_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Día a día

Puedo hundirme en el dolor cotidiano cada vez que abro un diario y sus páginas aletean en mis manos chillando y temblando de atrocidades

Rosa Montero

Tengo un amigo, Fred Town, que siempre dice que la vida es espantosa, pero que uno puede rescatar cada día haciéndolo bueno y construir así una existencia habitable. Es el voluntarismo de un pesimista; yo, que soy optimista y creo que la vida es una fuerza maravillosa, puedo hundirme sin embargo en el dolor cotidiano, por ejemplo cada vez que abro un diario y sus páginas aletean en mis manos chillando y temblando de atrocidades, como esos niños muertos en primera plana: ahora palestinos, siempre africanos, aunque estos últimos necesiten morir mucho más para alcanzar nuestros ojos.

Suelo usar taxis y hace poco subí a uno que era especial. Estaba limpísimo, con el asiento delantero corrido para dejarte sitio, la temperatura perfecta. El conductor, un hombre cincuentón, me preguntó si deseaba más frío y me ofreció un caramelo. A partir de ahí, no dijo más. Llevaba una música de piano muy suave. En el respaldo de los asientos, una colección de revistas nuevas. En la portezuela, una pegatina en braille. Entre el silencio, la música, el frescor, la conducción sedosa, el olor a limpio, el trayecto fue un placer. De pronto pensé en Jenaro García, el fantasmón de Gowex, que es como lo opuesto a mi taxista: la frenética y delirante mentira cotidiana en pro del triunfo global. Y pensé también en qué poco se necesita, en realidad, para hacer de tu vida una obra de arte; pero qué difícil debe de ser, puesto que la inmensa mayoría de las personas no lo logramos (hay 15.000 taxistas en Madrid y sólo he atinado con éste). Al final, como dice Fred, tal vez sea sólo una cuestión de pura perseverancia, de una ambición plena en el aquí y el ahora. No sé, a lo mejor estoy diciendo tonterías. Es que estoy algo ñoña.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_