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¿Y si votamos por España?

Empiezo a creer que el independentismo lo azuza Rajoy, con la colaboración del PSOE

En España está muy extendida la idea de que el presidente catalán Artur Mas ha azuzado el independentismo. Yo empiezo a creer que lo azuza Rajoy, con la inestimable colaboración del PSOE.

Vivo en Barcelona desde hace ocho años. En los últimos cuatro, he sentido un proceso de enfado progresivo entre mis conocidos catalanes: aquellos a los que el tema nacional les daba igual, ahora quieren una consulta. Los que querían una consulta, ahora quieren la independencia. Y los que ya querían la independencia están eufóricos: participan en actividades, leen todo lo que pueden y viven movilizados. No he visto a nadie hacer el camino inverso (aunque, sin duda, los que queremos quedarnos en España, ahora vamos a votar con más ganas).

La evolución se puede medir en cifras: las gigantescas manifestaciones que comenzaron en 2010 contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut catalán no han parado. Se repiten cada año. La última, el 11 de septiembre, convocó a 1,8 millones de personas. Incluso si tomamos las estimaciones de participación más reducidas (medio millón), multiplican por cien a la marcha contraria convocada ese día en Tarragona. En las elecciones europeas, Esquerra Republicana se convirtió en la primera fuerza política catalana. El debate público lleva dos años atascado en este tema. Los políticos nacionalistas catalanes lo usan descaradamente como escudo contra las acusaciones de corrupción. La mayoría de la población catalana no se deja engañar: considera que la corrupción de CiU es inaceptable, y su eficiencia, dudosa… Pero igual quieren votar.

¿Estamos ganando los antinacionalistas? Yo diría que no.

La estrategia del Gobierno español ha sido esperar que los catalanes se cansen. Según el PP, las enormes dificultades prácticas de una eventual secesión –salida de Europa, financiación de un Estado nuevo, incertidumbre sobre la moneda…– deberían dejarlos exhaustos. Pero sería conveniente no sólo tratar de agotarlos, sino también de entusiasmarlos.

Los socialistas, por su parte, confían en una reforma constitucional, es decir, en que las cosas pueden arreglarse en Madrid. Pero lo que moviliza a los nacionalistas catalanes –y, por cierto, a muchos socialistas también– es precisamente la sensación de que sus demandas son sistemáticamente ignoradas en Madrid. En vez de combatirlas, los dos grandes partidos refuerzan a cada paso las tesis del nacionalismo catalán.

Muchos catalanes no quieren irse de España, sino expresarse, aunque sea para quedarse”

Hay muchas razones históricas, culturales, económicas y legales para defender la pertenencia de Cataluña a España. Pero ninguna sirve contra la voluntad de la población. Y los grandes partidos no están ganándose esa voluntad, al contrario, incrementan la desafección hacia el Estado español.

Esos partidos creen que votar implica desear la independencia. Pero votar es solo escoger. Muchos catalanes no quieren irse de España, sino expresarse en las urnas, aunque sea para quedarse. Si no estuviese monopolizada por el nacionalismo, una consulta podría ser precisamente una oportunidad de seducir a esos ciudadanos, de exponer las avasalladoras razones para que Cataluña permanezca en España, y de cerrar este tema al menos por una generación, como ha ocurrido en Escocia.

Por supuesto, esa consulta no puede hacerse el 9 de noviembre a caballazo. Eso sólo profundizaría la crispación. Pero tampoco vale argumentar que es ilegal por la eternidad: las leyes las hacen los políticos, según sus acuerdos políticos. Una consulta tendría que ser legal y negociada entre el Estado español y el catalán. Convocada en una fecha de consenso. Y debería pedir a los ciudadanos que escojan entre las tres grandes opciones: independencia, mayor autonomía o continuidad sin cambios.

La alternativa: seguir por donde vamos y rogar que las manifestaciones no crezcan, el independentismo se agote y al final no pase nada. Ojalá. Pero hasta hoy, esa vía no está funcionando.

@twitroncagliolo

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