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café con... Jineth Bedoya

“No me quedé en Colombia para estar callada”

La periodista, comprometida con el relato de una guerra que lastima su país desde hace 50 años, promueve la campaña 'No es hora de callar'

Jineth Bedoya, el viernes en Madrid.
Jineth Bedoya, el viernes en Madrid.Samuel Sánchez

Volver a Madrid es para Jineth Bedoya vivir una especie de flash-back. Fue aquí donde, en 2009, contó por primera vez al mundo la violencia brutal de la que había sido víctima nueve años antes. Era el mayo de 2000 y ella era una joven reportera que investigaba sobre tráfico de armas que involucraba funcionarios y miembros del grupo militar Autodefensas Unidas de Colombia. Fue secuestrada, torturada y violada durante horas hasta que la soltaron, rota, en medio de la calle. “Hace cinco años era una mujer lista para contar su situación, y hoy tengo esta misma sensación pero es gratificante, en medio del dolor, mirar hacia atrás y darte cuenta de que valió la pena hablar. Vuelve a haber lágrimas pero son lágrimas empoderadas”, comenta Bedoya, mientras sus grandes y oscuros ojos en su cara delgada se humedecen.

Desde que decidió contar lo que había sufrido su vida ha dado un giro de 180 grados. Ahora, además de ser una periodista comprometida con el relato de una guerra que lastima su país desde hace 50 años, es, dice, una activista. Lucha para que no pasen en silencio los crímenes contra las mujeres, los más olvidados del conflicto armado colombiano. “Con los estudios que hemos hecho tenemos una cifra aproximada no oficial de medio millón de mujeres violadas en las últimas décadas por el conflicto, pero puede que el total llegue a los dos millones”, dice. “Y si algo se va a sacrificar en el proceso de paz que se está llevando a cabo en la Habana es la violencia contra las mujeres. Ni siquiera estamos incluidas en el punto cinco de la negociación que es el que concierne a las víctimas”.

La campaña de concienciación que ha lanzado, apoyada por Oxfam Intermón, la organización de mano de la cual hace cinco años decidió contar sus vivencias, se llama No es hora de callar. Ella ha decidido no hacerlo nunca más, aunque duela a diario. “Durante nueve años era la única que cargaba con mi dolor y me escudaba mucho en mi trabajo [es ahora subdirectora del diario colombiano El Tiempo], pero fue mucho más duro hablar porque te conviertes en un referente público. Y muchas veces uno no se falla a si mismo por no fallarles a los demás. Cuando yo empecé a hablar muchas mujeres lo hicieron. Te haces cargo de otros dolores y es mucho más complicado”.

En 2011, tras contar su caso en Colombia en un programa de televisión de máxima audiencia, la investigación judicial, que volvió a estancarse poco después, se reactivó y uno de sus tres raptores fue identificado. “Había gente que me decía que era valiente. Pero en octubre de ese año volví a caer en una gran depresión. Sentía que no era capaz de seguir. En menos de un mes me acabé físicamente, pesaba 41 kilos. Un día estaba en mi cama y decía ‘Dios mío me quiero ir porque no soy capaz y necesito que me des una respuesta’. Y en ese momento mi madre entró se arrodilló delante de mí y me dijo: “Jineth si usted no quiere vivir para usted, viva por mí que yo aún la necesito”. Se levantó sin una lágrima y se fue. Pensé que era la respuesta que yo estaba pidiendo a Dios. Y pensé que me tenía que levantar y no solo por mi mamá. Sino por las mujeres que habían confiado en mí”, cuenta. Un año después recibiría de mano de Hillary Clinton y Michelle Obama el Premio Internacional a las Mujeres Coraje. “En Colombia ningún caso de violaciones de Derechos Humanos ha llegado a un tribunal internacional pero yo estoy segura de que la violencia sexual contra las mujeres sí va a llegar porque es comparable con lo que ha ocurrido en el Congo”, dice. Ella se ha prometido a si misma dedicar a esto el resto de su vida, una vida que desde hace 14 años está bajo escolta. “Pero hay que hacerlo. Yo no me quedé en Colombia para estar callada”.

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