_
_
_
_
LEÑA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Locos por ‘True detective’

Mientras estuvo en el aire, las redes se sobrepoblaron de reseñas, entrevistas, teoría de género, memes, etnomusicología y análisis

En True detective, dos agentes del departamento de homicidios de Luisiana persiguen a un asesino en serie que se hace llamar, según el diario de una prostituta, El Rey Amarillo, un guiño al libro de cuentos El rey de amarillo, de Robert W. Chambers, en el que una obra teatral del mismo título enloquece a quienes la leen. La serie dramática de HBO ha tenido el mismo efecto que la ominosa obra.

Mientras estuvo en el aire, las redes se sobrepoblaron de reseñas, entrevistas, teoría de género, memes, etnomusicología y análisis de las cioranadas de Rust Cohle (encarnado por Matthew McConaughey): “La muerte creó al tiempo para que en él creciesen las cosas que luego mataría”. Los fanáticos de True detective compartimos con los de Twin Peaks y Lost el afán por comentar y por pronosticar un final; lo que nos distingue es la cantidad de tiempo que le dedicamos a resolver el caso, aún después de que en el penúltimo capítulo se nos revelara la identidad del verdadero culpable. Lo nuestro era un estado de negación total, exacerbado por meticulosas pistas falsas (las estrellas en la pintura de Audrey, el mural en el psiquiátrico, los cinco jinetes) que anticipaban al público obsesivo que vio los capítulos fotograma por fotograma.

Como la muerte en la cita de Cohle, Nic Pizzolatto, creador de la serie, sembró semillas de posibilidad que su final feliz aniquilaría, pero que, sin embargo, darían vida a nuestra locura, esa que nos hizo apostar a que El Rey Amarillo era la esposa de Marti, o su hija o su suegro porque la mandíbula prominente de Woody Harrelson en la escena del garaje hacía un ángulo de 90 grados con la palabra “kin”, que quiere decir pariente. Y no me hagan hablar de la teoría del vietnamita…

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_