Una cabeza saturnal
En el océano de materia gris que llamamos cerebro bulle también un mar de ideas y obsesiones que, siendo diferentes en cada uno, resultan idénticas observadas en conjunto


¡Qué calidad de caja ósea, de cráneo! Sin embargo, es una de las lunas de Saturno, de nombre Encélado. Debajo de su corteza hay una especie de océano productor de manantiales de vapor que escapan por esas finas grietas que se aprecian en la imagen. Pura actividad mental. En el océano de materia gris que llamamos cerebro bulle también un mar de ideas y obsesiones que, siendo diferentes en cada uno, resultan idénticas observadas en conjunto. Si pudiéramos tomar todos los cerebros humanos existentes y amasarlos en uno solo y luego protegerlo con una calavera gigante, quizá esa cabeza alcanzara el tamaño de la luna de Saturno. Una cabeza saturnal, podríamos decir, en la que cada yo se habría diluido en una individualidad de mayor signo. ¿Qué ideas escaparían, a modo de géiseres, por las junturas del casco protector? ¿Qué obsesiones? ¿Qué miedos? Seguramente, las mismas ideas y las mismas obsesiones y los mismos miedos que nos atacan a usted y a mí en particular. Lo veo en el metro, al contemplar las cabezas de mis contemporáneos. A veces, he de cerrar los ojos porque no soporto hallar en sus rostros las preocupaciones que envejecen el mío. Y al cerrarlos, veo a mi propio cráneo flotando en el espacio, como esa luna de Saturno recién salida de un tratamiento de quimioterapia. El pánico me obliga a abrirlos y entonces miro hacia el suelo y observo los zapatos e imagino que pudiéramos construir un solo par de zapatos sucios, aunque enormes, en los que cupiera la suma de todos nuestros pies. Un pie gigante para acabar con la cucaracha formidable que viene dominándonos.
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