Tómbola
Un investigador español sigue su pionero trabajo sin dinero público y recaudando de las rifas que otros organizan para apoyarle
El pasado domingo fue el Día Mundial de la Fibromialgia, una enfermedad taimada y miserable que produce dolor generalizado y mucha fatiga; se calcula que la sufre un 3% de la población y puede llegar a ser inhabilitante. El hecho de que afecte sobre todo a mujeres y de que no sea detectable a través de pruebas clínicas ha originado un abundante maltrato a los enfermos, que a menudo son considerados farsantes o chiflados (el tópico de la mujer neurótica que se inventa los síntomas); lo cual me hace recordar lo que los médicos le decían al pobre Pierre Curie cuando la radiactividad le estaba deshaciendo los huesos y le causaba unos dolores insoportables: es cosa de los nervios, todo está en su cabeza, es neurastenia. Ya se sabe que, cuando los galenos no aciertan con la enfermedad, tienden a pensar que la culpa es del enfermo.
No todos los médicos son así, desde luego. El doctor Mario Cordero, de 36 años, está investigando la fibromialgia en la Universidad de Sevilla con resultados asombrosos. Ha identificado dos genes relacionados con la enfermedad, lo cual abre la puerta de posibles tratamientos; y además ha descubierto que un alto porcentaje de mujeres con fibromialgia muestran una disfunción en la coenzima Q10 y mejoran si se les suministra dicha coenzima (que es muy común y está en diversos suplementos alimenticios). Pero atención, porque ahora viene lo más despampanante: este investigador mundialmente pionero no tiene dinero para seguir trabajando. No recibe un euro público y se mantiene a duras penas gracias a las rifas y las tómbolas que los desesperados enfermos organizan para encontrarle fondos. Así está la investigación en España, por no hablar del acoso y derribo de nuestro sistema de salud. En fin, Cordero acabará marchándose al extranjero y nosotros seguiremos siendo un país de tom-tom-tómbola.
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