones de este Gobierno proyecten una idea de informalidad, que se ha visto en los últimos “bailes ministeriales”. En contraparte, a la pareja se le reconoce una defensa cerrada de los valores democráticos y un espíritu nacionalista más cercano a un idealizado “amor por Perú” que a las estatizaciones de sino “bolivariano”.

Días después de nuestro primer encuentro, aterrizamos en el aeropuerto de Tarapoto, al norte de Perú, en el avión presidencial, junto al viceministro de Agricultura y el representante de la FAO. Desde ahí, un helicóptero nos traslada hasta Chazuta, al margen izquierdo del río Huallaga, donde el Gobierno de Perú emprendió un programa para incorporar a un grupo de mujeres excocaleras al cultivo del cacao. La primera dama del siglo XXI viste unos jeans, blusa blanca y zapatillas, el sencillo y calculado atuendo para ir sobre el terreno, con el que se mezclará hasta casi confundirse con el pueblo. Sobre la mesa descansa toda la prensa del país que suele leer con un café amargo y que alterna con brevísimos chats por WhatsApp con el presidente.

A la pequeña Nadine su padre la llamaba “negra del alma”, como la letra de su huayno ayacuchano favorito. Don Ángel era un hombre provinciano que se había pagado la universidad con su trabajo de obrero. A su única hija le gustaba hacer pulsos con sus dos hermanos varones, Ilan y Ángel, y con sus primos cercanos. Todos eran hombres en la familia. Ángel recuerda que Nadine entrenó para ganarles y que un día lo consiguió. “Tenía mucha fuerza para su edad. Creo que era una manera de afirmarse en un mundo masculino”.

Pero ni en todos sus entrenamientos previos Nadine pudo sospechar que iba a tener que medirse con uno de los viejos zorros de la política peruana. El expresidente Alan García fue el primero en hablar de la “presidenta-candidata” y de “reelección conyugal”. “Hay una sensación de desgobierno muy grande y parte de eso se debe al protagonismo de la esposa del presidente, cuyo derecho a opinar yo lo defiendo, en tanto no signifique el uso de recursos o de tribunas públicas para fomentar una candidatura”, lanzó García. En el recuento de daños, la imagen de Nadine salió perjudicada. Aunque no debe haber hombre más fácil de atacar en Perú que el líder del APRA, la inexperiencia en polémicas políticas jugó en contra de los Humala.

Por mucho que Nadine se esfuerce en negar sus aspiraciones, sigue en el ranking de intención de voto, aunque los favoritos son nuevamente Keiko Fujimori –la hija de Alberto, la cabeza de la trama de corrupción más grande de la historia peruana, al que se teme ella indulte solo al llegar– y el propio Alan García –aún investigado por delitos de corrupción–. En una encuesta reciente los peruanos afirmaron que apoyarían a un candidato que “roba pero hace obra”. Un panorama siniestro.

La primera dama peruana saluda a varias personas durante una visita a la selva en el norte de su país.
La primera dama peruana saluda a varias personas durante una visita a la selva en el norte de su país.Ernesto Benavides (Getty)

No todos son de la misma opinión, por supuesto. Mario Vargas Llosa es uno de los principales valedores de la primera dama: “Me gustaría que Nadine Heredia sea la candidata de 2021”, ha declarado. “Creo que ya es hora de que el Perú tenga una presidenta mujer. Y creo también que ella tiene condiciones magníficas para serlo”. El entusiasmo del premio Nobel no es nada desdeñable teniendo en cuenta que el programa de Gobierno original de Humala estaba en las antípodas del ideario liberal del escritor, y que este solo accedió a manifestarle su “apoyo vigilante” ante el peligro inminente que representaba el retorno al fujimorismo encarnado en la hija del exdictador.

Nadine come poco y se queja de una contractura en el cuello. Girarse a la izquierda le causa dolor. Casi tanto como volver a escuchar del tema de su supuesta candidatura.

–¿Entonces no?

–La reelección no está en nuestra agenda. Yo respeto la ley.

–Mi abuelo, por ejemplo, votaría por usted en 2016. Porque tiene 97 años y le corre prisa. Pero si le diera tiempo votaría también en 2021.

–Agradezco el cariño de la gente, pero nadie es imprescindible. No me creo superwoman. No me postularía en 2016 ni siquiera si tuviera el 70% de aprobación.

–Le voy a plantear algo apocalíptico. ¿Sería capaz de competir en 2021 con su marido? Bueno, quizá para eso tendría que divorciarse…

–No, soy leal a Ollanta. Incluso si hubiera una posibilidad para el Partido Nacionalista en 2021 yo volvería apoyar a mi esposo.

–¿Y él la apoyaría si las cosas cambiaran para usted, para él, para todos?

–Es que el líder es él...

–Entonces todos los que piensan que la líder es usted están engañados, Vargas Llosa, incluso mi abuelo.

–Es que el tándem funciona de determinada manera o no funciona. Él es el hombre de las plazas, el que articula los discursos. Yo me encargo de tareas más administrativas.

“Ella tiene un cargo: madre de familia con presupuesto para su hogar”, dijo Humala

Es divertida, habla como cualquier treintañera –tiene 37–, usa palabras que ya han pasado a la historia para las nuevas jóvenes, como “mostro”, “paja”, “bacán”. Y también algunas heredadas de sus abuelas como “muchachito de miércoles”. La primera dama de Perú del siglo XXI es alguien que usa Twitter con soltura y temeridad, alguien que bromea, que sabe lo que es un meme. En otros momentos se ve mucho mayor de lo que es. En equilibrio consigo misma y en un permanente estado de autocontrol que dejaría exhausto a cualquiera.

Al descender, los pobladores de Chazuta se agolpan para verla: “¡Nadine, Nadine, Nadine!”, la llaman. Ella los saluda con la mano en alto y mostrando su célebre sonrisa. Cierto es que cualquiera se cree Madonna en los olvidados pueblos de Perú. Heredia lo sabe bien. Durante la campaña electoral, los esposos acumularon muchas millas dándose a conocer. El primer viaje que hicieron como presidente y primera dama, después de visitar los pueblos de sus padres, fue a una raquítica comunidad andina a 5.000 metros de altura. A Nadine no le costó demasiado. Se había pasado su juventud recorriendo el país como catequista.

“¡Vamos, ánimo!”, dice con sorna, viéndome desfallecer y dejándome atrás, casi sin aliento. Ella, en tanto, sigue en su derroche de energía y agilidad saltando lomas, esquivando charcos y llevando muy bien el baño de multitudes. El recorrido sigue un guion preestablecido, del que ella se sale cada dos por tres, ya sea porque una mujer la invita a su casa u otra le ruega que se lleve a su niña enferma a un hospital de Lima. Nadine accede a todo. El recorrido es frenético. Al llegar al centro de acopio se ve el río Huallaga en toda su inmensidad. Una pequeña embarcación lo cruza de un extremo a otro. La televisión del Estado capta el momento en que la primera dama recibe a las señoras del bote y las ayuda a trasladar su carga de cacao. Ya en la cocina, las mujeres reciben a su líder con cánticos. La primera dama prueba con un dedo el chocolate. En unos minutos dará su discurso en la plaza del pueblo.

Vestida como una chazutina típica, coge el micrófono y se acerca a la multitud. Aunque durante todo el viaje ha intentado convencerme de que Humala es el que sabe llegar a las masas y ella es solo la mujer que apaga los incendios, hoy la plaza es toda suya. Nadine Heredia está aquí para felicitarlos por haber dejado atrás el cultivo de coca. Pero su discurso va tomando otra deriva. “No es lo único que ha cambiado. Lo veo también en la actitud de los varones. Hace un momento me cantaban las agricultoras: ‘Las mujeres ya despertaron’. Y yo pensaba: ‘¿Las mujeres despertaron o será que los hombres despertaron y comienzan a valorar a las mujeres que tienen al lado?”.

¿Qué intenta Nadine? Su sola existencia cuestiona un modelo de mujer, y estas se ven reflejadas en su liderazgo, pero ahora astutamente se dirige también a los hombres, como agentes de ese cambio necesario no solo en Perú, también en una Latinoamérica paradójica: este loco continente tiene los índices más altos de maltrato a la mujer, pero a la vez presume de presidentas, como Michel Bachelet, Dilma Rousseff o Cristina Kirchner. Nadine es como la vecina nueva del barrio.

Nadine Heredia, durante una visita a una comunidad que vive en la selva al norte de su país.
Nadine Heredia, durante una visita a una comunidad que vive en la selva al norte de su país.

Los varones del pueblo se miran entre sí. Ella continúa: “¿Será que los hombres comenzaron a ver lo que puede dar su compañera, lo que puede contribuir a la productividad de su propia familia? Ese trabajo en equipo es lo que los hace grandes. Estoy orgullosa de las mujeres de Chazuta”. Más aplausos.

Cuando le pregunto si es feminista, me sale con lo de que no cree en las etiquetas. Desde el progresismo le reprochan a Heredia que se haya mostrado “a favor de la vida” (respecto al aborto) o que diga “el matrimonio es otra cosa” (sobre la unión civil entre personas del mismo sexo, que sí apoyó). En Perú decir lo contrario en voz alta puede significar la ruina para un político. Sigue siendo uno de los lugares más conservadores de América Latina. Y es posible que Nadine confíe en lograr más cambios sin inmolarse. Quizá su trabajo sea más sutil de lo que se piensa y su guerra más silenciosa: asesorando en la trastienda al presidente en los temas de igualdad. No puede reprimir su orgullo por haber colaborado en la idea de un gabinete con una presencia femenina potente, lo mismo en la elección de los perfiles directivos y en las propuestas legislativas, trabajando por la visibilidad de la mujer en el Gobierno, aunque su suegro, el radical Isaac Humala, diga que es “para colocar a sus amigas” y que deberían quedarse en su casa jugando a las cartas.

¿Tiene Nadine un futuro político propio? Para muchos en realidad aún no ha hecho nada demasiado en serio. “Su acción es la de un complemento (o un predicado, si quieren) del presidente Humala, no ha construido un protagonismo propio”, señala el periodista Gorriti. “Pero con el nivel deprimente de políticos que padecemos, las posibilidades son más amplias y las potenciales sorpresas también”.

De vuelta en el avión presidencial, Nadine recarga batería. A punto de llegar a Lima, sigue impertérrita. Como si no hubiera estado en la selva hace un momento dando un discurso seudofeminista. Una de las sátiras más extendidas es la que la muestra llamando a su marido por el apelativo amoroso de “cosito”. Así, el fiero militar se vuelve un osito de peluche. La mujer ha “cosificado” al hombre. Y, sin embargo, Heredia asegura que no pasaría por encima de él porque está “partidirizada”. “Él es mi líder”. Suena conservador. Los peruanos son machistas. Humala no será la excepción.

–Hoy lo es mucho menos, porque tiene dos hijas y una mujer que no es machista. Y más adelante lo será aún menos. Constata cada vez que no tiene fundamento ser machista. Muchos hombres están abrumados, porque la torrecita que les formaron en casa se les ha derrumbado. Para ellos es chocante al principio, pero luego aprenden a reconocer que nosotras podemos hacerlo igual de bien o incluso mejor.

¿Han despertado las mujeres o son los hombres quienes ahora las valoran?”

Asumir que Nadine opine, que incida, y que en muchos sentidos influya en las políticas de Estado ha sido duro para el presidente de un país “macho” como Perú.

–Me han agarrado de punto… Lo de “cosito”, por ejemplo. ¿A qué hombre en el Perú no le ofendería que le dijeran algo así? –sigue Nadine–. Hablamos mucho sobre eso. Sabemos perfectamente por qué lo hacen. Como me decía el otro día alguien: “Nadine, todos los ministros deberían salir con una camiseta que diga ‘todos somos cosito’. (risas).

¿De quiénes estaba hablando Nadine en esa plaza? ¿De los hombres de Chazuta o de Ollanta Humala? ¿De los ministros, de los congresistas o de los hombres de su partido, de los machistas, de los misóginos peruanos? ¿Hablaba de estas señoras chocolateras o de ella misma, de las ministras, de las mujeres líderes, de lo que quiere para sus hijas? ¿Hablaba del trabajo en equipo de los chazutinos o del dichoso tándem de la pareja presidencial?

–¿Le interesa la posteridad?, le pregunto antes de aterrizar.

–¿A mí? No, porque no va a quedar nada, ni tampoco importa qué hice yo. Me interesa que no se olvide lo que este Gobierno está haciendo.

Juntos. La chocolatera del Gobierno y el hombre que despierta.

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