Volver a saludarnos

El saludo es, ante todo, una muestra de respeto. En algunas culturas es un valor supremo, y hasta los más arduos enemigos se dan la mano o se reverencian después de la contienda. En la nuestra, donde cada vez se está convirtiendo, desgraciadamente, en algo rutinario y casi baladí, goza sin embargo todavía de un valor simbólico importante. El pasado martes 4 de junio, un grupo de universitarios le ha negado el saludo al ministro de Educación, José Ignacio Wert, en el acto de recogida de los galardones de los premios nacionales y menciones de fin de carrera 2009-2010. El mensaje, acompañado del verde de las camisetas que ha inundado repetidas veces nuestras calles en defensa de la enseñanza pública, no puede ser más contundente. El ministro debería caer en la cuenta de la importancia del hecho, aplaudido por muchos de los asistentes, y llegar a una conclusión sencilla: la comunidad universitaria no aprueba sus reformas educativas hasta el punto de negarle el saludo a la autoridad competente.

Quienes llevamos ya años en la universidad notamos con estupor que muchos de nuestros compañeros, alguno de ellos excelentes académicamente, han de abandonar los estudios por la subida desproporcionada de las tasas, mientras que otros se endeudan para poder pagar una matrícula. No se trata de discutir sobre quién le ha faltado el respeto primero a quién, y por supuesto tampoco de tomárselo como algo personal, pero lo razonable es un cambio de política, un giro de paradigma en una ley que, de seguir así, eliminará el derecho de todos a una plaza pública escolar.— Yónatan Melo Pereira.