Vigía del Fuerte estrena parque educativo
El departamento de Antioquia, en Colombia, ha proyectado 80 complejos educativos en zonas pobres, aisladas y castigadas por la violencia. El primero de ellos, Saberes Ancestrales, se ha abierto en Vigía del Fuerte, a orillas del río Atrato
Para llegar hasta la población de Vigía del Fuerte (Antioquía, Colombia) hay que acceder en panga (bote) por el caudaloso río Atrato, o en helicóptero, sobrevolando una selva prieta, la chocoana, imposible de desenredar para ojos extraños. Difícil de localizar en los mapas, es este de Urabá, un territorio esquinado, olvidado, pobre, ideal para el escondite del hombre, la guerrilla, lo paramilitar... Lugar goloso para el control de la droga y las armas, allí se vivió una de las más terribles matanzas de esa guerra que consume al país desde hace medio siglo. Dices "masacre de Bojayá". Y ya. Todos aprietan los labios.
Sucedió que allá por mayo de 2002 un centenar de personas fueron quemadas por el bloque 58 de las FARC dentro de una iglesia cuyas ruinas, aún de un color bien difunto, se avistan mientras se navega al otro lado del río. Un conflicto que ahora anda, afirman convencidas las autoridades y partes interesadas, en "verdadero y definitivo" proceso de paz. Reunidas están Gobierno, ejecutores, víctimas y victimarios en La Habana (Cuba) desde hace ya rato (2012). Las FARC animan a la reconciliación. Y el presidente Santos (recién reelegido en su cargo en las pasadas elecciones) confirma y asegura que esta vez sí, esta vez se va a lograr.
En el momento de nuestra visita, en abril, en Vigía había instalada mucha fuerza de seguridad: Policía, Ejército, hasta la Armada. Y todos nos vinieron a acompañar, se diría. Soldados y agentes que iban, van, irán seguramente aún hoy, contando su vida al visitante: que si tienen que concursar duro para entrar al Cuerpo, que si deben pagar bastante para lograrlo... Concentrados, serios, algunos aun de 17 años nomás. Unos con otros —civiles junto a militares— parecían estar si no cómodos, sí habituados ya, de tanto vivido: los casi diez mil habitantes del lugar son en su mayoría víctimas del conflicto armado. Pero este pueblo —localidad vieja y joven a un tiempo, pues no hace mucho recuperó su condición de tal— rezuma poso de guerra, conflicto y resistencia. Antaño, cuando se llamaba Murrí, se hizo fuerte y vigía (de ahí su nombre) contra los españoles que lo quisieron conquistar.
Pero no es eso lo que fuimos a contemplar, achicharrados por la temperatura, cegados por la luz, rodeados de armas y de un paisaje extraordinario nada más llegar. No, la noticia principal era, es y será por mucho tiempo allá la apertura de un Parque Educativo, el primero de otros que vendrán en el departamento de Antioquia, dirigido por el gobernador más popular de Colombia, Sergio Fajardo, el exalcalde de Medellín. "Es lo más grande que nos ha pasado. En treinta años nunca vino nadie hasta acá a preocuparse de ninguno de nosotros. Esto es una revolución", nos decía emocionada y aposentada en su despacho polícromo la alcaldesa, Myriam del Carmen Serna Martínez, de 65 años.
Ella es la primera mujer y primera negra en la historia en ocupar tan alto cargo en esta población, una de las 125 de este departamento que presume de ser segunda economía del país. "Vigía está pasando por su cuarto de hora. Ojalá que siga hasta que tengamos un nuevo Vigía, el que muchos soñamos", seguía la regidora, dando la espalda al retrato de un inmenso Sagrado Corazón de Jesús mientras el sudor se le descolgaba del rostro y ella lo atrapaba a golpe de paño.
No hay apenas coches, ni carreteras en esta localidad. Un espacio cuasi imaginario, se diría, que existe pero no osas verbalizar, para no hacerlo desvanecer en el acto. Las casas son cual palafitos conectados por pasarelas para evitar las incesantes embestidas del río; solo el motor de un generador eléctrico destruye impío el silencio, la conversación de los pájaros, la respiración de las plantas, el canto al paso del agua y las barcas, las voces de los niños en la escuela, las músicas de las radios dentro de las casas...
Aterrizar en este lugar es como hacerlo en África, pues abunda la población afroamericana, solo que a diez mil kilómetros de distancia y hablando en castellano. Gente hermosa, atlética, alegre, bien pobre... "Es un pueblo amable el nuestro", otra vez habla la burgomaestre, quien —alta, delgada, siete hijos, "felizmente casada", asegura — andaba luego con garbo bajo un paraguas protector, puente va puente viene, sobre la vegetación superlativa, camino del edificio estrella, el Saberes Ancestrales. Así han llamado al Parque Educativo, a gusto del pueblo, que ha querido dar cancha a lo que, aseguran, abunda aquí: conocimiento profundo y enraizado de cada una de sus tres comunidades mayores (afro, indígena y mulato caribeño).
Un acontecimiento, un antes y un después en Vigía es la puesta en marcha de este complejo educativo de vocación integral, abierto a toda edad, clase, etnia y condición, que forma parte de un ambicioso programa de otros 80 para el que se han invertido unos 150 millones de dólares y poco a poco empezarán a abrirse, cual goteo departamental: Titiribi, Tarso, Támesis... "Yo estoy aquí", dirá Sergio Fajardo el día de la inauguración del Saberes Ancestrales, en mayo (se descolgó por allá hasta el mismísimo presidente Santos para sorpresa local). "Yo estoy aquí no para traer nada, sino porque Vigía se ganó el parque". Fajardo, el que fuera alcalde de Medellín entre 2004 y 2007, contó con vehemencia como se abrirán otros enseguida en Sabanalarga, Puerto Nare, Chigorodó... Y evidente es que este proyecto no es ni más ni menos que pura política, una declaración de intenciones recogida en el lema "Antioquía la más educada", a imagen y semejanza del de Medellín, ciudad que, por cierto, acaba de ser elegida la mejor en Latinoamérica para vivir.
"Creamos oportunidades para pasar la página de la violencia y escribir la página de la inteligencia", repetirá luego el Gobernador en su despacho-torreón en Medellín. Y más: "Cada municipio tiene una identidad, una cultura, una historia y por eso cada parque tiene diseño personalizado". Para hacerlo convocaron a arquitectos a concurso público. A los ganadores se les paga la creación, pero no edifican. "140 proyectos se presentaron para los primeros 40 parques. El de Vigía, en concreto, se diseñó con un equipo interno de la Gobernación". Fueron Diana Herrera, Farhid Maya Ramírez, Lucas Serna y Mauricio Valencia, que en junio han ganado premio al mejor proyecto en la XXIV Bienal Colombiana de Arquitectura.
Cuenta el Saberes Ancestrales con espacio para maestros, proyectos para mujeres y niños, acceso digital, educación superior y técnica... en español, inglés y emberá, donde convivirán indígenas, mestizos y negros. Lo más moderno en tecnologías con la recuperación de la cultura ancestral. "El urbanismo como proyecto político", de nuevo, Fajardo. Un medio para un fin. Medellín como espejo. "Un parque biblioteca, por ejemplo, no le hace daño a nadie en ninguna parte, claro que no, pero hay que preguntarse qué es lo que andamos resolviendo con las obras". Él, asegura, se lo cuestiona siempre. “En Medellín, ¿qué es lo que intentábamos resolver con las intervenciones urbanas? La violencia, la desigualdad, la legalidad...". Aquí es eso mismo, afirma, además del olvido y el miedo. Hacer creer que cualquier municipio cuenta. Dar esperanza. He ahí el mensaje adecuado para conseguir la implicación política. Y la paz.
“¿Cuál es el poder de los violentos?”. Se pregunta y nos pregunta Fajardo. "El miedo". Este se traslada a los ciudadanos, dice, y cuando lo hay, la sociedad se fragmenta. Es entonces un sálvese quien pueda; la gente se cierra hecha pedazos... ¿Cómo derrotarlo? "Creando las condiciones para encontrarnos, pegando los pedazos... Lo más bello para los más humildes. Esa es la idea: abrir nuevos espacios, propios, peleados, gustosos, y hacerlo con transparencia... Y un momento fundamental es cuando la comunidad entiende esto, así que sí, la política es eso, pedagogía. Hay que tener siempre la voluntad de explicarlo todo... y cuando todo está claro se produce una transformación. No es el centro o el parque o el metrocable lo importante, es el entendimiento de la población de cual es su significado lo que lo hace distinto". No hay historia de metamorfosis tan importante en el mundo ahora como esta de Colombia, asegura el político. Por mucho que quede por hacer (que queda), se han hecho "cosas extraordinarias", concluye.
Y aquí, en Vigía, se ve ya. Abrir este parque educativo es ruptura. Es llevar un proyecto inmenso a una esquina que nunca lo hubiera soñado; es haber conseguido movilizar fondos privados para tal cosa; es aquello que desean los 125 alcaldes del departamento... Esto y más nos van diciendo en el paseo por la localidad, un trayecto necesariamente corto por ser breve el lugar. Un total de 8.214 habitantes (palabra de regidora, 7.240 millones de pesos de presupuesto municipal) viven acá, la mitad menor de 18 años, asentados en casas de madera a orillas del río Atrato, que cual mar inmenso atraviesa Colombia y discurre entre Antioquia y el Chocó. La población es afroamericana en un 94,5 %, descendientes de esclavos; un 0,5 %, mestizos y un 4,5 %, indígenas emberá. De estos últimos sabe bien la madre Gloria Inés González Carmona. Ella pertenece a la Orden de la Madre Laura y tiene mucho hilo que cortar y contar, y nosotros, poco tiempo. Un total de 215 internos residen en su colegio, ahora también en reforma.
Un muro de contención para frenar al río, servicio de alcantarillado, programa deportivo y nutricional... Siguen enumerando unos y otros mil problemas que se resumen en tres: transporte, educación, energía... El generador en el medio del pueblo da la impresión de un cohete a punto despegar. Hasta hace nada solo disponían de cuatro horas al día de corriente eléctrica. Bajo el mandato de la alcaldesa actual, funciona 18. Y falta de agua potable también sufren. "Al menos ahora tenemos neveras", se ríen. Y los jóvenes. ¿Ellos también son tarea? "Por difíciles de controlar", puntualiza la señora Myriam. ¿Algo más? La droga que llega y nadie sabe por dónde. "Pero todo el mundo imagina", asegura Yolber H. uno de los profesores arremolinados junto a la chiquillería, mientras nos detenemos a tomar un refrigerio en la casa de las hermanas lauras. ¿No es molestia estar tan militarizados?, preguntamos. "Crea tranquilidad e intranquilidad al mismo tiempo. Nos protegen pero también atraen con sus armas a otros". Ahí queda.
El Saberes Ancestrales es una infraestructura inmensa, diáfana, toda de buena madera y metal, bien integrada en el lugar, que servirá a este y a otras dos poblaciones cercanas. Un edificio bien hermoso, inmenso, abierto. Un proyecto público de altura ejecutado por la gracia de la financiación (3.500 millones de pesos) de una fundación veterana llamada Fraternidad y que pretende paliar la realidad educativa aquí nada halagüeña. La zona sufre de una baja calidad formativa, por debajo del promedio nacional, aseguran los maestros locales, y las escuelas sufren gran precariedad. Hay menores no escolarizados. Y solo la mitad de los estudiantes de primaria terminan la secundaria, dirá el secretario de Educación de Antioquía, Felipe Andrés Gil. ¿Por qué no intervenir directamente en los colegios públicos ya existentes, entonces? "Se van solventando poco a poco las inmensas lagunas, tenemos abiertas mil intervenciones en el departamento...".
"Quien crea que nos han regalado el parque educativo se equivoca. Nos lo hemos ganado nosotros. Yo nunca fui funcionaria, pero el medio te da la habilidad. Lo que no sé, yo lo pregunto. Y eso hice. Concursamos de pleno", advierte la alcaldesa al quite, bien directa y franca ("Paso, gracias", corta tajante cuando algo no le interesa) para limar suspicacias interlocales. "El lote (terreno) para el centro lo aportó el municipio, y la propuesta educativa y el compromiso de sostenibilidad en el tiempo también los elaboramos nosotros. Esto nos va a traer desarrollo", dice antes de describir lo laboriosa que resultó la ejecución de las obras: "Tuvimos que traer los materiales por el río, una odisea". El Saberes Ancestrales, además, no viene solo, pues el Plan Municipal Integral incluye además un nuevo edificio para la escuela indígena (Institución Educativa Embera Atrato Medio), una plaza (Plaza de las Sombras) y el Multideportivo. Obras por valor de cuatro años de su presupuesto, según desvela la señora Myriam.
Robert, alias Skype, fue gran artífice de todo esto. Idas y venidas hicieron él y la alcaldesa hasta Medellín para ver qué podían plantear acorde con las necesidades de su pequeña e insignificante localidad. Toda la negociación la hicieron por Skype, sobrenombre con el que se ha quedado el ideador, un medio cibernético muy útil dado que para llegar por tierra hasta la capital el trayecto supera las 16 horas ("ocho subiendo el río hasta Turbo y otras tantas por carretera a la capital o bien bajando a Quidó, y lo mismo"). "Conseguimos la mejor nota", dice feliz. Y ante un jurado compuesto por gente externa a Gobernación: profesores, periodistas...
"Lo ganamos. Porque, como mi mama decía: 'el que no alcanza, pone bancos", concluye la señora Myriam antes de que la persona más anciana de la localidad nos interprete un alabao (una especie de canción de agradecimiento que se les hace a vivos y muertos). Y la alcaldesa de Vigía, antes de asegurarse de que retornamos, bien escoltados, al helicóptero que nos llevará de vuelta a la ciudad añade que, de haber sabido que la política era "esto que está viviendo en estos días", se habría metido de cabeza mucho antes en ella.
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