_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No pensar

Cinco minutos de meditación habrían bastado para evitar la mayor parte de los casos de corrupción, los escándalos financieros, los desfalcos y otras rapiñas

Manuel Vicent

El pensamiento crea la realidad. Lo dijo Hegel y cualquiera que tenga dos dedos de frente. Según el código penal, el pensamiento no delinque, pero no existe atraco, violación, asesinato o matanza que no vengan precedidos por un mal pensamiento. Es la mente pérfida la que provoca cualquier acto inmoral. Solo la religión cristiana convierte un mal pensamiento en pecado mortal capaz de condenarte al fuego eterno, pero este se refiere al sexo, precisamente al único que es placentero y que lo suele degustar uno mismo sin hacer daño a nadie. La mayoría de los errores que se han cometido a lo largo de la vida se deben a no haberse parado solo cinco minutos a pensar en las consecuencias de hacer o decir lo que uno está pensando. Un día le pregunté a la pintora surrealista Maruja Mallo si creía en Dios. Me contestó: “Hijo, con las prisas de hoy en día es que no hay tiempo para nada”. En efecto, algunos políticos parece que viven bajo una presión que les impide meditar cinco minutos antes de meter la mano en la caja. Cinco minutos de meditación habrían bastado para evitar la mayor parte de los casos de corrupción, los escándalos financieros, los desfalcos y otras rapiñas. La cultura política consiste en mentir y desmentir, en fingir y ser desenmascarado. Se trata de un tejido de torpezas creado por una lanzadera de palabras, que va y viene movida por la prisa sin dar tiempo a pensar en daños colaterales. Tiempos aquellos en que Sócrates en el ágora, después de dar una profunda lección, exclamó: “Solo sé que no sé nada”. Y viendo que los discípulos sonreían, añadió: “Pero vosotros tampoco”. Y guardó silencio. Pero hoy los políticos no paran de hablar hasta pisarse la lengua. Era un silencio de oro el de aquellos viejos marineros, el de los viejos campesinos que respondían a cualquier pregunta solo con una mirada muy bien pensada.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_