Dos bodegueras de oro
Su vino, Valduero, se ha hecho con el máximo galardón del sector en Bruselas Todo comenzó como un humilde proyecto romántico de dos hermanas, las García Viadero
Hace casi 30 años, en 1984, Gregorio García Álvarez, un ingeniero industrial que había dejado la empresa metalúrgica en la que trabajaba en Bilbao para montar sus negocios en Madrid, decidió instalar una bodega en la Ribera del Duero, cerca de su pueblo natal, Tordómar (Burgos). Embarcó en la aventura a su hija mayor, Yolanda García Viadero, que acababa de licenciarse como ingeniera agrónoma y lo de trabajar pegada a la tierra le tiraba mucho. Unos años más tarde, en 1991, se uniría al proyecto la otra hija, Carolina, que había estudiado Historia del Arte y trabajaba en los negocios de la familia.
Los primeros años fueron duros. La recién nacida Valduero comenzó con vinos de cooperativas y compitiendo a tumba abierta en la compra de uva con las todavía escasas, aunque ya importantes, bodegas de la zona (Vega Sicilia, Alejandro Fernández, Protos…), que además contaban con producciones propias. La solución fue reinvertir las ganancias y endeudarse lo mínimo para comprar tierras, entonces dedicadas al cereal, y plantar viñedos.
Hoy Valduero cuenta con 200 hectáreas en dos zonas de la provincia de Burgos (Gumiel de Mercado y Villanueva de Gumiel), produce 600.000 botellas al año, de las que exporta el 65%, y da empleo fijo a 30 personas. García Álvarez dejó el timón a sus hijas, aunque sigue de presidente, y las hermanas García Viadero se repartieron el trabajo. Yolanda se instaló en la bodega, rodeada de viñedos, cuidando las cepas, seleccionando las uvas, catando los caldos, metida en la magia ancestral del vino, imbuida en una manía confesada de tenerlo todo bien alineado y pulcro. Carolina se dedicó a viajar por el mundo, con el principio de que “España es una parte del mundo” como divisa de la expansión.
Ahora las hermanas valdueras, apelativo con el que se las conoce en la comarca, triunfan en los concursos internacionales y son una referencia mundial. El 12 Años Valduero acaba de ganar la gran medalla de oro del certamen de Bruselas superando, en cata a ciegas, a los grandes chateaux franceses entre más de 8.500 participantes de 50 países. Además, el Valduero Una Cepa ha obtenido una medalla de oro. Unas distinciones que les han colocado en la cúspide del mundo del vino.
En 1999, Yolanda seleccionó las mejores uvas de la excelente cosecha de aquel año para hacer un vino de autor que mimó, y ahora le ha hecho tocar la gloria. Limitó la producción a 864 botellas, numeradas, que se venden a buen precio (300 euros en bodega y a partir de 600 en restaurantes (casi todos con estrella Michelin) de todo el planeta. El 12 Años Valduero (las siguientes añadas serán de 2001 y 2005) “es un vino aspiracional, que quiere estar entre los grandes y que hay que cuidar”, explica Carolina. “La vocación de exportar hizo que quisiéramos estar al lado de los grandes vinos, Valduero tenía que dar la cara”, subraya Yolanda.
Lo consiguieron. Hoy, Valduero puede presumir de Marca España. Goza de ser la bodega más internacional de Ribera del Duero, donde la media exportadora es del 20%. De las exportaciones de Valduero, el 30% es a Europa, el 20% a Latinoamérica y el 50% a EE UU y Oriente (5% a China, donde han ido a parar unas 300 botellas del vino premiado). Los vinos de Valduero van dirigidos a un segmento de hostelería media y alta y no tiene intención de crecer en cantidad, sino de situarse en el mercado elegido. Van desde los crianzas (año y medio en barrica y entre año y año y medio en botella) a los reserva y gran reserva.
Las hermanas fueron rompedoras en un mundo hostil que no conocían, en el que tuvieron que abrirse camino a fuerza de tesón. “Pero nunca nos hemos sentido distintas; fuimos recibidas con distancia; pero no por ser mujeres, si no por ser extraños”, sostienen al alimón. Los primeros años fueron muy difíciles con la competencia; ahora ya son apreciadas hasta el punto de que Yolanda es la única mujer que forma parte del Consejo de Denominación de Origen de Ribera. “Nos tocó ir de frente”, concluyen.
Yolanda y su padre idearon la construcción de una montaña artificial sobre tres túneles prefabricados en donde ahora reparten las cubas de acero inoxidable, las barricas de roble francés, americano o húngaro y el almacén de botellas (más de un millón). Los túneles conectan con unas cuevas, también artificiales, en donde se destinan las reservas y donde dicen se escondía el cura Merino de los invasores napoleónicos.
Sobre la montaña han plantado viñedos y junto a ellos han levantado una tenada, que es una especie de sacristía del culto al vino, en donde las hermanas García Viadero reciben a sus invitados y se explayan, a veces con presencia del padre, durante horas hablando de la actualidad, de la economía real y, sobre todo, de vino, del pedrisco que ha caído en el viñedo vecino, de los conejos que se comen las cepas o de los terrenos que no les han querido vender y que aparecen como islotes en medio de sus viñedos.
Las hermanas se entusiasman al hablar del vino. “No hay belleza que no esté sujeta a una estructura, a un cuerpo, para que los sentidos gocen, y eso le pasa al vino”, se embriaga Yolanda mientras explica los matices y el trasiego que hace con lograr el mejor vino, El vino tiene un esqueleto formado por tres elementos (alcohol, tanino y acidez total); los tres tienen que estar en justa medida y en su sitio”, añade.
La pasión la comparte Carolina, que no pierde oportunidad de colocar sus vinos allá donde se encuentre. Le ocurrió con Victoria Beckham, con la que coincidió en el supermercado de un gran almacén y la abordó cuando vio que dudaba ante una estantería de vinos. La preguntó y le recomendó sus valdueros. Hizo una cliente que se mantuvo durante la posterior estancia de la glamurosa pareja en Los Ángeles.
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